CAPÍTULO VIII

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MELINOE.

DOS MESES DESPUES

Me mire al espejo una vez mas antes de fruncir el ceño, el vestido blanco resaltaba bien mi figura y le confería a mis casi inexistentes pechos un volumen mas adecuado como para no parecer tan plana. Suspiro al ver que ciertamente es un vestido hermoso, sus encajes, su blancura y sus diminutos diamantes distribuidos de tal forma que lo hacen parecer lo mas precioso del cosmos y me sentía terriblemente mal por eso, un vestido asi debería usarse para una boda de verdad y basada en amor, no una basada en mentiras e indiferencia.

-Te ves preciosa- La sonrisa de mi padre quien me observa sentado en la cama me hace sentir mejor conmigo misma.

A cualquiera le hubiese gustado que su madre estuviese aquí pero mi madre tenia una responsabilidad muy grande al lado de la abuela Demeter, sin embargo, su ausencia no me afectaba pues con el pasar de los años mi padre se convirtió en la madre que faltaba la mitad del año y que aunque habían temas de los que seria mejor hablar con una madre, él los entendía y terminaba por brindarnos sabios consejos.

Flashback.

Despierto en medio de la noche gracias a una punzada de dolor en la parte baja de mi vientre, siento algo húmedo y pegajoso en medio de mis piernas por lo que me levanto y veo que en mi cama hay una gran mancha de icor.

-¿Que haré?, mamá no esta y se supone que debo avisarle.

Con trece años no sabia la gran cosa sobre la menstruación, sabia que era algo que sucedia en un momento dado pero de por si no sabia como reaccionar en el momento en que llegara. ¿Era normal tanta sangre?, ¿acaso no era muy joven para que llegara tan pronto?, ¿estaré padeciendo algún problema y por eso es que llego ahora y con tal cantidad de icor?. No podía desesperarme, solo debía hacer lo que cualquier niña sensata haría si se encontrara en apuros.

-¡PAPÁ!- Grito tan fuerte como puedo mientras unas lágrimas traicioneras rodaban por mis mejillas.

Escuche los pasos de alguien corriendo en el pasillo y la puerta se abrió de golpe dejando a la vista a un rey del Inframundo asustado, jadeante y confundido.

-¿Que sucede?, ¿te lastimaste?, ¿fue una pesadilla?, ¿estas bien?- Formulo las preguntas tan rápido que apenas y pude procesarlas mientras el se acercaba y se arrodillaba frente a mi.

-Papá- Sollozo mientras lo abrazo con fuerza y sin saber que hacer exactamente.

-Tranquila, Meli, ¿que sucede hija?, estoy empezando a asustarme- Dice mientras me estrecha contra su pecho para brindarme seguridad.

No podía decirle nada y al parecer ya no tenia que explicarle lo que sucedía pues la mancha de icor en la cama y la que manchaba mi ropa en medio de mis piernas había sido lo necesario para que lo comprendiera.

-Oh- Fue lo que dijo sorprendido y en su rostro vi un atisbo de incertidumbre mientras que el dolor y el miedo me carcomían. -¿Te duele?- Asentí y él me vio con tristeza para luego limpiar mis lágrimas. -Tranquila, papá se encargara de este desorden mientras tomas un baño...¿debería buscar cual es la temperatura ideal para estos casos?- Pregunta mas para él que para mi por lo que saca su celular para buscar información.

-Duele- Me quejo llevando la mano al lugar indicado, mi padre observa dicha zona para luego colocar delicadamente su mano sobre el área haciendo que un frío acogedor me invada y el dolor desaparezca.

-Eso debería bastar por un rato- Dice y sonrió para que sepa que estoy mejor.

Claro que cuando estaban repartiendo la suerte yo había llegado tarde por lo que la mia era bien escasa y al ver que Hypnos entraba en la habitación si que me lo habia dejado claro. Rapidamente me escondí detrás de mi padre quien al percatarse de mi vergüenza termino por atar el saco de su traje al rededor de mi cintura para que cubriera la mancha.

LOS HIJOS DEL INFRAMUNDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora