Me encontraba tumbada en mi cama con mi ordenador portátil.
Tras lo que pasó esta mañana con Iván, pensé en Bryan y en que todo este lío podría ser todo culpa de él, ya que el tenía aquella foto que me mostró semanas atrás en la cafetería, y sí, Anna va a averiguarlo y esto no quedará así.
Salí con mi mochila rumbo al instituto tras despedirme de Nicco, que se quedaba en casa. A él no le he dicho nada de lo que pasó ayer, prefiero aclarar todo el asunto del culpable antes que nada.
Llegué aproximadamente en 5 minutos corriendo, y rápidamente comencé a buscar a Dylan.
Entré en el pasillo y lo encontré junto a las taquillas conversando con un grupo de chicos.
Me acerqué a él caminando rápidamente antes de que comenzarán las clases.
-Dylan, ¿Podemos hablar un momento? -- Dije rápidamente. Todo el grupo de chicos se callaron de inmediato y se dedicaron simplemente a mirarme. Una sonrisa de lado se dibujó en su cara.
-Claro.- Afirmó. -Luego os veo. -Le dijo a aquellos chicos que estaban con él. Nos alejamos caminando de aquél pasillo en dirección a las aulas.
-¿Pasa algo? -Dijo parándose en la entrada.
-Emm...No tranquilo, solo quería preguntarte que... que si te gustan las lámparas, eso, sí. ¿Te gustan las lámparas? -Dije totalmente nerviosa al ver a Bryan detrás de mí amigo.
Dylan alzó una ceja y me miró con su poker face Mode on.
-¿Qué?
-¡Genial! A mi también me encantan las mantis religiosas, ¡Son lo mejor con sus patitas delanteras así! - Con todo mi ser empecé a imitar a una mantis religiosa, que seguramente yo parecería algo así como una foca pariendo.
Sonó el timbre de clase interrumpiendome.
-Tengo que ir a clase -Dijo Dylan despacio y mirándome fijamente. -Tu tranquila, después en la hora de la comida me explicas lo que sea que estabas haciendo.
Me quedé mirándolo furiosa. Por culpa de la presencia Bryan no pude preguntarle si tenía en sus contactos el número telefónico de Bryan para poder compararlo con el número que me envió la foto de Iván.
Me despedí de Dylan y caminé hacia la clase que me tocaba ahora.
***
Pasaron tres largas, aburridas, insufribles e interminables horas de clase y salí caminando en busca de Dylan de nuevo, pero la única persona que conocía con la que me encontré fué María.
-¡María, ¡Detente! ¡Por el bien de toda persona! ¡Quieta! -Grité como desesperada por la cafetería corriendo tras mi amiga.
Todos me miraron raro y unas cuantas de Marías se quedaron como estatuas, incluyendo a la María que yo conocía.
-¿Qué pasa? -Dijo preocupada una vez llegué caminando a ella.
-Tu hermano, ¿Dónde está?
-Oh, tuvo que volver a casa, se enfermó en clase y los profesores llamaron a nuestros padres para que se lo llevaran a casa.
-Mierda. - Dije seria.
-Caca. - Dijo divertida, a lo que en seguida dejó de sonreír por mi mirada de asesina.
Me alejé caminando de allí, cuando por mi linda cabeza pasó una idea.
Saqué un bolígrafo de mi mochila y comencé a buscar a Bryan, cosa que no me fué difícil porque siempre estaba en el mismo sitio.
-Bryan -Dije cuando llegué a el. Estaba solo sentado en el suelo tecleando en su teléfono.
-Hola preciosa. - Dijo arrogante.
En seguida me entraron náuseas, pero debía aguantarme si quería que se creyera todo.
-Veras... Me estaba preguntando si...¿ Podrías darme tu número de teléfono para así poder llamarte otro día? - Dije sonriendo.
-Por supuesto -Dijo feliz.
Yo apunté su número en mi mano con el bolígrafo y una vez llegué a la clase que me tocaba ahora saqué mi móvil para compararlos.
Era el mismo número.
¿Enserio este chico es tan idiota?
-Señorita Anna, levante las manos. -Dijo el horrible profesor de matemáticas.
Le maldecí para mis adentros y levanté los brazos por encima de la cabeza, dejandole ver el móvil en mi mano derecha.
Puso una de sus peores caras y me mandó ir a dirección.
Bajé a la planta baja del edificio y me senté en el sillón de la sala de profesores a que el Director viniera a gritarme, como hacía con todo el instituto a menudo.
Aguanté una hora hasta que el señor director se quedara sin voz de gritar tan alto, y me mandó que me fuera a casa durante la hora que quedaba de clase.
Cuando llegué a casa, recibí una llamada de mi padre, avisandome de que volvería a casa dentro de tres días exactamente.
Parece mentira que haya estado tres meses sin mi padre y se me hayan pasado tan rápido.
Oí la puerta abrirse y rápidamente bajé para encontrarme con un Nicco sonriente.
-Nicco.
-¿Sí? -Dijo feliz.
-Tenemos que hablar.
