Ok. Su vida era difícil, sí. Y tampoco tenía muchos amigos, no. Pero aun así, ahí estaba. Desahogándose con su hermana menor... Vaya, sí que había que llegar hondo como para llegar a ese punto, sin embargo... Es necesario tocar fondo para impulsarte hacia arriba de nuevo ¿cierto?
—...entonces no pude evitar pensar en papá lastimándote. —Finalizó su relato con su mirada en el techo desgastado de su habitación. Pronto escucho una voz a su lado, pues ambas se encontraban recostadas mientras conversaban.
—Ya, ¿pero quién es Alexander? —La adolescente sonrió inconscientemente.
—Es... Un amigo. —Respondió con la imagen mental del chico sonriendo torpemente.
—De todos modos... No tienes porque preocuparte, Celina. Aun cuando no estás, estoy a salvo, de verdad. ¡Como la vez pasada que no llegaste a dormir! ¿Ves que no me pasó nada?—Comentó con su tonó alegre y su voz infantil que tanta ternura le causaba a su hermana mayor.
—Pero... Esa vez fue diferente. Ya sabes, fue suerte que nuestro padre llegará agotado.
—¿Qué?
—Sí, fue pura coincidencia que aquel día él llegara a casa directo a descansar.
—No... Así no fue. —Se levantó para observar a la chica directamente a los ojos, mostrando su semblante confundido.
—¿Cómo...? ¿Cómo que así no fue? —Igualmente se levantó, apoyando su peso en un solo brazo para hacer un mejor contacto visual con la chiquilla.
—En serio. Ese día papá llegó como siempre, estresado por su trabajo. Ya sabes, pero Nairam me defendió.
—¿Qué? —Según lo que ella recordaba... Su hermano le había dicho anteriormente que había sido por pura suerte. Así que no encontraba razón de que le hubiera mentido respecto a una acción buena con buenas intenciones... Hasta que lo analizó y se dio cuenta de que, conociendo a su hermano, lo más seguro era que había mentido por vergüenza. Sin embargo, todavía desconocía la razón completa.
[—Muérete. —Concluyó poniéndose de pie y, con expresión de estar harta, golpeó la puerta, una vez adentro de la habitación, para encerrarse en el cuarto.]
Inmediatamente haber llegado, lo había insultado en cara y discutido con él... Quien debería estar más avergonzada era ella, por haberle retado sin razón alguna, incluso después de que él hiciese algo bueno.
—Noo ¡Le dije que se muriera! —Se dejó caer para atrás, poniendo su brazo sobre su cara y cubriendo sus ojos. Ahora se sentía mal.
—¿Eh? —La expresión de la niña era de pánico. —¿¡Por qué le dirías eso!?
—Tranquilízate, Avril. Tampoco es como que me haya hecho caso.
—Pero... Pero...
—Noo... Soy horriblee...
—Ósea, sí, pero... No sabías.
—¿Acabas de confirmar que soy horrible? —Preguntó descubriendo sus ojos para mirarla con incredulidad. —¡Mi hermana cree que soy horrible!
—N-no, no me refería a eso...
—¿¡Entonces a qué más!? —Extendió sus brazos en el suelo, harta y cansada de todo. —Como sea, tampoco es mentira que lo soy... —En silencio, contempló el techo una vez más, pensativa. Así... Recordando que hacía tan solo unas horas atrás había hecho algo similar con Alexander. Cuando él se había preocupado por ella... Ella tan solo le había gritado y amenazado con golpear. —¡Aaaahh! —Exclamó esta vez cubriendo su cara con sus manos, agotada por hacer todo mal.
Aunque por otro lado... Lejos de ahí, el adolescente corría de un lado a otro, cansado... Pero físicamente.
—¿Pueden ocuparse un momento? Me parece que Soren está llorando.
—¡Claro que sí, aquí seguimos ayudándote! —Respondió en un grito pues ella ya estaba camino a encargarse de su hijo. —Alexander, necesito que me pases el azúcar de ahí. —Indicó sin molestarse en ver a donde indicaba.
—¡Voy! —Exclamó tomando el primer contenedor de polvo blanco que encontró. —Aquí esta. —Su voz sonaba cansada y entre cortada por lo tanto que corría de un lado a otro. Mientras que Casandra intentaba arreglar la mezcla de galletas que había arruinado sin el conocimiento de Priscila.
—¡Esto es harina!
—¡Pero es blanco!
—¡Pero no es azúcar!
—¡Pero-
—¡PÁSAME EL AZÚCAR!
Corrió a llevar el otro contenedor que vio con polvo blanco y tuvo que regresar la harina.
—Sigo sin entender como es posible que Priscila haga todo esto en silla de ruedas. —Se quejó con voz chillona.
—Ya sabes, los súper poderes de una madre. —Contestó bromeando.
Aquel día, en cuanto el castaño regresó de su día escolar recordó que él y su tutora habían acordado ayudar a la amiga de Casandra con su tienda. Él aprovecho y decidió ocupar su mente en eso, pues los últimos días no había podido dormir bien, a causa de sus pensamientos revueltos sobre... Esa misma adolescente.
Después de apenas un rato trabajando en cocinar y decorar galletas, más cobrarlas y empaquetarlas, había quedado realmente exhausto.
—Ay, chico. Como se nota que te hace falta condición. —Comentó esa pelinegra de ojos grises y sonrisa arrugada, más conocida como Priscila.
—Bueeeno, pero Alexander está lo suficiente guapo así como está. —Habló ahora la pelirroja, sentándose al lado del mencionado.
En la sala de aquella humilde casa, tanto el joven como su responsable estaban sentados en el sofá frente a una pequeña mesa de café. Un sillón se encontraba del lado izquierdo de la mesa, y la dueña del lugar se había posicionado en el lado opuesto del sillón vacío, a la derecha de sus invitados.
Indiferente a la charla de aquellas damas, el nombrado permanecía en silencio y pensativo.
¿Por qué le estaba sucediendo aquello? ¿Por qué? ¿Por qué era que en todo descuido, su mente rememoraba a una castaña misteriosa? ¿Por qué al verla inconscientemente una inmensa alegría lo llenaba? ¿Por qué sentía ese vacío al no saber de ella?
Pero principalmente ¿Por qué se preocupaba tanto por... Una chica que apenas había conocido una semana atrás?
Las cuestiones eran muchísimas, las respuestas eran nulas, aun así, su mayor preocupación no era conocer el motivo de sus pensamientos, sino que saber si ella estaba bien.
¿Qué estará haciendo?
—Ah, así que pensando en una... Chica ¿eh?— Sugirió al ver lo ido que estaba.— Que inocente que es el amor de jóvenes hoy en día. —Suspiró con con una sonrisa pícara mientras observaba al adolescente pensativo.
—Sí, es cierto tienes razón. —Habló sin pensar, mientras recordaba que la mochila de Celina la tenía él ya que ella la había olvidado, y podía usar eso de excusa para visitarla. Solo que no sabía donde vivía. Y fue unos segundos después que proceso lo dicho por la llamada Priscila. —Espera ¿"amor de jóvenes"? ¿Pero qué-? ¿¡EEEHH!? —Exclamó sobresaltando en su asiento, con una expresión de vergüenza y sin notar su propio sonrojo que se había esparcido por completo en toda su cara. —¡No eso! ¡Para nada!
La pelinegra soltó una gran carcajada.
—Pero si estaba bromeando, ¿por qué te sonrojas?
No supo que más decir. Simplemente pensaba en que aquella idea de que su relación con Celina llegase a ser algo romántico... ¡era una idea completamente descabellada y disparatada!
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Destinados
Teen Fiction¿Has sentido esa conexión que ocurre cuando conoces a tu otra mitad? ¿Alguna vez experimentaste la química de encontrarte con la pieza faltante en ti? ¿Conoces la sensación de electricidad que te recorre el cuerpo cuando sabes que tu y esa persona s...