Capítulo 11

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Na Kyum pudo percibir el aroma del té que humeante se posaba junto al plato de Seungho. Siguió con los ojos su mano mientras elevaba la taza hacia sus labios.

-- Gracias, Kim. Puedes retirarte. 

-- Entonces, con su permiso mi señor -- Contestó el hombre, obedeciendo la indicación. Dio media vuelta y comenzó a caminar en la misma dirección por la que habían llegado. 

Na Kyum permaneció ahí, sin saber qué hacer. La fruta en la mesa del desayunador se veía fantástica. Tan brillante y fresca que no recordaba haber visto frutas tan perfectas como esas en toda su vida. Aquella selección tendría que costar miles de wones. Y aún así, no parecía haber probado bocado y medio de lo que tenía en frente. ¿Toda la gente rica era así?

Sintió su estómago crujir por debajo de su camisa. 

-- Ven acá -- Dijo el alfa, mirándolo desde su lugar -- Siéntate

Con la mano libre indicó a Na Kyum la silla que se hallaba al frente de él, al otro lado de la mesa. Había un plato, cubiertos y una taza dispuestos para ser utilizados. 

El chico, sin embargo, dudó. 

-- ¿No vas a comer nada? -- Inquirió su interlocutor 

Sonrojándose ligeramente por la vergüenza y con una mano sobre su estómago, se dirigió silenciosamente al lugar indicado. 

-- ¿Está bien que coma con usted... Señor Seungho? -- Preguntó

-- Adelante -- Dijo él, dando un sorbo de su té 

Haciendo una reverencia ligera, tomó un trozo de sandía, y lo miró por largo rato antes de darle la primer mordida. "Qué dulce" Pensó, admirando el rojo color de la fruta. Seguidamente, tomó un trozo de melón verde, un plátano y un yuzu que despedía una fragancia deliciosa. No podía recordar la última vez que había comido fruta. Era un lujo reservado para sólo unos pocos en aquél mundo. 

-- S-señor... -- Comenzó a decir, después de tragar el bocado -- ¿Por qué estoy aquí?

Eso último lo dijo intentando no sonar demasiado insolente. No quería mencionar la palabra "Secuestro", aunque evidentemente, esa parecía ser su situación. 

El hombre lo miró de reojo.

-- Necesito tus pinturas. Las harás para mi.

Na Kyum tardó un poco en responder.

-- Señor... Y-yo... -- Tartamudeó -- Puedo pintar lo que usted me pida, pero... pero nada como lo que vio en la casa de la madame...

Un par de gotas de jugo se deslizaron por la superficie de la rebanada de sandía sobre su plato

-- Si ese es el caso -- Dijo Seungho, depositando su taza en la mesa y levantándose de su asiento--  ¿Por qué dibujaste aquello cuando nadie te lo pidió, pero ahora que ofrezco que trabajes para mí haciéndolo, te niegas?

El omega se mordió los labios, sin saber cómo contestar, mientras aquél hombre se acercaba a él, con ambas manos en sus bolsillos del pantalón.

-- ¿Me estás intentando retar? -- Agregó -- Un omega sin familia ni techo, que trabajaba en un burdel limpiando baños no tiene el derecho de negarse.

Lo tomó con una mano de las mejillas, apretando su mandíbula con fuerza.

-- ¿Sin familia...? ¿Usted, cómo.... Cómo lo supo? 

Levantándolo con la fuerza de su antebrazo, fue forzado a dejar la silla atrás. El ligero aroma de sus feromonas pareció flotar entre ambos.

-- Tengo los medios para enterarme -- Contestó, de pronto liberándolo de su agarre. Su pulgar había dejado una marca rojiza sobre la mejilla del omega -- Ven conmigo.

De esa manera, caminando por el pabellón rodeado de flores, comenzó a abrirse paso sin mirar atrás. Na Kyum, temeroso, lo siguió como se lo había indicado. Adentrándose en aquella gigantesca casa que no parecía tener fin, y mientras observaba cómo cada sirviente con el que se topaban le dedicaba una profunda reverencia al alfa, éste lo guio hasta una habitación donde no había ventanas, ni muebles además de un caballete, un escritorio y una silla. 

