La muerte del traidor

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Mientras se acercaban a la sala médica, Mia sintió que se quedaba cada vez más fría. No paraba de rememorar lo que Rubén decía en la cinta y el mensaje se le antojaba más escalofriante a medida que corrían los minutos. Pensaba que podían estar haciéndole daño, o peor, haber terminado en un cuarto de torturas y eso la llevaba, a su vez, a recordar su propio pasado. Entonces rezaba con toda su alma para que estuviese bien.

 "No desearía que nadie pasase por lo que tuve que vivir yo ... ni siquiera el peor de los asesinos."  Por supuesto, mucho menos el Victoriano, que era inocente.

El Amalgama avanzaba sin pausa, haciendo que el suelo temblase bajo su peso. Parecía saber a dónde ir y cual era el camino más rápido . Sin embargo, llegado el momento, la morena lo detuvo y se bajó de un brinco.

 -Quédate aquí.- Le dijo.- No vaya a estar con gente e intenten dispararte. No quiero que te pase nada.

Si Jimenez era un traidor capaz de vender a un muchacho que conocía desde hacía años. ¿Qué haría con ella? ¿Y con la criatura? Cualquier persona medianamente normal echaría a correr nada más verlo. Jamás se pararían, como hizo ella, a intentar entablar ningún tipo de contacto. Querrían matarlo cosiéndolo a balazos, arponazos, o cualquier utensilio ofensivo que encontrasen a su alcance.

El Alfa se balanceó de un lado a otro como un animal enjaulado.

-No hay más que hablar.- Sentenció y lo dejó atrás.

A medida que la azabache fue torciendo las esquinas y aproximándose más a la estancia, medio agazapada, pudo reconocer un par de voces familiares. Aunque al principio no eran más que susurros lejanos sin sentido, al alcanzar el portón empezó a distinguir mejor lo que decían. Pegó la oreja al mismo y escuchó.

-Estupendo. ¿Y eso que coño tiene que ver con todo esto?- Era Sebastian.

-Nos ayudará a salir, detective. Es nuestra última esperanza.- Y el doctor.

La violinista notó que se le contraía el estómago. Allí estaba el hombre sobre el que Rubén le advirtió en la grabación. El conspirador... Se arrodilló y asomó la cabeza a través del umbral. Por lo que alcanzaba a distinguir, el policía lo estaba apuntando con un arma y entre ellos, tumbado en una especie de camilla metálica, estaba el peliblanco con quien se chocó en el pueblo. El tal... ¿Cómo se llamaba? ¿Leslie?

Tragó saliva, se armó de valor y salió de su escondite

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Tragó saliva, se armó de valor y salió de su escondite. A continuación, levantó las manos para que Castellanos no la tomase por una infectada y se aproximó con paso firme.

 -Jimenez.- Llamó al mayor.

Tanto este como Sebastian dieron un respingo. Arrugaron el entrecejo y la miraron sin comprender.

-¿Mia? ¿Estás viva?

Pero no les prestó atención. Si había recorrido todo ese camino había sido por una persona, y no era ninguno de los dos.

No te metas conmigo [Ruvik - The Evil Within]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora