▬ O8. TARJETA

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   Kaus dio un suspiro y, dramáticamente, se dejó caer en la amplia cama de su madre, dejando de ver por un momento como la mujer daba vueltas por la estancia, poniendo sus cosas en el bolso de mano negro que planeaba usar ese día.

―¿Qué te perturba tanto, hijo? ―le preguntó la mayor, sin mirarlo pero muy interesada en la respuesta.

―Este pueblo, madre ―volvió a suspirar. ―Es tan aburrido, ni siquiera puedo ir al bar local a jugar al billar, en este país es ilegal mi entrada a establecimientos donde haya alcohol ―bufó mientras se erguía y se disponía a seguir a la mayor al gran armario. ―Y ni siquiera puedo ir a Seattle porque no tengo auto.

―Creí que a este punto ya tendrías una identificación falsa, Kaus ―respondía la castaña oscura, mirando con atención los percheros.

―Si no tengo auto no voy a poder ir a Seattle y nunca podré hacerme una identificación falsa ―chasqueó la lengua, irritado, pero rápidamente se distrajo. ―Oh, madre. Lindas bragas, ¿intentas seducir a tu jefe? ―cuestionó con una sonrisa burlona mientras jugaba con la ropa interior.

―La única persona que podría seducir a mi jefe eres tú ―contestó y se acercó para arrebatarle el pedazo de tela de las manos, poniéndola de nuevo en su sitio.

―Es cierto, pero también puedes intentarlo, madre —dijo con una coqueta sonrisa. —Siempre y cuando no sea el Cullen —sonaba despreocupado pero era una pequeña advertencia.

―¿Si te compro una mesa de billar serías más feliz? ―preguntó, obviando el comentario del menor.

―¿Y jugar con Altair? No, gracias ―madre e hijo podían escuchar los insultos de la rubia desde el otro lado del pasillo. ―Oh, cállate. Tu puntería es pésima y no controlas tu fuerza, terminarías rompiendo todo ―puso los ojos en blanco mientras su hermana continuaba insultándolo, entretanto la mujer ignoraba eso y continuaba con la búsqueda.

―¿Qué te parece si tú y yo salimos? ―le preguntó, dándole una mirada de reojo. ―Ya salí con Altair, no sería justo que no hiciéramos algo juntos. Sería mañana, esta noche me quedo en el turno nocturno en el hospital ―el pelinegro asintió energéticamente.

―Tal vez pueda entregarte una sorpresa, madre ―la mencionada se limitó a asentir, pero Kaus sabía que ella estaba intrigada.

KONTROL, a. cullen & j. haleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora