♦ Príncipe Heinley parte II

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En el primer día del banquete de año nuevo, había dado por sentado que él Emperador bailaría con su concubina y por lo cual, la Emperatriz estaría sola y podría acercarse a ella

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En el primer día del banquete de año nuevo, había dado por sentado que él Emperador bailaría con su concubina y por lo cual, la Emperatriz estaría sola y podría acercarse a ella.

Eso nunca paso.

En el primero momento que el Emperador y la Emperatriz entraron al salón, automáticamente su mirada se posó en Rashta y nuevamente el asombro apareció viéndola esconderse en una columna para que el Emperador no la viera.

¿Qué sentido tenía ser concubina y siempre huir del Emperador? Era algo que los rumores y el comportamiento de Rashta lo confundían. Había mucha contrariedad en todo aquel asunto.

Por lo tanto, su plan no lo pudo llevar a cabo y por curiosidad se terminó acercando a Lady Rashta.

—Veo que le gusta esconderse —dijo sonriente viendo a la joven sobresaltarse

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—Veo que le gusta esconderse —dijo sonriente viendo a la joven sobresaltarse.

—Príncipe Heinley —saludó Rashta mientras él veía su incomodidad—. Rastha no se estaba escondiendo, solo descansaba.

«Ella no da cuenta que la estuve observando para no darme cuenta que se estaba realmente escondiendo». Pensó él mientras notaba la mirada de recelo que la joven le daba. Era bastante raro recibir una mirada así cuando normalmente las mujeres lo miraban de otra forma.

—Supongo que la señorita ya descanso lo suficiente —le sonrió a Rashta esperando a que estuviera complacida y más cómoda con él, sin embargo, fue todo lo contrario—. ¿Quiere hacerme el honor de bailar conmigo? —pregunto él extendiendo su mano mientras la joven se le quedaba mirando su mano aún más con recelo.

Era raro, pero sentía que aquella joven concubina parecía leer sus intenciones o estar alerta cuando está cerca de él. Cualquier otra mujer o incluido la Emperatriz aceptaría un baile con el sin problema. Sin embargo, Rashta parecía pensar demasiado.

—Rashta, no es una buena compañía para el príncipe —declaro ella—. Pronto, tendré que retirarme.

—¿Se siente mal? —interrogó él.

—Un poco —dijo Rashta.

—¿Quiere que la acompañe?

—No —se negó ella rápidamente—. Q-Quiero de-decir, Rashta, se sentirá culpable si se convierte en una molestia para usted —explicó y ese argumento no lo convenció para nada. Si hubiera sido una molestia para él en primer lugar no se hubiera acercado. Quiso insistir, pero la joven no se lo permitió—. ¡Debo irme, que pase una linda noche! —dicho esto, ella camino rápidamente perdiéndose entre la multitud.

¿𝓢𝓮𝓻 𝓡𝓪𝓼𝓱𝓽𝓪? 𝓝𝓸, 𝓰𝓻𝓪𝓬𝓲𝓪𝓼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora