Capítulo 19

14 6 6
                                    

Gael

Bebo la botella de whisky como si fuese agua. Vuelvo a escuchar cada uno de los audios enviados por el desconocido y es tan difícil aceptar que todo fue real.

Sheila Evans sí logró lo que tanto planeó con anhelo: Dejarme muerto en vida.

Me hierve la sangre al pensar cuantas veces se burló de mí junto con su tía. Todas las notas de voz fueron enviados a esa otra escoria. Carajo. Ahora entiendo por qué la vieja esa estuvo al pendiente de nosotros desde que nos casamos, claro; tenía que ayudar -de alguna u otra forma- a su única sobrina.

— Hubiese preferido una infidelidad que la muerte de mi hijo — Murmuro, en voz alta y en la soledad de la habitación —. ¡Eres un imbécil, Gael Relish! Eres un completo imbécil.

¿De qué me sirvió cambiar y amarla? De nada. Solo me aprendí algo: las mujeres pueden ser más hijas de puta que nosotros.

― ¡Gael! ― El pequeño grito de Victoria me hace reaccionar ―. ¿Te encuentras bien? Te fuiste por un momento

Asiento, algo confundido.

Son las siete de la mañana y nosotros nos encontramos en la cocina. Al ver como la rubia termina de encender las velas digo:

― Si todo está listo. Subamos.

Mientras nos dirigimos a la habitación de nuestra hija y pienso en lo sucedido, es algo que siempre -durante el cumpleaños de Ariana- suele suceder. Desde que nació, desde que estuve mes tras mes celebrando por su vida, no he podido evitar el pensar en aquel hijo el cual me arrebataron.

Entro a la habitación de Ariana en silencio y en vez de ella llevarse la sorpresa; yo me la llevo al verla despierta y jugando con su muñeca sobre la cama. Victoria -quien venía a mi lado- niega leve con una sonrisa en su rostro.

Nuestra hija no nota nuestra presencia hasta cuando empezamos a cantar

― Feliz cumpleaños a ti. Feliz cumpleaños a ti ― Cantamos al unísono. Mi pequeña sonríe mientras nosotros nos acercamos ―. Feliz cumpleaños, pequeña Ari. Feliz cumpleaños a ti

― Pide un deseo y sopla las velas, mi amor ― Murmura Victoria con cariño

Ella se encargó de preparar el pastel favorito de nuestra hija. Ari al verlo besa la mejilla de su madre y luego la mía

― Juntos, ¿sí? ― Hace un tierno puchero

― Está bien, princesa. Los soplaremos juntos ― Digo y segundos después pagamos las tres velas

― Quielo mucho ― Susurra y nos abraza

Esta vez no la corregí, lo dejé pasar por ser su día.

Victoria es la primera en entregar su regalo, parece que el día de su regreso; ellas dieron un paseo y de casualidad pasaron al frente de una juguetería y Ari no pudo evitar querer una de las tantas muñecas que vio.

La pequeña felicidad en su rostro me hace sonreír, un simple regalo se le hace tan maravilloso.

― Glacias, mami

― De nada, mi amor.

Se suponía que hoy estaríamos todo el día fuera de casa, iríamos los tres a ciertos lugares que tenía en mente, pero a Paola se le ocurrió realizar una pequeña comida familiar -por la tarde y en su casa- para celebrar. Aunque quise negarme, no pude porque yo tuve la culpa de confesarle que hoy -28 de junio- era el cumpleaños de mi hija. No sé en qué estaba pensando en ese momento, pero luego me arrepentí de habérselo dicho.

InmarcesibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora