me perteneces

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-Detente...- Suplicó Mia, retorciéndose bajo su cuerpo.

A pesar de intentar a toda costa quitárselo de encima, poco y nada pudo hacer. Estaba completamente atrapada.

-¿Qué te pasa?- Cuestionó Ruvik. Su voz denotó una clara doble intención.- ¿Por qué estás tan nerviosa? Ni que fueras virgen.

Sin importarle nada más, continuó llenando su nuca y hombros de besos, atrapando uno de sus senos y estrujándolo con ímpetu. Su piel era tan suave que le entraban ganas de no dejarla ir nunca.

-No tienes que hacerlo, por favor...- En esta ocasión y dado que continuó intentando evitar al Victoriano, se deslizó en el lecho de forma que acabó dándose la vuelta. Entonces clavó en él una mirada llena de temor.- Por favor.- Repitió y colocó las manos sobre su pecho en un amago por frenarle.

El científico la ignoró y aprovechó su gesto para agarrarla. Sin quitarle los ojos de encima, tomó sus manos y las deslizó hacia abajo, hacia su entrepierna.

-Tocame.- Pidió y, sin esperar, la obligó a meter las palmas bajo su pantalón. A acariciarle.

-No.- La morena quiso apartarse, pero el mayor no la dejó. No tuvo que esperar ni un segundo para notar su miembro contra sus dedos y como este, deseoso de más, se endurecía con tan solo rozarlo.- No quiero.

-No fue esta actitud la que vi cuando evité que te follases a mi yo de dieciocho años.- Espetó con un tono que rayaba el enfado. No había que ser muy lista para darse cuenta de que estaba celoso de sí mismo. De la relación que había tenido la muchacha con el pianista.- ¿Acaso necesitas que vaya por unas vendas? ¿Te gusta ese aspecto?

Mientras habló, se bajó un poco el pantalón para dejar al descubierto su pene.
En el mismo momento en que lo vio, la joven luchó con más fuerzas que nunca para recuperar su brazo, incómoda a más no poder.

Como cabía a esperar, su gesto no le agradó en absoluto al asesino, quién, molesto, hizo que aparecieran alambres de púas entre las sabanas y se le enroscasen en torno a las muñecas. La violinista soltó un gemido ahogado antes de verse atada contra el cabezal de la cama. ¿En qué momento habían abandonado la sala de vigilancia para materializarse en una habitación? ¿Fue quizás durante el zumbido? Pero no tuvo oportunidad de pararse a analizar los entresijos de las circunstancias. No cuando el metal se le clavó en la carne de una manera tan dolorosa. Enseguida notó la sangre correr y resbalar por sus antebrazos.

-Vamos. ¿Esto es lo mejor que puedes hacer?- Prosiguió Ruvik.

Ya que no le había dejado más remedio que inmovilizarla, se colocó de forma que quedase sentado sobre ella. Gateó hasta acercarse a su cabeza y, entonces, deslizó su miembro por encima de sus labios.
Aunque la morena apartó el rostro por acto reflejo, tampoco tenía forma de escapar de aquello. El contrario se había arrodillado justo sobre su cara asi que, por mucho que la moviese de un lado a otro, seguiría teniéndolo encima.

-Abre la boca.

En vez de obedecer, tensó la mandíbula.

-¿No te das cuenta? Cuanto antes colabores, antes acabará tu tormento.- Hizo una pausa.- ¿O tu cociente intelectual es tan escaso que no entiendes ni siquiera eso?

Sin embargo Mia no respondió. Temía que si lo hacía, él fuese a aprovechar la ocasión para metérsela de un empujón. Después de todo continuaba restregándosela por las mejillas.

Cielos... a pesar de haber deseado llegar a una situación similar con Rubén, la azabache no podía más que aborrecer su versión adulta. ¿Por qué, de repente, le había salido con eso? Era cruel y muy desagradable.

-¿Tendré que obligarte?- Cuestionó el Victoriano. Justo después los alambres de espino se cerraron en torno a sus muñecas con más fuerza.

Finalmente y a pesar de que se negó durante un par de minutos más, la joven acabó cediendo. El dolor se volvió tan insoportable que estuvo dispuesta a llevar a cabo cualquier clase de sacrificio con tal de liberarse. Despacio y con un montón de lágrimas emborronando su visión, despegó los labios y besó la punta de su miembro. El científico dejó escapar el aire por la nariz, reprimiendo un jadeo.

-Buena chica...- Susurró y mientras se sujetaba al cabecero del lecho, bajó la cintura. La de ojos ambarinos tuvo que abrir más la boca para que su hombría se colase con facilidad, sintiéndolo deslizarse garganta abajo.

La verdad, dentro de lo que cabía podía darse por contenta. Haya en su juventud, cuando estuvo cautiva del militar, este le había hecho cosas muchísimo peores y con más frecuencia. Al menos el músico, aunque estuviese abusando de ella, no sobrepasaba sus limites. Empujaba hasta donde podía tragar, sin forzarla y sin dejarla sin aire. Más bien... hasta parecía hacer lo que hacía con cierta delicadeza, y la prueba definitiva fue que retiró los alambres por sus propios medios, agarrándola una mano y besándole la herida que la había infringido.

-Ven.- Pidió llegado un momento, se alejó y la tomó de la nuca. Hizo que se sentase en la cama y luego, enredando sus dedos en el cabello oscuro de la menor, continuó:- Quiero que lo hagas tú ahora. Finge que me necesitas, que me deseas, que me la quieres chupar. Haz que me corra.

Quizás fue la forma en la que lo pidió o no, tal vez su mirada, pero la cantante rozó la parte baja de su abdomen con los labios. Se detuvo, respiró contra su piel y después descendió dejando un camino de besos por las quemaduras tan salvajes que tenía. Las cicatrices se magnificaban bajo su ombligo, incluso la base de su miembro se hallaba un tanto enrojecida a causa del accidente, más no le dio ningún asco.

Un tanto avergonzada, lo sujetó, lo masturbó y lo lamió desde el principio hasta el glande, deteniéndose para rodearlo con su lengua y saborearlo. Ruvik dejó escapar un gruñido.

-¿Te gusta...? Entonces llevalo hasta el fondo. Quiero sentir tus labios sobre mi estómago.- Acompañó la frase retirando los mechones de pelo que se le caían hacia delante cada vez que se movía.

La violinista obedeció, notando como el pene crecía y se ensanchaba, palpitando y amenazando con venirse. El asesino, por su parte, comenzó a mover las caderas en un vaivén más rápido.

-Muy bien... Que chica tan buena.- Repetía y aceleraba los movimientos. De hecho, Mia los aguantó hasta que escuchó algo.

En un principio lo achacó a su imaginación, no obstante cuando el ruido creció y se intensificó a medida que hacía lo que hacía, se percató de que aquello sonaba lastimero. ¿Quejidos? ¿Sollozos?
Levantó la vista y lo primero que encontró fue una sonrisa de lo más maliciosa en el semblante del Victoriano. Los lamentos no provenían de él, estaba claro... ¿Pero aún así por qué sonaban como su voz?

Y entonces lo vio. Lo vio de soslayo porque el cuerpo y la túnica del encapuchado lo tapaban.
Allí, esposado contra la pared, estaba Rubén. Observaba la escena con los ojos empañados y una expresión de dolor, ira y traición en el rostro. Tenía una mordaza en la boca y aunque intentaba detener a su alter ego, tirando de las cadenas que los mantenían inmóvil, no podía hacer otra cosa que llorar.

Como cabía a esperar, la morena quiso apartarse de inmediato, pero Ruvik la cogió con una fuerza sobrehumana y empujó su cabeza contra su miembro. A pesar de que ella no pudo reprimir las arcadas debido a su falta de delicadeza, ignoró por completo que la estaba dejando sin aire y la obligó a quedarse en su sitio mientras la embestía.
Quería que el vendado observase la novedad. Lo que estaba haciendo y a quién. Romper su vinculo. Destrozarlo. Echarlo por tierra y pisotearlo

-Te he dicho que eres mía ahora... Y ya nada podrá cambiar eso.- Murmuró y pasando por alto que la muchacha golpeó sus muslos, no la dejó ir hasta que se corrió en su boca.



No te metas conmigo [Ruvik - The Evil Within]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora