Capítulo 37. "Casandra"

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—Gracias.

—Gracias a usted, vuelva pronto. —Fue en cuanto la campanilla de entrada sonó, que Celina soltó un soplido y relajó su expresión.

—Hola... —Celina volteó al escuchar la voz del chico.

—Ah, hola, ¿ya es tu turno?

—Pues en unos minutos más, pero parece que ya estás algo cansada de todo el asunto de atender los clientes.

—¡Ah, no te preocupes! Todavía aguanto un rato más. —Sonrió amablemente, hasta que las mejillas le pesaron una vez más, y no pudo retener la mueca de incomodidad.

—¿S-segura?

En cuanto entró a la habitación se dejó caer sobre el sofá principal. Había terminado aceptando la ayuda de Alexander y ahora estaba en la sala de estar de aquella casa desconocida.

—Claro, sí, seguro, tomaré el turno extra. Ahí estaré. —Casandra entraba a la misma habitación mientras sostenía una conversación por teléfono. Apenas dichas esas palabras, separó el aparato de su oído y presionó su dedo contra la pantalla. Frunció el ceño en medio de su acción y la repitió. —¡Cosa inservible! —Espetó dejándose caer sobre el sillón frente a Celina.

Masajeó sus sienes con la mano hasta que cayó en cuenta de la presencia de la joven.

—¿Está todo bien...?

—¡Ah, Celina! Ni siquiera te vi por estar en la llamada esa, perdón.

—Claro, no hay problema. Noté que estaba batallando con su celular... —Mencionó con la vista puesta en el objeto mencionado. El modelo que traía no era de lo mejor. Con un poco de suerte tenía cámara y teclas aparte de la pantalla.

—Bueno, hay que ahorrar si quiero vivir con lo estable ¿no? —Suspiró con una sonrisa amarga. Entonces Celina le dedicó una mirada de lástima. —Además, cuidar de un adolescente no es fácil...

—Ya me lo imagino...

La oyente menor rió sarcásticamente para sí misma.

Bueno, y luego estoy yo creyendo que mis problemas son serios...

—Por cierto, gracias.

—¿Qué? ¿Gracias por qué?

—Bueno, la verdad aprecio mucho que te tomes el tiempo de acompañar a mi Alexander. —Con dos parpadeos Celina reaccionó al comentario. —O bueno, mejor dicho, agradezco que seas una amiga genuina para él. —En ese momento, desvió sus ojos al suelo. —Alexander quizá no te lo ha dicho porque no lo ve como algo negativo o relevante, pero... Las amistades que tenía en el orfanato... No eran precisamente de buenas intenciones. —Apretó los labios con la indecisión en su mirada y al final se decidió. —No voy a meterme mucho en eso ya que no es mi historia, pero... Sólo quería dejar en claro el porqué de mi agradecimiento hacía a tí.

Ella que escuchaba atentamente las palabras de la mayor, apenas tenía levemente abierta la boca, pues no esperaba realmente una confesión así de Alexander. Aunque tenía lógica.

—Sí, claro, no es nada... Honestamente él también es una gran amistad para mí y lo valoro en serio, así que... Sí, pues eso. No hay mucho que agradecer, en todo caso supongo que yo debería agradecerle a usted por criarlo bien. — Respondió con un poco de nerviosismo por no saber cómo tratar con ella.

—Está bien, no seas tan formal. Puedes relajarte con confianza. —Dejó caer su cabeza para atrás en el sillón mientras extendía los brazos y cruzaba una pierna sobre la otra. —Y bueno, ¿qué le ves a Alexander?

A causa de la repentina pregunta, la destinataria de la interrogación se mantuvo inmóvil.

—¿Qué?

—Vamos, no ves con esos ojos a cualquiera. Sonriendo inconsciente, bajando la guardia y cerca de él todo el tiempo. Eres una adolescente demasiado obvia, aunque bueno, supongo que también debe ser mi sexto sentido ya que puedo ver que no es tu primera vez.

—¿Y-yo? No, de verdad que no, no... —Mordió su labio, avergonzada. —Es solo...

