Capítulo 4

31 11 28
                                    

Sheila

Las gotas de lluvia caen fuertemente, corro por el parque como si me estuviese persiguiendo el diablo y eso basta para que alguien -que parece ser idiota o ciego- choque conmigo de una forma brusca y caiga al suelo.

— ¿Podría dejar de estorbar? — Dice, con fastidio una voz masculina

Al alzar la mirada me encuentro con unos ojos verdes. Se trata de un chico más alto que yo, su cabello castaño oscuro se ha pegado a su frente por la lluvia.

Me levanto molesta

¿Acaso es ciego o qué? — Frunce el ceño —. Yo no tengo la culpa de haber chocado con usted

Fíjese la próxima vez

¡Y usted también! — Le grito cuando no espera ni un segundo más para continuar su camino —. Guapo y odioso — Murmuro rodando los ojos

Al llegar a casa papá se encuentra viendo la tele, no lo saludo porque me apresuro de llegar al baño para no mojar tanto el piso. Cuando me encuentro dentro, me miro al espejo y sonrío como tonta al recordar al chico del parque

Despierto al escuchar mi celular sonar, me percato de que me encuentro en la sala y me pregunto en qué momento me quedé dormida aquí. Pierdo la llamada por no tomarla con rapidez, luego de ver la hora voy a la habitación de don Alfredo para que se tome su medicamento.

Después de la visita de sus nietos ha estado algo emocionado por algo que le dijeron, exactamente no sé el motivo de su alegría, pero me hace feliz verlo tan animado. De seguro lo llevarán de paseo o su nieta vendrá a quedarse con él, no sé.

Aquella tarde fue desastrosa, por un momento pensé que Gael me iba a seguir luego de dejarlo solo en la cocina, pero no pasó nada de eso. La pregunta que tenía en la cabeza no me dejó hasta cuando pude dormir y volvió justo luego de despertar del doloroso sueño que no tenía desde hace mucho.

No sé si agradecer porque tal vez pueda enterrar el pasado -que según ya no me afectaba- por completo, o maldecir porque ahora mismo está haciéndome mierda. Aunque tengo claro que debo superar todo esto. Ni el pasado, ni Gael, ni nada puede volver hacer que caiga en el mismo abismo negro.

Toco la puerta antes de entrar y al no recibir alguna respuesta la abro para asomarme un poco, don Alfredo se encuentra sentando al borde su cama con una mano sobre su pecho, sus ojos están cerrados, un jadeo de dolor sale de su boca y rápidamente me acerco a él.

— Señor, ¿qué sucede? — Pregunto —. Tranquilo, trate de respirar despacio — Le digo al ver que se le dificulta

— Estoy... — respira profundo — bien, no es nada.

Frunzo el ceño.

Miente.

— Señor, por favor tiene que tenerme confianza. Si usted está ocultando algo tiene que decírmelo antes de que algo más grave suceda.

Me mira con una leve sonrisa

— Solo fue un leve dolor en el pecho, pero ya se me pasó — Trata de levantarse, pero vuelve a caer sobre la cama

— Ve como no está bien — Murmuro —. Mire, tómese el medicamento y no trate de levantarse. En seguida vuelvo.

Salgo de su habitación y voy a la mía por mis cosas. Al regresar don Alfredo se encuentra en la misma posición, sin decir ninguna palabra verifico su presión la cual la encuentro, luego tomo el estetoscopio.

— Te dije que estoy bien — Dice él y ruedo los ojos —. No es necesario todo esto.

— Lo es. Además, no puedo pasar nada por alto — Niega leve —. Ahora respire profundo y luego suelte el aire — Hace lo que le pido sin decir alguna otra palabra.

InmarcesibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora