Menuda es ella

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Encontrarse con el policía y el doctor, quienes se presentaron como Sebastian Castellanos y Jimenez, le procuró a la muchacha un poco de tranquilidad. Hasta el momento había podido desenvolverse perfectamente bien, eso estaba más que comprobado, pero sin duda su compañía hizo que no tuviera que estar con los músculos tensos a cada segundo que pasaba.

-No hace ni diez minutos que os conozco y ya me caéis fenomenal. Estaba harta de dar vueltas sin sentido.

-Que conozcamos mejor esta zona no implica que no tengamos que dar rodeos. Esos bichos están por todas partes, maldita sea.- Refunfuñó el detective.

Mia asintió y dejó que se colocase en cabeza para esperar a su otro acompañante.

-¿Se encuentra bien?- Le preguntó en cuanto la alcanzó. Acto seguido apoyó la palma de su mano sobre su espalda.

-Demasiados trotes para mi edad.

-Pronto los dejaremos atrás. No se preocupe.

Y volvieron a emprender la marcha.

La casa donde se habían pertrechado disponía de una puerta trasera. La atravesaron sin armar escándalo y salieron de nuevo al pueblo.

Con la ayuda de Sebastian, que la cubría, la morena pudo agacharse y tantear en las huellas del barro para saber hacia donde se había ido Leslie. Antaño había aprendido a seguir rastros y creyó que sería la manera más rápida de encontrar al chico. De aquella manera, dicho sea de paso también, dieron esquinazo a un puñado más de pueblerinos y se internaron en una nueva choza. Bajaron las escaleras que daban al sótano y lo encontraron en una habitación con luces rojas. Quizás su antiguo dueño fuera fotógrafo y lo utilizase como cuarto de revelado.

-Socorro, socorro, socorro.

-¡Leslie! Gracias a Dios. El doctor Jimenez está aquí. Cálmate...

Pero, en vez de tranquilizarse, se puso aun peor, tanto, que el señor tuvo que abrazarle y retenerlo por la fuerza para evitar que se volviese a ir corriendo.

Pobrecito... ¿Por qué estaba tan asustado? Después de todo lo habían encontrado. ¿Acaso no era motivo suficiente como para alegrarse? Estaba a salvo. Ir en grupo siempre era más seguro que andar solo por ahí, o al menos eso pensaba Mia.

-Espere doctor. Creo que viene alguen.

La puerta del fondo se abrió justo entonces de un bandazo, haciendo que la muchacha diera un respingo.

-¡Eh! No des portazos, Sebastian.

Sin embargo cuando se giró, el hombre estaba apenas unos pasos por detrás de ella, lo que lo dejaba a metros de la puerta.

-No he sido yo.- Masculló por lo bajo y levantó el arma.

-¿Quien ha sido?- La curiosidad venció una vez más a Mia y se asomó por el umbral que conectaba una parte del cuarto con la otra. Tuvo tan mala suerte que tropezó con una botella de vino y se cayó, arrastrando un pedazo de tela que pendía del techo.

-¡Ua!- Estaba imaginándose ya las palmas de las manos llenas de cristales y tajos, pues el suelo estaba repleto de marcos destrozados, cuando alguien amortiguó su caída.

-Hay algo. Da miedo...- Dijo Leslie y tanto Sebastian como ella pudieron ver una figura humanoide bajo el manto.

-¿¡Qué es eso!?-Exclamó la joven presa del pánico y se alejó de un salto. Su espalda chocó contra el torso del policía, quien abrió fuego contra la criatura invisible.- ¡Dispara! ¡Dispara más!- Chilló y puso sus manos sobre las del detective.

No te metas conmigo [Ruvik - The Evil Within]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora