Capítulo 20

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Un par de ligeros golpes en la puerta causaron que diera un pequeño salto de sorpresa. ¿Acaso el alfa había regresado? El extraño sentimiento de esperar que fuese él, se mezcló con el miedo que le causaba su imponente presencia. Rápidamente se cubrió el pecho con la bata, y subió la sábana hasta sus hombros. 

-- ¿S-Si? -- Contestó tímidamente -- ¿Es usted, mi señor?

-- Traigo su comida-- Escuchó replicar a una voz femenina que le parecía familiar. 

De inmediato una mujer abrió la puerta. Era una de las empleadas. Ésta entró de espaldas, llevando consigo un carrito de dos niveles donde yacían un vaso de agua y un par de domos plateados sobre dos grandes platos de cerámica blanca que relucían casi tan intensamente como el metal de los domos que los cubrían. 

-- El Señor ordenó que le trajera la comida a la habitación. 

El omega asintió.

-- Muchas gracias... -- Dijo él -- Lamento la molestia...

-- No es nada, es nuestro trabajo de todas maneras -- contestó ella, con una amplia sonrisa.

Tardó un par de segundos más en caer en cuenta de que aquella mujer era la misma que le había prestado el abrigo en la mañana. En la cocina, cuando buscaba al señor para mostrarle las pinturas terminadas. Sus cabellos canos y las pequeñas arrugas en las comisuras de sus ojos también la delataban. 

-- ¡Ah! ¡Usted! El abrigo que me prestó... no sé dónde quedó. Lo siento mucho... Creo que debería estar en el baño. Pero tal vez se haya arruinado con la humedad... -- Confesó Na Kyum, mirando hacia abajo, apenado. 

-- P-pero le conseguiré uno nuevo, lo prometo! -- Agregó, haciendo una reverencia apologética hacia ella. 

-- Oh, niño. No te preocupes por eso. Era un abrigo viejo, y barato. No pasa nada -- Contestó ella, mientras acercaba a él el carrito y disponía, en una mesita plegable, uno de los platos y el vaso de agua.

-- De verdad lo siento... -- Susurró Na Kyum.

-- Dejando eso de lado, niño -- Siguió hablando la mujer -- Me sorprendió mucho cuando me enteré de lo que sucedió. No sabía que además de pintar también tendrías ese tipo de relación con el señor.

El rostro del omega se encendió en rojo. Y alarmado, intentó decir algo, pero sólo pudo balbucear algunas palabras desconectadas. Quería que la tierra se abriera y lo tragara en ese instante.

-- Y-yo... No... Él y yo no... 

Ella depositó una mano tranquilizadora sobre su brazo, y le dirigió una mirada de complicidad. 

-- Quédate tranquilo, aquí nadie juzga nada de lo que hace el señor. Y tampoco a las personas a las que trae -- Comentó -- La mayoría estamos acostumbrados a sus... excentricidades. Además, está en nuestro contrato. Nadie puede decir nada de lo que vea o escuche, y todos los sirvientes somos betas. Una razón más para que no te preocupes.

Na Kyum no sabía a dónde mirar, y tampoco qué contestar. Así que permaneció callado, mirando hacia abajo. Jugando nerviosamente con la tela de su bata.

-- Debes de tener hambre, ¿No es así? Oí que no has tenido una comida apropiada desde que el señor Seungho te trajo con él --  Dijo la mujer, retirando el domo del plato frente a él, que fue precedido por una gruesa columna de vapor con un olor delicioso que se levantaba desde el filete de carne, las verduras y el puré de papas que lo esperaban. Na Kyum lo observó anonadado, y por primera vez desde que había llegado había sentido impaciencia por comenzar a comer.

Después de agradecer con la cabeza a la mujer, comenzó a cortar la carne con avidez. ¿Era carne de res? Sentía que no tenía derecho a estar comiendo algo tan caro. Además, era un corte muy grande. No sabía si sería capaz de terminarlo, y desde ya se sentía culpable. Era raro ver que alguien más lo alimentase con algo costoso. Pero supuso que si lo hacían, era por que podían. Seguramente el hombre tendría dinero de sobra para hacerlo.

PINTOR NOCTURNO OMEGAVERSE FICTION - Todas mis batallasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora