Destinado a la soledad

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Costaba acostumbrarse a los cambios de lugar. Pasar de una habitación oscura a un prado luminoso, o viceversa.

Aunque la teletransportación que llevó a Mia a la mismisima finca de los Victoriano no fue demasiado chocante, la diferencia de luz la impactó por un segundo. Hubo un resplandor y luego todo se tornó negro. La chica esperó que sus púpilas se acostumbraran a las tinieblas y luego enfocó con mayor claridad los alrededores.

Acabó en el patio de una casa enorme, toda una mansión. La entrada, a la que precedia una escalinata de mármol, estaba flanqueada por dos columnas con capiteles corintios, toda una oda al estatus elevado de sus propietarios.

El jardín era de proporciones descomunales también, lleno de bancos y  arbustos perfectamente descuidados. La maleza había ganado terreno a la piedra y dotaba de un aire de abandono al inmueble antaño, a decir verdad, un emplazamiento privilegiado y presumido. Ni qué decir de la neblina que asolaba el terreno.

 Ni qué decir de la neblina que asolaba el terreno

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Hasta la fuente estaba llena de enredaderas.

Y allí fue donde lo descubrió.

Al principio no notó su presencia, la bata que llevaba estaba tan percudida que se camuflaba con el blanco sucio del entorno, pero su voz le atravesó la mente.

"Haz lo que tengas que hacer." ¿A qué se refería?

Con cuidado, la muchacha se asomó un poco más y lo pudo apreciar mejor. Aguardaba a unos metros de ella, encorvado hacia delante, con las piernas flexionadas y la parte baja de su espalda rozando la roca que componía la circunferencia que rodeaba el adorno.

A pesar de que lo lógico sería seguir su camino, entrar y alejarse de dicho villano, la cantante se quedó quieta, en la estacada. Desde que lo vio por primera vez, después de salir de aquel cuarto de revelado donde los atacó el hombre invisible, había querido precisamente eso: Una oportunidad para hablar con él y pedirle, de ser posible, que la echara un cable. En la actualidad ya no sabía si esa idea había sido una genialidad o una locura.

Sin decir nada, avanzó hasta una de las muchas banquetas que salpicaban el sitio. En el árbol que tenía justo detrás había un par de cuervos. Su intromisión los hizo protestar con tres o cuatro graznidos estridentes. Más tarde cerraron el pico.

En vez de gritarle, en vez de golpearlo o de maldecir sus actos hacia su persona, Mia cuestionó:

-¿Y qué es lo que se supone que debo hacer?- Con un tono suave y comedido.

Estaba cansada de peleas. ¿Acaso la habían llevado a algún sitio?  Probaría otra manera de entenderse con el hombre. Por algo acabó siendo científico. ¿No es cierto?  Porque prefería las palabras antes que cualquier otra cosa.

De hecho, todo lo que entrañaba la psique humana cautivaba a Ruvik y la de la violinista era, a veces, un verdadero misterio insodable.

No contestó.

No te metas conmigo [Ruvik - The Evil Within]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora