Capítulo 21. "Enmendar la hermandad"

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—Oh por dios ¿tan confiado eres como para decir todas esas cosas? Si cuando Lyne te presentó al grupo parecías un cachorro asustado por completo. 

Un golpe de vergüenza le arrebató la seguridad al muchacho.

—N-no estaba asustado, solo nervioso. No es normal que de repente llegue una chica a jalarte del brazo sin siquiera dejarte decir tu nombre completo. Eran nervios ¿ok? Y no suelo ser tan confiado todo el tiempo... —Masculló apenado al intentar esconder su mirada. Para las personas a menudo les era muy fácil molestar y avergonzar al pobre Alexander. —Solo recordé las palabras de una amiga que me dieron seguridad, es todo... —El mohín en su rostro señalaba frustración.

—Bien, bien, lo que tú digas. Siempre que no rompas la promesa, claro.

—¡Claro! ¡No soy un mentiroso!

Y con una charla más relajada y amigable, caminaron lado a lado hasta sus respectivos destinos, separándose cuando tuvieron que hacerlo. Mientras que Alexander se olvidaba de los ojos posado en él, los cuales un rato después se despegaron de él al perderlo de vista. 

Suspiró recordando el fin de semana que había compartido con él. Dentro de ella se alegraba de haber podido abrirse a alguien, pero sobre todo se alegraba de que hubiese sido él ya que ella sabía que él era un buen chico. 

Aun así, era consciente de que cada uno tenía sus propios asuntos... Según sus pensamientos, ahora el podría enfocarse en sus respectivos asuntos, mientras que ella...

El cambio que su hermano mayor había presentado, no podía ser simple magia de la noche a la mañana. Ella sabía y estaba segura de que algo le había hecho adoptar un nuevo trato tanto con ella como con su hermana menor en común. 

Probablemente no era un asunto de su incumbencia o que necesitase de su intervención, pero al menos... Quería conocer y saber que lo había provocado.

Las teorías se amontonaban en su cabeza y las posibilidades consumían su mente. De alguna forma... Lo averiguaría, y así lo ayudaría. 

A pesar de lo absorbida que estaba por todo ese asunto, eso no le impidió poder enfocarse en sus clases, donde compartió algunas miradas y saludos cortos con el chico que anteriormente abarcaba casi toda su memoria.

Al encontrarlo, recordó inevitablemente ese momento y palabras que la habían dejado pensando un poco.

[—Deberías ser maestra. —Soltó repentinamente aún viéndola. Ella lo miró de regresó y sin percatarse del tenue sonrojo que se extendió en ella, respondió.

—¿Por qué lo dices?

—Eres muy inteligente. —Contestó sin pensar. Procesándolo y ruborizándose también, mientras que el sonrojo de ella se extendía más.]

Y por si fuera poco, la tela rodeando su muñeca era otro recordatorio adicional de la tarde que habían compartido. 

Cuando se encontró a sí misma anhelando repetir algo así, se vio confundida en extremo por la forma en que pensaba en él. Ya no era como anteriormente, por una razón desconocida para ella, las emociones que la abordaban al pensar en él, eran desconocidas y extrañamente potentes. 

Estaba harta de pensar y albergar sentimientos extraños. Más bien, cualquier sentimiento. Tristeza, desesperación, enojo, preocupación, vergüenza y hasta alegría. No tenía nada en contra, pero ya estaba cansada. 

Por ello, al terminar el día escolar tomo el rumbo dirección a su casa entre tanto que se esforzaba por concentrarse en la música que reproducían sus audífonos. 

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