CAPÍTULO VI

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ZAGREO.

Habian pasado un par de semanas desde mi encuentro con aquella mujer que simplemente me hizo sentir verdaderamente extraño. Desde aquel incidente ya no la he visto aunque he sentido su presencia cerca, la verdad es que tampoco he salido de la herrería para buscarla pues no se que hacer exactamente cuando la vea, ¿debería pedirle disculpas?...eso ya lo hice y aunque me sentí estúpido al hacerlo no pude evitarlo, sus ojos llenos de miedo me hicieron sentir una presión en el pecho.

-Vaya, Damita esta pensativa el día de hoy- Se burla Hefesto al tiempo que se acerca a mi mesa de trabajo en donde estoy dándole fuertes golpes a un bloque de acero para darle la forma de una espada.

-Tio- Digo ignorando su pulla y centrándome en lo que me hace sentir verdaderamente incomodo. -¿Sabes lo que significa sentirse extraño?- Hefesto adopta una expresión seria para luego verme de manera calculadora.

-¿Hablas de las típicas erecciones y el deseo de estar con chicas?.

-No...hablo de algo que me molesta...aqui- Finalizo llevándome una mano al pecho y por un momento veo que su mirada se torna de curiosidad.

-Bueno, eso depende de las circunstancias.

-No entiendo.

-Solo hay dos opciones. La primera es que hiciste algo verdaderamente malo y de lo cual estas muy arrepentido, la segunda es que puedes padecer una enfermedad grave en cuyo caso sera mejor llevarte a revisar- Explica y yo asiento analizando sus palabras.

Algo malo y de lo cual estoy arrepentido. Ciertamente lo que hice no es bueno, muchas cosas que hago no son buenas, he estado con ninfas a las que he tratado de una manera mucho mas violenta y agresiva pero...con ninguna sentí esta sensación incomoda. ¿Que tenia esa mujer de raro en primer lugar?, tal vez su palidez, sus ojos o su apariencia, sinceramente ella me causo mucha curiosidad desde que la vi con ese vestido rojo y aun asi la lastime.

-¿Que puedo hacer si se trata de la primera opción?- Pregunto. Mi tío parece sorprendido ante mi actitud tranquila y respetuosa pero no baja la guardia a pesar de eso asi que se limita a gruñir. Se da la vueta y camina hacia las escaleras que llevan a los dormitorios.

-Busca redención- Suelta y desaparece por completo de mi vista al subir la escalera para ir a su habitación.

"¿Buscar la redención?".

*****

No puedo desesperarme por algo tan pequeño y sin importancia asi que solo tomare aire, me calmare y seré mas paciente con...

-¡MALDITA ESPADA DE MIERDA. ¿PORQUE CARAJOS TIENES QUE QUEDAR TORCIDA MALDITA?!- Grito arrojando la espada contra el piso y esta da un rebote hasta caer a los pies de mi tío quien esta sentado leyendo unos informes.

-Se marcho y a su barco lo llamo libertad- Canta por lo bajo sin siquiera centrar su atención en mi.

-¡¿Porque todas me quedan asi?!- Interrogo furioso a mi tío a lo que él solo termina por cambiar de pagina sin prestar atención. -Malditas, siempre quedan torcidas.

-El problema no son que queden torcidas- Dice mi tío con su vista fija en los papeles que sostiene en su mano y en un tono casi comprensivo. -El problema eres tu que no sabes hacerlas bien.

"¡Hijo de puta!". Termino por quitarme el delantal dejando mi torso al descubierto, estoy completamente bañado en sudor gracias al calor de las fraguas, me peino el cabello empapado de sudor hacia atrás pues me molesta que se pegue a mi frente.

-Oye, si quieres te enseño- Dicen y me giro para encontrarme con un fauno de piel rojiza.

-¿Quien eres tu?- Pregunto pues su cara se me hace conocida de alguna parte, su cabello algo largo y rojo, una barba de al menos dos meses cubre su mandíbula y su sonrisa carismática que pareciera ser amigo de todos.

LOS HIJOS DEL INFRAMUNDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora