▬ O2. VECINOS

3.4K 430 110
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.






   Kaus tarareó felizmente cuando la cafetera indicó que había terminado su trabajo y tomó la jarra para servirse en la blanca taza de cerámica. Se acercó la humeante bebida a los labios mientras veía a través de la ventana, que había frente al fregadero, el denso bosque verde oscuro.

Le dio un sorbo que al instante escupió.

―¡Este café sabe a mierda! ―se quejó en voz alta, dejando la taza en la mesada, y se movió por la cocina en busca de una servilleta para limpiarse el caliente líquido que se derramó en su barbilla.

Antares entró al lugar y miró por unos segundos a su hijo moverse ansiosamente por el pequeño espacio. Sin decir nada se acercó a la primera alacena que había junto a la puerta y sacó el rollo de papel toalla, cortando una para luego entregarse al menor, quien rápidamente la tomó y se limpió.

―Pronto haré las compras ―le prometió y él asintió. ―Me ausentare, iré a terminar el papeleo para que asistan a la escuela ―explicó y tomó las llaves del auto que había dejado en la isla.

―¿Hablas de separarnos, madre? ―preguntó y se veía perturbado ante la idea.

―No me tardo ―respondió simple y se dispuso a irse pero el asiático la detuvo al agarrarla por la muñeca.

―¿Me avisaras cuando llegues? ―le preguntó con un mohín. Ella se zafó con suavidad del agarre.

―Ya deberías saber que puedo cuidarme muy bien sola ―la expresión de Kaus se volvió indiferente mientras la veía fijamente. En ese momento su parecido podía hacerte creer que eran madre e hijo biológicos. Antares suspiró. ―Sí, te avisare.

Él sonrió complacido y con un gesto le indicó que podía irse, cosa que ella hizo sin añadir nada más. El chico escuchó atentamente las acciones de su madre, salió por la entrada principal y se dirigió directo al auto. Las llaves tintinearon cuando las puso en la llave de contacto y cerró la puerta. El motor se encendió con un bajo ronroneó y la mujer arrancó, alejándose de la casa.

El pelinegro amplió su sonrisa y salió de la cocina para ir a la sala de estar. Por supuesto, allí se encontró a Altair sentada en el sofá de color beige con una revista de moda entre sus manos. Se acercó con pasos largos y le arrancó el objeto.

―¡Oye, estaba leyendo eso! ―se quejó y se puso de pie, arrugó la nariz para demostrar el enfado pero eso la hacía ver más aniñada a los ojos de Sirrah.

Lanzó la revista a la otra punta del sofá y, tomando la mano de Talitha, la comenzó a arrastrar a la salida.

―Vamos a conocer a los vecinos ―canturreó sonando feliz y salió por la misma puerta que Quiang hace pocos minutos.

KONTROL, a. cullen & j. haleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora