KONTROL, a. cullen & j. hale

▬ O6. CASTAÑA IRRITANTE

   Kaus estaba en extremo satisfecho con como había quedado su habitación, pero sabía que su madre se abstenía de decir algo al respecto sobre sus extremos gustos mientras su hermana le desagradaba la vibra tétrica que irradiaba el lugar, lo más probable era que evitaría entrar allí, cosa que en realidad él agradecía.

El problema era que Sirrah no era precisamente fácil de despertar.

Altair dio insistentes golpes a la puerta hasta que asumió que eso no sería suficiente, así que abrió y entró a la habitación. No la había visto terminada pero conocía lo bastante a su hermano, además de haber visto de ante mano los muebles y las decoraciones, como para darse una idea muy concreta de como luciría el cuarto.

Había que admitir que el paso de los años no le había quitado la habilidad de sorprender, ni siquiera a los que más lo conocían. Bueno, tal vez a Antares no le sorprendería, en todo caso, no lo expresaría tampoco.

Las cortinas, como había repetidamente prometido el pelinegro, eran tan gruesas que, si no fuera porque Talitha lo recordaba, no sabría donde se encontraba la puerta de cristal del balcón. Por supuesto, las paredes, muebles y hasta el techo eran negro opaco. La oscuridad era tan densa dentro de la habitación que la chica dio pasos con mucha cautela, temiendo chocar con los muebles que de hecho no veía.

―¡Kaus! ―llamó molesta y después chilló cuando se cayó, afortunada fue sobre la cama. El chico se despertó por fin y dio un bostezo. La rubia tanteó en la cama, sin encontrar a nadie. ―¿Dónde está? ―murmuró para sí misma mientras se removía.

Kaus abrió el ataúd, que no emitió ni un chirrido, y se apoyó en su codo para ver a la menor moverse sobre su cama.

―¿Me buscabas, hermanita? ―la voz no sonó tan cerca como ella esperaba y eso la hizo saltar, esta vez cayendo en el suelo. Altair se cansó, con un resoplido furioso, se puso de pie y tanteando el lugar logró dar con la luz, encendiéndola. El chico chilló y se cubrió los ojos. ―¡¿Acaso quieres que quede ciego?!

―Se supone que no duermes en las noches en el ataúd ―se cruzó de brazos, mirando de reojo la vitrina de madera negra con calaveras exhibiéndose.

Las reconoció, eran las mismas que había en su pent-house. Le daba un poco de curiosidad saber el valor sentimental de esos cráneos pero no era lo suficiente como para preguntar.

―Se me dio la gana ―se limitó a murmurar y trató que sus ojos se adaptaran a la luz. Se removió dentro del ataúd, haciendo que las cadenas que lo sostenían en el aire, similar a una hamaca de aspecto más macabro, tintinearan. ―¿Necesitabas algo? ―preguntó con su voz ronca.

―¿Qué si necesito algo? ―dijo irónica y puso los ojos en blanco. ―Tenemos que ir a la escuela, idiota.

―Siempre tan dulce, Altair ―le dio una perezosa sonrisa y se puso de pie con lentitud. Recordó demasiado tarde lo manipuladora que podía ser la rubia cuando las dos botellas de whisky vacías tintinearon al caer al suelo.