D O S

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"Tormenta"

Estaba en la casa de Dante, él solía darme de esos paquetes de marihuana que tanto me rescataban de mi ahogamiento, lo mejor de ir a su casa no solo era la droga, si no que quedaba en frente a la de la mansión  Wilson y siempre a esta hora solían salir, me gustaba ver a Juana y Pilar hasta que ayer conocí a Sun y hoy quería verla, lo mejor de esto era que todos volteaban baba y se acercaban a ellas.

Me di vuelta al ver la cara de mi amigo, supuse que ellas ya saldrían.

—woooow, si tuviera la oportunidad iría por Juana—. Exclamó el rubio.

—a mi me gusta Pilar, es chiquita pero no tanto para mi—. Dijo Alexis, el era hermano menor de Dante.

—de verdad son unos simps—. les dije intentando que saquen la mirada.

—¿y vos? ¿a cual le tirarías?—. habló dante.

Me di vuelta de nuevo para ver a las chicas, las primeras dos Peli negras, de ojos celestes, son iguales esas dos, altas y con piernas finas al igual que su torso, que dejaba notarse su pequeña cintura, se veían bien pero en la chica de pelo rubio era más baja, con ojos miel y su cara seria o a veces neutra, no solía sonreír y casi nunca salía de la casa con mucha gente, en ella se veía misterios detrás de esa mirada cansada, me gustaría saberlos . Anoche con lo del puente supe que no era tan oscura como aparenta, que loco ¿ la conocí solo una vez y ya pienso eso?

—la verdad, a la última—. Dije y los chicos empezaron a reír.

—no te daré mas marihuana, te hace mal ¿no vez? Que tiene eso que te parezca lindo o te atraiga, es un manojo de tela que camina con la cabeza baja y aleja a los paparazzis—. Dante empezó a reír.

—la verdad, me parece interesante—Dije

—qué surte que nunca te darían bola porque de verdad, que le ves de interesante no tengo idea—. Volvió a hablar el rubio.

—ya veras que a vos menos te dan bola cuando mas la necesites—. Le dije y le lancé una mirada devoradora.

—no la crees ni tu, ella no es tu tipo campeon—.

—bien, déjenme en paz, de todas formas ella nunca se fijaría en uno como yo—. Exclamé y me di una calada de aire a mi cigarrillo.

Sun

Había pasado dos dias de que leí el último capítulo, hoy debía leer más.

Me levante de la cama a las 16 y la luz de una ambulancia alarmó mi cuerpo.

Me acerqué q la ventana y ahí estaba la ambulancia en la casa de mi abuela, mi única abuela.

Baje las escaleras rapido y fui hasta ahí, para mi suerte ella vivía al lado.

Abrí la reja y como iba sola nadie me miro, que bueno.

Llegue y hablé con la doctora que estaba afuera.

—¿que le pasa?—. Le dije esperando una respuesta.

—estará bien—. Dijo dejándome con la palabra en la boca.

Entre a la casa y tome a mi abuela de la mano.

—abue ¿qué pasó?—. Le dije triste, ella era la única que sacaba mis sentimientos a la luz.

—tranquila mija, solo me maree, ya sabes por la edad, sabemos todos que me voy a morir en poco tiempo—. Esas palabras me hacen tan mal, me desean sacar mi corazón joven y dárselo a ella.

—no, no vas a morir ahora ni nunca mas mientras yo esté acá para evitarlo, no se como pero lo voy a evitar.

La abrace, fui a la cocina a hacerle un té y llame a papá.

—papi—.

—si Rena ¿estas bien?—.

—yo si pa, pero la abuela no.

—¿que?—.

—dijo que se siente mal y vino la ambulancia, le meten puras drogas a su cuerpo para mantenerla viva. papá ella dice que se siente cansada pero de la otra forma.

—Ren, mantéenla ahí, yo estoy acá a unos minutos de casa.

—gracias papi.

....

Fui con la abuela y ella me dio las gracias, le di su té y se lo tomo, enseguida quería descansar, era obvio que esas drogas que le daban le hacían peor.

—ahora va a venir papá a verte—.susurré para no despertarla.

Abrió los ojos y estos brillaron, ella lo quería mucho, mi papá siempre fue el hijo más bueno con ella y dice que yo soy su mini versión así que ella me ama tanto como a él.

Mi abuela me entiende con esto de que me siento sola, entiende que yo no quiera ser como mis hermanas y siempre me defiende de mamá. Así como lo solía hacer mi abuelo.

Me quede toda la tarde del domingo acompañando a mi abuela, no me preocupe por leer otro día el capítulo.

Enseguida llegó papá y abrazo a su madre tanto como pudo.

No me gustan los abrazos, porque con ninguno me hace sentir como debería hacerlo un abrazo.

Pero a este abrazo me uní sin que me llamen.

Nos quedamos los tres ahí en la casa de la abuela, ella sonreía y contaba anécdotas, estás tardes eran las que valían oro.

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