❁La tristeza del príncipe.

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El castillo entero se movilizó cuando vieron al menor de los príncipes correr de sus guaridas por los pasillos, apagando las antorchas a su paso para despistar a los guardias, quienes lo perseguían desesperados.

Michael iba detrás de ellos pese a los llamados de Calum.

El pasillo quedó en la completa oscuridad cuando escuchó un grito, lo que le había pasado a Luke era grave, no lo había visto así de alterado desde que llegó a la isla. O quizás si y como antes no le prestaba atención no lo notó.

Suspiró pasándose las manos por la cara y siguió el ruido de los pasos de los demás, algo le decía que no podía dejarlo solo cuando lo vio en ese estado. Porque las lágrimas que tenía en sus ojos eran reales y el efecto del alcohol se le estaba pasando rápidamente debido al ajetreo, le sorprendió no vomitar en algún macetero, probablemente eso haría enojar a Luke, así que evitó pensar en las nauseas.

—Michael, deja que los guaridas lo busquen.

Calum estaba de pie detrás de él, con una mirada severa. Negó. Decidió ignorar sus llamados cuando echó a correr nuevamente por el pasillo, ya sabía dónde estaba.

La luz de la luna alumbró todo su camino por los senderos y puentes que conectaban los jardines, el viento estaba un poco más frío de lo normal en la isla, normalmente las noches eran calurosas, pero decidió ignorarlo, también decidió ignorar la forma en la que las raíces de las plantas se levantaban cuando corría en dirección al jardín de Luke, haciéndolo tropezar.

Y no le sorprendió que al llegar un enorme muro de rosas con espinas estuviera en la entrada del jardín, no había por donde pasar sin tocar la espinas.

—¡Luke!

Los guaridas de Kristain lo miraron, ninguno sabía si decirle algo o continuar tratando de entrar al jardín sin lastimar los rosales, porque eso iba a molestar mucho al menor de los príncipes.

Cuando intentó dar un paso más cerca, una de las espinas se estiró un poco más en su dirección. Bufó y decidió tocar una de las rosas que tenía al alcance, decidiéndose por quedarse ahí hasta que el rubio decidiera salir o lo dejase entrar, no se iba a mover aunque todas las espinas estuvieran apuntando a él.

Pero no hizo falta quedarse toda la noche esperando o atacado por espinas enormes, ya que descubrió un pequeño agujero entre los tallos, por donde cabía perfectamente y sabe que los demás guaridas lo notaron, pero ninguno se atrevía a entrar, así que él lo hizo.

El lugar estaba oscuro, solo la luz de la luna lo acomodaba en aquel hermoso jardín, así que caminó lentamente por el sendero de piedra que lo llevaría a la fuente de agua, pero antes de seguir avanzando sintió como algo capturaba su pie, escalando por su pierna y dejándolo inmóvil.

—Luke, detente.

Escuchó un bufido y después apareció una luz. Luke llevaba una lámpara de aceite, soltó las enredaderas y lo siguió hasta que llegaron a la fuente, donde se sentó a su lado en la banca de madera.

Llevaba puesta la capucha, así que no veía nada más que sus manos jugando nerviosas en su regazo.

—No debiste venir. —habló cuando Michael abría la boca.

—¿Por qué no?

—Estabas con alguien, vuelve y déjame solo.

—No voy a dejarte solo. Si no quieres hablar está bien, pero voy a quedarme aquí hasta que estés tranquilo—declaró acomodándose mejor en el asiento, pero poco le duró la comodidad.

El príncipe decidió mirarlo, sus ojos estaban brillando, dorados como aquella noche en la que bajaron por las enredaderas, lágrimas de oro caían por sus mejillas aterrizando en su forma translúcida sobre su regazo.

magic and green eyes ❁ mukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora