Capítulo 17

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Su corazón parecía estallar con cada nuevo empujón que Seungho daba con sus caderas, abrazado por los suaves y níveos muslos de Na Kyum, enrojecidos por la fricción de sus pieles húmedas y desnudas, y el calor del vapor en el ambiente. Tener a alguien más dentro de sí, de aquella manera, era una sensación hasta ahora, desconocida y sumamente extraña para él. Incapaz de pensar con claridad, su mente se concentraba en sus respiraciones agitadas, el cálido aliento del alfa sobre su cuello erizándole la piel. Estaba siendo invadido, y sentía sus caderas abrir paso al vigoroso miembro que empujaba aquellas mullidas nalgas para abrirse paso en su interior. La sangre llegaba atrabancada hacia su entrada en forma de pulsaciones que hacían estremecer todo dentro de sí. Una serie de espasmos en el vientre lo hicieron retorcerse. ¿Eso era a lo que llamaban placer? El enervante tacto de la lengua de su señor sobre sus turgentes pezones lo obligó a lanzar un dulce alarido, ahogado por el sonido del agua que aún caía de la fuente tras ellos. 

-- Te estremeces a mi alrededor, Baek Na Kyum.

Dijo Seungho a su oído, sujetando sus muñecas juntas frente a su pecho. Podría haber jurado que su corazón dejó de latir un momento al sentir las graves notas de su cautivadora voz, que parecía hacer eco en cada pliegue de sus oídos. Un escalofrío recorrió su espalda, contrayendo sus músculos uno por uno como piezas de dominó que caían una sobre la otra. 

Tiempo después de haber comenzado, los labios del omega se hallaban hinchados y enrojecidos. A punto de sangrar. Y aún cuando le dolían, ese dolor era sometido bajo la incesante lluvia de agresivos besos que se cernían sobre su rostro. Mejillas, mentón, cuello, párpados, y por supuesto, en la boca. Era la primera vez que sentía la textura de una lengua que no hubiese sido la suya, y le causaba cosquillas, pero dejaba un rastro de ardiente calor que se esparcía lentamente en todo su cuerpo, como si estuviera en llamas. 

De pronto las estocadas de aquél hombre se habían vuelto progresivamente más frecuentes, y más profundas. Cada intervalo, más intenso que el anterior, lo dejaba sin aliento, y se sentía desfallecer. Su vista se nublaba. El dolor había cedido por completo y había comenzado a mover sus caderas, buscando ávidamente el miembro del alfa cuando éste parecía querer salir de su cuerpo, produciendo fluidos incesantemente, mismos que lubricaban su entrada, ahora completamente acoplada a la forma de Seungho. 

No obstante, su inocencia jugó en su contra pues ignoraba lo que estaba por acontecer. En una embestida final, sintió aquél grueso órgano incrementar su tamaño cuando se hallaba en lo más profundo de su ser, y el dolor hizo presencia nuevamente, esta vez, diferente. Sentía que su interior estaba por desgarrarse, y sus ojos se cristalizaron en lágrimas que de inmediato recorrieron las sienes de su cabeza, escapando de sus cuencas. 

-- ¡AHh-Ah! -- Se quejó, con un llanto entrecortado -- U-Us...ted... ¿Qué..?

Sobrecogido por el cambio, notó que el alfa se había dejado de mover, y permanecía estático entre sus piernas, con la cabeza apoyada en su pecho. Sus cortos cabellos azabache acariciando los pezones del omega. De pronto todo comenzaba a ser más claro, y cuando en su interior sintió el cálido líquido que se esparcía dentro de él, inhaló profundamente. Pero poco o nada podía hacer. Su tórax seguía moviéndose de arriba hacia abajo, como si arrullara al alfa encima suyo, cuyo cuerpo lo cubría con su amplia contextura. 

-- M-mi señor... Mi señor por favor... Sa..Sá-quelo... ¡Me duele! ¡Du-Duele mucho! -- Exclamó, recuperando la cordura. Pero en su interior, aquél líquido seguía fluyendo, y él se sentía lleno. Parecía que el hombre no lo escuchaba. 

Lo último que pudo sentir, fue una impresionante ola de intensas feromonas de Seungho que en un abrir y cerrar de ojos lo abrumaron. Por momentos, tiempo después, pudo percibir el aroma del jabón, y el shampoo. Un suave masaje sobre su cabeza, en la piel de sus piernas y su espalda. En el vientre. 

...

Cuando despertó, una gruesa colcha satinada lo cubría hasta los hombros, y su cabeza se hundía entre mullidas almohadas del mismo material. Con una mano intentó empujar su torso para incorporarse y sentarse en la cama, pero una terrible punzada en sus posaderas se lo impidió, obligándolo a doblarse por el dolor, acostado nuevamente. A su mente regresaron los fugaces recuerdos de la noche anterior. De inmediato su rostro se tornó de color rojo, y con ambas manos se tapó los ojos.  El dolor en su cadera no podía haber llegado de la nada. ¿Qué podía hacer ahora? ¿Sería echado a la calle nuevamente? ¿Podría volver con la madame? ¿Qué pasaría con el contrato que había firmado? La culpa y el miedo se apoderaban de él.  

De pronto un par de golpes en la puerta provocaron que diera un salto de sorpresa en la cama. ¿El sirviente? Sí, debía ser eso. Atentamente observó cómo ésta se abría, pero en su lugar, el hombre con quien había pasado la noche anterior se introdujo en la habitación, examinándolo con su par de intensos ojos ambarinos. 

PINTOR NOCTURNO OMEGAVERSE FICTION - Todas mis batallasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora