▬ 1O. FIESTA

2K 272 63
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.






   Kaus se acercó a Eric y le rodeó los hombros con su brazo izquierdo, entretanto su mano derecha fue al vaso del surcoreano y se lo quitó de las manos. Su amigo estaba claramente bastante ebrio y el británico no iba a permitirle que por ese estado le manchase la ropa al tambalearse con la bebida.

Era un poco irónico que, habiendo desobedecido a su madre, ahora este usando la camisa de mangas largas negra traslucida con estampado astronómico, pero el vampiro era sin duda alguien bastante irónico. Sobre el cuello de su camisa tenía una gargantilla de cuero negra con unos pinchos a los lados y una luna creciente colgando, en sus piernas traía un pantalón de mezclilla negros, uno de sus favoritos, con múltiples cadenas enredadas en su cadera como adorno, y en sus pies tenía sus botas, no muy altas, de grandes plataformas y muchas hebillas color negro, curiosamente brillante.

―Estaba tomando ―balbuceó el chico y trató de tomar el vaso pero su amigo se lo alejó, entregándoselo a Jessica que estaba a su lado.

La chica lo tomó y lo dejó sobre una pequeña mesa que había al lado del sofá. Le dio un tragó a su bebida para evitar reírse de la arrastrada voz de su amigo.

―Mejor vamos por un café ―habló con calma y se lo empezó a llevar a la cocina. ―¡Ya volvemos! ―le dijo a Stanley y ella le levantó el pulgar, para después cambiar de sofá y sentarse al lado de Mike.

Sirrah tomó firmemente los hombros de Yorkie mientras le indicaba el camino, esquivando a las personas y un poco aturdidos por los gritos. Ni que decir sobre la música, sabía que había sido mala idea cumplir el capricho de su hermana y comprar el karaoke.

―¡Tengan cuidado con como tratan a la maquina! ―chilló Altair a unos chicos que jugaban en el Pac-Man y Kaus la buscó con la mirada.

―¡Si la rompen, serán mis esclavos el resto de sus vidas! ―le gritó, señalándolos acusadoramente con el dedo. La rubia se cruzó de brazos.

―Nuestros esclavos ―corrigió y el chico bufó.

El pelinegro decidió ignorarla y retomó el camino a la cocina. Dejó a un descoordinado Eric sentado en una de las sillas que había en la isla y puso la cafetera a hacer café. El olor a café negro comenzaba a llenar sus fosas nasales hasta que otro aroma lo interrumpió.

Perfume caro florar.

Se giró y vio a Alice entrar a la cocina con lo que, parecía ser, su típico andar danzante. Apretó los dientes al ver la vestimenta que tenía, un vestido corto negro con estampado de estrellas y un par de soles y lunas crecientes, las mangas y el cuello eran transparentes, sus botas negras eran increíblemente similares a las de Kaus. Sobre el conjunto traía un largo abrigo negro de terciopelo.

KONTROL, a. cullen & j. haleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora