▬ O1. IRRITANTE PUEBLO

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   Kaus se mordió sus cortas uñas y, debes en cuando, se acariciaba con la yema de sus dedos sus regordetes labios. Se moría de ganas de tener un cigarrillo en su boca pero era muy consiente que a su madre le molestaría demasiado esa acción, sobre todo dentro del auto.

Llevaban ya varias horas viajando y, a ese punto, los tres presentes estaban irritados con la radio así que la apagaron. El único sonido que llenaba el automóvil era la bolsa de papas fritas que la rubia estaba comiendo en el asiento de atrás, y ese sonido ya le estaba produciendo jaqueca.

El pelinegro bajó sus pies del tablero cuando notó a lo lejos un cartel. Se inclinó hacia adelante, como si en realidad no pudiera ver lo que tenía escrito la madera pintada de verde, mientras bajaba sus gafas de sol hasta el final del puente de su nariz.

―Ahí viene, ahí viene ―murmuró con sarcástica emoción, haciendo a su hermana bufar, hasta que el cartel estuvo a solo una metros. ―¡Bienvenidos a Forks, un pueblo en medio de la puta nada, estúpidos! Población tres mil ciento veinte personas, oh por Lucifer, me he acostado con más personas que esas en menos de un año.

―Es porque eres un ninfómano ―respondió con indiferencia la mujer a su lado, quien conducía. La joven de atrás rio.

―Creí que la sádica tortura no era uno de tus placeres, madre ―le habló, ignorando el comentario.

―Yo no te obligue a venir ―se defendió y él bufó.

―Como si te fuera a dejar venir sola al otro lado del mundo ―susurró irritado. ―Aunque tampoco me diste una paleta de opciones, era este pueblo en medio de la nada o Alaska —dio un jadeo. —Oh Lucifer, ¿por qué de repente estoy teniendo tantos deseos de acabar con mi inmortal vida? —preguntó en voz alta con mucho dramatismo.

Era irónico teniendo en cuenta que uno de los mayores miedos de Kaus era a la muerte, curiosamente era un miedo que había desarrollado mientras era inmortal.

―No sé por qué te irritan tanto los pueblos ―comentó tranquilamente Altair antes de meterse una papa en la boca. ―Son tranquilos y silenciosos —habló con la boca llena.

Kaus se quitó bruscamente las gafas de sol y se giró sobre su asiento para mirar con molestia a la menor.

―Precisamente por eso odio los pueblos ―la chica puso los ojos en blanco mientras él se volvía a girar y se puso las gafas para tapar sus oscuros ojos. ―Son tan cerrados, religiosos, conservadores y prejuiciosos para alguien como yo. Tu eres una niña que no ha vivida nada, así que cállate.

―Eres mayor que yo solo por sesenta y siete años ―dijo molesta y su hermano la chito.

―Cállate, niña. Los adultos van a hablar ―respondió cuando vio a Antares hacer un suave gesto con la mano.

KONTROL, a. cullen & j. haleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora