Capítulo 11

21 5 13
                                    

Sheila

Estar de nuevo en la casa de los Relish no es muy agradable, no al recordar la actitud de la señora Nicole y cómo fue la cena con ella, pero no podía impedir que su hijo mayor la invitara a desayunar con ellos y el resto de la familia. Los ojos de don Alfredo brillo de una manera inexplicable, la idea de pasar un tiempo en familia lo hizo feliz.

Saludé a las chicas cuando entré a la casa -fueron las primeras en recibirnos- y luego saludé a los demás con amabilidad y ellos me devolvieron el saludo. David beso mis nudillos con delicadeza, me sentí algo incómoda mas no dije nada al respecto y sólo le sonreí leve.

Gael fija su mirada en nosotros, su rostro no expresa nada, tampoco dice algo, sólo me ignora y eso provoca una punzada en mí. No sé por qué lo siento, ya que sé que quiere demostrar que no tiene ninguna cercanía conmigo, pero creo que un saludo no hubiese estado mal.

Le conté a Fany lo que sucedió, no pude callarlo más porque de verdad que necesitaba decir muchas cosas he sentido últimamente. Con ese pequeño juego -que fue un error- vi de nuevo en Gael aquel chico el cuál odiaba porque se creía el rey del mundo y pasaba fastidiándome cada vez que pasaba por la biblioteca, pero ese mismo chico desaparece en cuestión de segundos -cuando toco o él recuerda el pasado que nos atormenta- y se convierte en la bestia sin corazón que me dejó deshecha en Puerto Rico.

Mi padre me decía que el odiar pudre el alma y guardar rencor hacia una persona es lo peor que puedes hacer porque no vivirás en paz cómo deseas, y con el tiempo aprendí que es verdad. Aunque trato dejarlo pasar, olvidar, borrar todo de mi vida; ese sentimiento amargo sigue ahí y se hace presente en las noches donde piensa tanto, en los momentos donde él vuelve a ser el mismo cabrón de antes.

Planear una venganza no me sirve de nada, lo único que obtendría es convertirme en la mujer que él piensa que soy y así tenerme bien merecido el odio de todos. Algo que no voy a permitir. De alguna u otra forma Gael tendrá que ver lo equivocado que está, el error que cometió y sigue cometiendo -a pesar de los años- conmigo. Si ese día llega -que lo dudo mucho porque es tan obstinado- lo voy a perdonar mas no habrá otra oportunidad, lo haré solo para sentirme bien conmigo misma y poder enterrar el pasado de una vez por todas.

Esta vez no permito que me detengan, dejo a don Alfredo desayunar con su familia mientras yo voy al hermoso jardín que está en la parte de atrás de la gran casa. Al fondo hay un lugar de descanso, camino hacia allí y tomo asiento en las bancas blancas que se encuentran debajo del techo que brinda sombra. El olor de unas rosas rojas llega a mis fosas nasales, miro a mi derecha y sonrío al verlas.

Siempre han sido mis favoritas.

Papá me las daba cada vez que podía.

Gael igual.

― Basta, Sheila ― Susurro para mí y cierro mis ojos ―. Es pasado. Ya no tienen nada. Deja de recordar lo que hacía por ti.

― Con que aquí estabas ― Vuelvo a ver al dueño de aquella voz ―. El abuelo quiere que estés con nosotros en la mesa

― Pues discúlpame con él, pero no quiero intervenir en un desayuno familiar.

― ¿No quieres o es que no te gusta la idea de compartir la mesa conmigo? ― Frunzo el ceño ―. Porque si es así déjame decirte que tampoco me gusta esa idea.

― No me lo tienes que decir. Sé perfectamente que te pudre la idea de que haya conocido a tu familia después de todo lo que hiciste hace años atrás, que odias el hecho de tenerme cerca, pero a pesar de eso no me importa compartir el mismo espacio contigo ― Me levanto de mi lugar ―. ¿Sabes algo? De verdad que en el fondo me gustaría aclarar muchas cosas contigo, esas que quedaron pendientes, pero mientras te sigas aferrando a tu odio hacia mí; esa conversación no sucederá

InmarcesibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora