Capítulo 32. "El Sol"

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—Ok, ¿Cuál es tu color favorito?

—Azul. —Contestó en un instante.

—¿En serio? Te creía un poco más el rojo.

La castaña frunció el ceño.

—¿Por qué creías que mi favorito era el rojo?

—Pues... Me parecía que iba más con tu personalidad.

—¿Ah, sí? ¿Y qué personalidad me veías? —Cuestionó sonriendo, al expandirse el interés en ella.

—Pues fuerte, directa y decidida.

Enarcó una ceja ante tal precisión.

—Y así cualquiera diría que me conoces desde hace décadas.

Alexander rio nerviosamente a mitad de su usual gesto de sobar su propia nuca.

—Al menos así es como yo te percibo.

Celina suspiró.

—Supongo que hasta cierto punto tu perspectiva es verdadera, pero bueno... Siempre he preferido el azul ya que me da cierta especie de tranquilidad y sensación de familiaridad.

—Ohh... —Masculló al prestar atención a su comentario.

—En fin, te toca responder tu propia pregunta.

—A-ah, sí. Verde.

—Vaya, a diferencia de mi, a ti sí que te encaja.

—Aunque más que nada es porque me gustan los árboles y la naturaleza.

Tras unos segundos que Celina se tomó para contemplar el rostro de su acompañante mientras explicaba la razón detrás, volvió a mirar al frente y a pronunciar palabra.

—De acuerdo, es mi turno de preguntar. —Carraspeó para lo que iba a decir a continuación. —¿Qué es lo que te da más miedo? —Se quedó pensando en su respuesta con su mano colocada bajo su mentón. —¿Tanto tiempo te toma pensar en esa simple pregunta? ¿O ahora vendrás con qué no le tienes miedo a nada?

—¡No, no! Es lo contrario... —La penetrante mirada café de la chica, indicaba que seguía curiosa de la respuesta. Preparándose para contestar, inhaló una gran cantidad de aire y habló. —Me da miedo la oscuridad, me dan miedo las alturas, las arañas, las cosas con muchos agujeros, las cosas que son demasiado grandes y me da miedo lo paranormal o cosas sin explicación lógica. —Un parpadeó de incredulidad delató la sorpresa de la adolescente. —¿Y tú?

Ella se volteó al frente con una mirada profundamente seria. Presionó sus labios y adoptó un tono increíblemente serio.

—Le tengo miedo a los perros.

Una reacción de enmudecimiento fue la que se reflejó en el rostro del chico.

—¿A los perros...? —Repitió con tanta incredulidad como la joven había tenido anteriormente.

—Para ser precisa, los perros grandes. —Oyó cerca de ella una risa por lo bajo que trataba de pasar desapercibida, pues era evidentemente un intento de una risa discreta. Sin demorar en notar el responsable, se defendió a sí misma. —¡Hey! ¡Los perros grandes son muuuy peligrosos! ¡Con sus enormes mandíbulas pueden romperte los huesos!

Ya que había sido atrapado, dejó de molestarse en ocultar su diversión.

—¿Sólo los perros? —Exclamó sin parar de carcajearse. —¡Podrías temer a los cocodrilos, tiburones, serpientes o incluso osos! ¿Pero te dan miedo los perros?

—¡No todos! ¡Solo los grandotes que pueden tumbarte y arrancarte un brazo! Además los que mencionaste no me los puedo encontrar en cualquier parte de la calle, en cambio a los perros grandes sí. —Indignada con su mano sobre su pecho, observó cómo seguía con sus risas. —Por lo menos no me asusta un arácnido que fácilmente puedo aplastar con un pie.

Finalmente le prestó atención sin burlarse, listo para defenderse él ahora.

—Esas patudas sí que son mortalmente venenosas.

—Pero no te rompen los huesos. —Formó un puchero y cruzó sus brazos, indispuesta a cambiar su posición de tener el miedo más lógico.

En cuestión de minutos donde el par se mostraba en una pequeña disputa con sus respectivas posiciones de caprichosos, una explosión de carcajadas y risas estalló a mitad del martirizante silencio.

Casi telepáticamente, estaban de acuerdo en que eran absurdos ambos de sus miedos, pero no había nada que pudieran hacer para dejar de temer a ello, así que simplemente podían reír y despreocuparse en el momento.

—Sigo yo, sigo yo. —Indicó, entusiasmado para formular su pregunta. —¿Cuál es tu sueño?

—Mi sueño... Uh, difícil pregunta. —Se concentró en pensar su respuesta, y con la mente fuera de la tierra, no se dio cuenta del gesto que hizo al quedarse pensando. Lógicamente el chico que le prestaba completa atención, sí que se percató y hasta aprovechó la distracción de la fémina, para contemplar los detalles más desapercibidos pero bellos, que se escondían en las facciones y gestos que ella inconscientemente formulaba. —Supongo que... —Suspiró para sí misma, exhalando llamativamente. —Que en el fondo, todo lo que quiero, es un futuro simple. Dicen que uno aprecia lo que tiene hasta que lo pierde, y siento que...

—Que es verdad lo que dice y que ahora solo quieres tener tu vida de vuelta. La vida tranquila con amigas y familia que tenías antes.

Lo ojeó con un deje de sorpresa al oír las mismas palabras exactas que ella tenía la intención de sacar de su boca, antes de que le fueran arrebatadas, claro.

—Es exactamente eso. —Soltó manteniendo su expresión de asombro. —Aunque si tuviera que resumirlo, diría que mi sueño es... Tener un hogar. —Relajó su posición para recargarse contra el mismo árbol que Alexander. — Quizás como ahora mismo... —Tomó una larga respiración que confundió al joven. Especialmente cuando un peso se recargó en su hombro. Desconocía que lo que ella intentaba, era captar con detalle su aroma y esencia que desprendía. Era agradable para su persona la compañía del chico inocente. De esa forma, continuó hablando. —Me encantaría parar el tiempo aquí mismo, ahora mismo. —Por más que Alexander no estaba seguro del motivo completo de esa actitud, pudo darse cuenta fácilmente de la comodidad en la que se encontraba al apoyarse en él. Y para él, le bastaba y sobraba con ser de utilidad a alguien que lo necesitaba.

Fue por ello mismo que eligió permanecer en silencio y conservar la calma que se instaló en cuanto el par se dedicó a mirar el paisaje en un tranquilizante mutismo. La escasa necesidad de decir palabra alguna, fue algo que ambos pudieron captar, y de esa manera, obedecieron a sus instintos de apreciar el momento de paz que compartieron.

—Sabes, Celina. —Habló de forma calma y de acorde al momento. —No puedo asegurarte que soy lo suficiente para ayudarte con tu familia o con tu vida social. —Involuntariamente acató su distintivo gesto de la nuca, cosa que sólo captó más la atención e intriga que le brindaba la susodicha. —Tampoco controlo el destino o hechos, como para prometerte que siempre estaré junto a ti, o que seré tu hogar cada vez que me necesites. —Tal vez esa parte era un poco decepcionantemente cierta, pero era por eso que él estaba musitando aquel... Discurso del corazón. —Y a pesar de que pueda mandarte mis mejores deseos para tu futuro, eso no va a alterar nada en lo más mínimo. —Para finalizar con su intentó de animarla, se dignó a conectar sus profundos ojos claros con la atenta mirada que se posaba en él. —Así que lo único que me queda es ver como te fortaleces al atravesar todas esas pruebas, y decirte que... Bueno. Tengas esperanza. Porque si de dichos hablamos, ya sabes como dicen por ahí. Al final, siempre sale el sol.

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N/A: 

Fun fact: Alexander olvidó mencionar su peor miedo, "lastimar a alguien".

En fin, ¡Les deseo un muy feliz y próspero año nuevo! Este es el momento de cumplir nuevos objetivos y establecer más metas para sus futuros, porque ¡ánimo que sí se puede! <33

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