—¡Tranquila! No es como si fuera a decirle todo. —Exhalo con la vista fija sobre la chica. Observó la forma en que estaba tensa y frunciendo los labios. —¿Sabes qué? Está bien, no necesitas decírmelo todo, sé que no tienes malas intenciones. —Celina no pudo evitar relajarse en ese momento, sin pasar desapercibida por Casandra, claro. —Sólo recuerda que siempre tendrás un lugar aquí conmigo ¿sí? cualquier amiga o amigo de Alexander es bien recibido por mi. —Sonrió cálidamente.

Ese momento fue algo natural para Casandra, y era lógico, pues para ella era normal la sensación de confort que emanaba sin darse cuenta, sin embargo para la joven chica que recibió ese gesto de aprecio, fue abrumadora la manera en que se contagió de esa paz.

Aunque no mostró expresión de una inmensa alegría, definitivamente su interior se rebosaba de agradecimiento, calma, alivio y felicidad.

—Eh, Casandra, los panecillos con nuez están a punto de acabarse... Así que no sé... Sí hay más. —Alexander entró a la habitación tímidamente.

—Está bien, ya voy para allá. —Enseñó su característica sonrisa una vez más y el chico asintió antes de irse. Ella se levantó de su lugar y se estiró un poco para despabilarse. Tan pronto como se marchó a acatar la tarea de hornear, Celina terminó sola en aquella sala.

Y aunque el silencio flotaba allí, las emociones que la rodeaban no eran las mismas que en su propia casa.

Podía sentir la conexión familiar que compartían. A pesar de no estar enlazados por sangre, contrario a su propia familia disfuncional que era de todo menos una familiar. Que irónico.

Rió para sí misma al vaga entre sus pensamientos, y al observar su alrededor, elevó sus comisuras.

Después de eso, pasó el resto del día entre más charlas y buenos ratos con aquel agradable par. Una que otra carcajada, muchas sonrisas, Celina había disfrutado esa tarde más de lo que aparentaba.

—Eh... Supongo que ahora debería agradecerte. —El adolescente bajo el marcó de la puerta, se despedía de su acompañante de aquella vez. Los faros de luces eran todo lo que iluminaba la calle solitaria, por excepción de ellos dos. —Ya sabes, por ayudarme a mi y a Casandra con todo, y...

—No, está bien. No fue nada. La realidad es que ya debería ser yo quien te agradeciera a ti. En serio fue lindo pasar al menos por una vez más, una tarde en un ambiente... Más familiar de lo que acostumbro. —Rió amargamente. 

Ante la indecisión por qué responder a aquel comentario, él apretó los labios y desvió la vista un poco.

—Sí, yo también, eh, a mi también me gustó que nos acompañaras. —Confesó, sin que ni uno de ellos notara el tono rojizo que adornó su faz en ese momento. El cual también se plasmó de la misma forma en el rostro de la chica por oír eso.

No se extendió mucho lo que duraron en despedirse, por más que ellos deseaban que ese hubiera sido el caso.

Al igual que el día anterior, Celina seguía repasando sonriente todos los acontecimientos de ese día, entre varios momentos graciosos a causa de algunos pequeños accidentes con la harina. 

Era verdad que últimamente pasaba bastante tiempo a su lado, y cada vez eran más las memorias que formaba en conjunto a ese chico. Y todas y cada una las atesoraba, desde el primer instante en que había recibido de su generosidad.

Quizás... Sólo tal vez y quizás existía una pequeñísima minúscula posibilidad de que... Ella lo quisiera en serio. Como algo más que un amigo o compañero.

Sin embargo no estaba lista para aceptarlo, o al menos no actualmente.

Porque primero quería resolver todos los líos que ya tenía en su vida... Y con el concierto de su hermano estando a tan pocos días, era posible que pronto podría lograr su objetivo de reconciliarse con una parte de su familia.

Paso a paso.

Pensó, y de esa forma, apresuró su paso hasta su morada, con el optimismo creciendo y creciendo... Ojalá que no pasara nada que pudiese arruinar ese ánimo.

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