Alrededor de ellos y apostados sobre el suelo en el perímetro del cuarto, reposaban múltiples materiales como amplios pliegos de papel, grandes cuadernos de hoja blanca y gruesa, lápices, gomas de pan,  tizas de carboncillo, pinturas de aceite en cualquier tonalidad imaginable, y una infinidad de pinceles de todas formas y tamaños. Na Kyum observó todo aquello con ojos brillantes y la boca abierta. Como un niño en una dulcería. 

-- Con esto trabajarás, Baek Na Kyum -- Dijo de pronto el hombre, cruzando un brazo sobre su diafragma, con una larga pipa negra en la mano opuesta, de la cual salía un hilo de humo blanco.

La tela satinada de su hanbok modernizado tenía destellos blancos que resbalaban entre la oscuridad de la prenda. 

-- Mi señor... -- Contestó el omega, tomando uno de los pinceles del suelo -- No puedo, mi señor... Se lo he dicho. Lo siento mucho...

-- Y yo te he dicho -- Lo interrumpió el otro -- Que no fue una pregunta. He mandado a traer todo esto para que hagas tu arte,  ¿Y ni así tienes una pizca de agradecimiento? 

Na Kyum se mantuvo en silencio, mirando hacia el suelo.

-- Tu dibujo... y las demás pinturas que tenías guardadas en ese estuche de bambú viejo. Todas me han fascinado. Me es imposible ocuparme de mis actividades nocturnas si no observo antes esas pinturas, Baek Na Kyum.

"Entonces, él tiene mi estuche también..." Pensó, sintiéndose acorralado.

-- ¿Qué debería de hacer? -- Agregó, y se acercó a él, al punto en que sus cabezas se hallaban a milímetros de tocarse. Y para eso, tuvo que inclinarse, compensando la diferencia de alturas entre ambos -- ¿Debería ordenar que te amarren las manos y te cuelguen del techo para ver si así cambias de parecer?

Exhaló el humo de su pipa en el rostro del omega, quien, con el ceño fruncido, hizo una mueca de temor.

-- Usted... Usted no puede estar hablando en serio... No me puede obligar...

Sin alzar el rostro, dirigió sus ojos hacia arriba, encontrándose con la profunda, y dominante mirada de aquél hombre clavada sobre él. Se le erizaron los vellos del cuello.

-- ¿Es eso lo que piensas, Baek Na Kyum? -- Se retiró, dándole la espalda -- Veamos si mañana sigues pensando lo mismo.

Un par de sirvientes que esperaban fuera de la habitación entraron tras recibir una seña del alfa, quien salió dejándolos solos a los tres. 

-- Muchacho, será mejor que no se resista. Sólo debe hacer unas cuantas pinturas hasta que el señor se sienta satisfecho. No es una tarea imposible. -- Dijo uno de ellos, tomándolo de las muñecas para atarlo con una soga

-- No... Suéltenme, por favor. -- Protestó Na kyum, forcejeando para deshacerse del agarre del sirviente -- Si me dejan ir, no los denunciaré con la policía, lo juro. Así que, por favor...

-- Parece que no entiendes, niño -- Contestó el otro interlocutor que ahora lo sujetaba desde atrás -- La policía jamás tocará un solo pelo del señor Seungho. Mucho menos si un omega lo intenta denunciar. Coopere, por favor. No queremos hacerle daño.

Mordiéndose los labios, intentando reprimir la frustrante sensación de la impotencia apoderándose de él, observó cómo ataban sus muñecas por detrás, y no tuvo más remedio que, aterrado, caminar con ellos hasta el lugar donde, de una viga de madera que se alzaba desde el suelo hasta el techo, trenzaron la cuerda de sus manos y lo levantaron en el aire. Sus pies apenas tocaban el suelo con la punta de los dedos. 

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Nota de la autora: Hermoses, siento mucho la tardanza y que el capítulo sea tan corto. He tenido muchas cosas que hacer estos últimos meses. No he tenido tanto tiempo para actualizar los fics. Espero me puedan comprender. Pero quizá la próxima semana haya nueva actualización para compensar lo corto del capítulo. Gracias por leer!!

PINTOR NOCTURNO OMEGAVERSE FICTION - Todas mis batallasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora