♦ Bendición sagrada

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Rashta se encontraba en su habitación mirando con el ceño todo lo que había anotado en la hoja

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Rashta se encontraba en su habitación mirando con el ceño todo lo que había anotado en la hoja. Tenía que tener cuidado principalmente con el astuto Duque Elgy y del maldito vizconde Lotteshu, había que ser aún más inteligente que esos dos y ser cautelosa ante cualquier movimiento. Sobre todo, tenía que vigilar al vizconde quien estaría en el banquete de Año Nuevo y donde difundiría que Rashta es su esclava.

Había escrito todo lo que había pasado en los banquetes de Año Nuevo y lo que no debía hacer siendo Rashta; mucho menos copiar el vestido rojo de su querida y hermosa Navier en el evento del día del baile público donde estaría la nobleza y la plebe mezclada. No iba permitir que su personaje favorito sufriera alguna humillación.

En ese momento, Cherini trayendo el té y miro con pena que esa chica tuviera que atender a la odiosa de Rashta.

—Pido disculpas que tengas que ser mi dama de compañía —se disculpó Faith mientras veía como la chica la miraba sorprendida.

—¡No, no tiene por qué disculparse! —contesto Cherini nerviosa.

Antes de que Rashta pudiera decir algo más, Sovieshu entro a la habitación para disgusto de está. Respiro hondo y soltó un suspiro mientras se frotaba las cienes; ver a Sovieshu le causaba migraña y más cuando este se volvió persistente en estar cerca de ella al notar que estaba perdiendo su fuente de afecto.

—Emperador —saludo ella con una reverencia mostrando respeto mientras veía como Cherini salía de habitación para dejarlos solos. 

  «¡No te vayas!»

—No tienes por qué ser tan formal, Rashta. —Sovieshu le sonrió.

«Pues tampoco voy a saltar a tus brazos». Pensó Faith sarcástica.

—Rashta, no se siente cómoda al mostrarse tan cercana al emperador —contesto ella evitando mirarlo a los ojos.

Sovieshu suspiro decepcionado.

—¿Aun no recuerdas los pocos momentos que estuvimos juntos? —pregunto él.

La pregunto hizo que una escalofrió recorriera por la espalda de Rashta mientras negaba rápidamente. Obviamente, tenía ciertos recuerdos de la Rashta original con Sovieshu haciendo cierto ejercicio físico apasionante y era algo que quería olvida por el resto de su vida.

Sovieshu no era feo y el recuerdo malditamente detallado que tenia de él, lo confirmaba al cien, por cierto. Solo que el tipo era un idiota, nada más.

«Gracias por recordármelo.»

—¿Quiere té, su majestad? —pregunto Rashta para romper el silencio que se había situado en la habitación.

—Está bien —acepto Sovieshu sonriéndole—, eres una chica tan buena.

La joven de cabellos plateados quien le estaba dando la espalda al emperador mientras servía el té, hacía arcadas falsas con tan solo escuchar sus halagos. No podía creer que el hombre fuera un completo ciego.

¿𝓢𝓮𝓻 𝓡𝓪𝓼𝓱𝓽𝓪? 𝓝𝓸, 𝓰𝓻𝓪𝓬𝓲𝓪𝓼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora