Quédate conmigo

236 22 13
                                    

En ningún caso Mia se imaginó que Ruvik diría algo así. Su cara se puso roja y le retiró la mirada más rápido que inmediatamente.

Cuando habló, su voz no dejaba de tartamudear.

-No digas tonterías.

¿Acaso disfrutaba avergonzándola? ¡Si! Bueno, eso estaba más que claro, pero no tenía que ir tan allá. Se suponía que estaban manteniendo una plática seria. ¿Por qué confesar un secreto tan impúdico?

-¿Te lo parece? ¿Acaso no puedo sentirme atraído por ti? Eres una chica joven, atractiva, y a la que parece no molestarle mi aspecto ni lo que he hecho en la vida.

-Eso... Eso no tiene nada que ver. Céntrate, por favor.

Las mejillas le ardían, así que se llevó las manos al rostro para intentar mitigar la sensación de bochorno que la martirizaba. El gesto, que era del todo infantil, arrancó del científico una pequeña carcajada.

Nunca había oído a Rubén reírse. Si bien lo vio sonreír en alguna que otra ocasión, aquello significaba otra cosa, un paso más. Le gustó.

-Solo hago lo que me has pedido. ¿Querías sinceridad? Tendrías que haber pensado en todo lo que eso implicaba.

Pero decidió ser caballeroso y no ahondar en el tema. Al fin y al cabo se había salvado el pellejo. Con eso que dijo distrajo a la morena del auténtico secreto que cargaba a sus espaldas y, por consiguiente, ganó un poco de tiempo.

Silencioso, caminó hasta la banqueta que había frente al piano, se sentó al lado de su alter ego y ambos, al unísono, empezaron a entonar otra canción. Una que necesitaba de dos músicos experimentados para llevarse a cabo.

La violinista se dio cuenta, entonces, de que el Victoriano no había cambiado apenas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La violinista se dio cuenta, entonces, de que el Victoriano no había cambiado apenas. Diecinueve años no fueron suficientes para que se realizase una gran modificación entre los dos. Sus hombros quedaban a la misma altura y sus manos volaban por encima de las teclas. Incluso las expresiones que esbozaban eran muy similares, concentrados en lo que estaban desempeñando.

La canción la había escuchado el mayor hacía tiempo en la radio. Aunque la letra, a priori, se le antojó vomitiva de lo romántica que era, la composición en términos de complejidad le convenció como para intentar reproducirla.

Y lo hizo. Lo hicieron.

 Lo hicieron

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
No te metas conmigo [Ruvik - The Evil Within]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora