▬ 12. GRAN EQUIPO

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   Kaus bajó la mirada a su anillo, con el que llevaba jugando hace varios minutos todavía sentado en la orilla de su cama, y lo miró con pesadumbre. Un silencioso suspiro salió de sus regordetes labios. Esa joya no solo era una reliquia, era una de los objetos más importante para él

Era la insignia familiar, la de su familia. Hecho de plata, con el grabado de unas estrellas. De alguna u otra manera los tres miembros, Antares, Altair y Kaus, terminaban conectados a las estrellas. La astrología siempre había sido su emblema. De ahí sus nombre, incluso sus apellidos.

Antares, "el rival de Ares", la estrella más brillante de la constelación de Escorpio.

Altair, "el águila", la estrella más brillante de la constelación de Aquila. También Mérope, estrella de la constelación de Tauro, y Talitha, "tercero", la novena estrella más brillante de la constelación de la Osa Mayor.

Kaus, "arco", dependiendo de a cuál te refieras, podía ser la estrella más brillante o no de la constelación de Sagitario. Tal vez por eso lo había elegido como nombre, porque él era volátil. Su segundo nombre Arkab, "tendón de Aquiles", al igual que el primero, dependía a cuál te refieras era una estrella gigante o binaria de la constelación de Sagitario.

Él es de signo Escorpio, pero debía admitir que los nombres de Sagitario son mejores.

Contrario estaba Sirrah, "el ombligo del caballo", era más conocida como Alpheratz pero hasta al chico se le dificultaba pronunciarlo, es la estrella más brillante de la constelación de Andrómeda.

Sí, sin duda el clan tenía algo con las estrellas.

Escuchó la puerta de la habitación de su madre abrirse y supo que debía apurarse en entrar en acción. Era bastante temprano, a esas horas tendría que estar durmiendo igual que su hermana después de haberse quedado ayer hasta las tres de la madrugada limpiando el desastre de la fiesta y dormir poco menos de dos horas para ir a la casa de los Cullen.

No querían, obviamente, pero más miedo tenían de discutir una orden de Antares.

Salió casi corriendo de la habitación, temiendo que la mayor huyera al escucharlo. Al salir a el pasillo, en efecto, la mujer quiso huir por las escaleras, pero Kaus se lanzó sobre ella y se aferró a una de las piernas enfundada en unas altas botas, similares a las que había usada hace unos días.

—Kaus, por favor —lo decía con cansancio pero en la voz solo dejó notar un falso enfado.

—Escucha, madre. Sé que no me vas a perdón y te juro que te lo compensare, pero ahora déjame ir a comprarme un auto —levantó la cabeza, mirando a la castaño oscura desde su baja posición con una expresión de súplica. —Por favor. No me meteré en problemas.

KONTROL, a. cullen & j. haleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora