▬ 14. ALRAKIS

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ㅤㅤㅤㅤKaus suspiró pesadamente mientras su espalda se encorvaba, casi de manera dolorosa, sobre el carro de mercado y se arrastraba con lentitud detrás de Antares. Su madre caminaba con, tal vez, demasiado lentitud por querer mirar cada artículo de los estantes.

¿En qué había pensado cuando aceptó acompañar a la mayor al mercado? Ah, sí, que no tenía opción porque Quiang se lo había ordenado. No es como si él realmente se sintiera obligado, pero se imaginaba haciendo mejores cosas que ésta.

Cosas muy poco puritanas.

Alzó una ceja a su madre cuando ella dejó caer una caja de su cereal favorito en el carro. No estaba seguro de que notara su gesto por sus gafas de sol.

―Altair no estará contenta con esto ―comentó, sacando la caja y mira el laberinto impreso en el reverso, tratando de resolverlo sin un lápiz. ―Odia que coma solo cereales con whisky por días.

―Bueno, peor sería que no comas ―respondió la mujer. ―Al igual que tu hermana, te pones de mal humor sin comida, por más mínima que sea ―su hijo bufó y volvió a dejar su cereal.

―Falacias ―murmuró en voz baja y giró el carro al próximo pasillo, siguiendo la acción de la castaña oscura.

―Antares ―expresó Carlisle al verla, no se veía tan sorprendido como uno esperaba.

Kaus bajó sus gafas hasta el final del puente de su nariz, mirando con disgusto al hombre. Claro que él comenzaba a agradarle, pero no lo suficiente como para alegrarse al verlo, menos cuando trataba tan casualmente a su madre.

Antares se giró levemente y le dio una mirada, suficiente como para hacer que no digiera nada.

―Carlisle, que sorpresa ―el menor pensó que eran graciosas las palabras de la mayor porque la voz no transmitía emoción alguna, pero se distinguió más que nunca el acento mezcla chino e italiano.

Una alegre joven se asomó por detrás del rubio con pasos danzantes y una encantadora sonrisa. Entonces él supo lo que estaba pasando.

Ella los había visto venir. La maldita castaña irritante había orquestado todo.

Se subió sus gafas de sol y un silencioso resoplido se le escapó de sus labios. Estaba haciendo su mayor esfuerzo por comportarse, pero sus ganas de quejarse lo estaban ganando.

―¡Señorita Quiang! No hemos tenido el placer de presentarnos. Soy Alice Cullen ―se presentó la chica extendiendo la mano, parada al lado de su padre.

Al pelinegro se le escapó una fugaz sonrisa cuando la mujer se tardó más de lo establecido en corresponder el saludo. Los ojos café escudriñaron a la vampira, sin embargo eso no desalentó a la contraria. Finalmente tomó la mano y la sacudió con suavidad.

KONTROL, a. cullen & j. haleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora