Capítulo 10: El lugar al que perteneces

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Elise caminaba bajo las luces tenues y grisáceas cuando se percató de unos pasos que la seguían a la distancia.

La paranoia de ser descubierta por la policía, la mantenía al borde del nerviosismo casi todos los días, desde la partida de las Müller la joven sentía una melancolía profunda y a la vez una especie de alivio. Quizo calmarse a sí misma acelerando el paso discretamente.

No,no estaba siendo paranoica. La estaban siguiendo.

Sus manos comenzaron a sudar al mismo tiempo que un escalofrío recorría su espalda con pequeñas corrientes de adrenalina. Se apresuró, casi corriendo, hasta que vislumbró las luces del burdel. Por un segundo,se sintió a salvo. Dobló en un callejón poco iluminado respirando con alivio mientras se acercaba a la puerta trasera que servía de acceso a la cocina.

El sujeto tiró de la manga de su abrigo con fuerza,la suficiente para hacerla tropezar.

El hombre aprovechó para arrastrarla hacia la oscuridad,mientras ella forcejeaba inútilmente intentando librarse de su agarre. Lo único que conseguía era que él ejerciera más presión sobre su boca,al punto de sofocarla: -¿Me recuerdas...dulzura? - conocía aquella voz cetrina. El aliento a alcohol le golpeó la mejilla sonrosada y húmeda por las lágrimas.

-Por...favor...no.-sollozaba entre hipeos suplicando por su vida- basta...

A partir de aquel suceso,Elise no volvió a pegar ojo cada vez que se iba a la cama. Intentaba dormir pero,simplemente no podía.No con esos recuerdos,esa pesadilla que revivía con cada noche que pasaba.

-Cálmate...cálmate- se decía a sí misma mientras se abrazaba las piernas con fuerza.

Estaba hecha un ovillo contra su cama. A pesar de ser una mujer adulta,se sentía vulnerable, pequeña y frágil,como aquella dulce niña que alguna vez había sido en el pasado. Aquella que aún vivía en alguna parte,sola y asustada dentro de su ser,su pecho subía y bajaba intentando regular su respiración sin ningún éxito.

Si seguía de esa forma,se volvería loca. Tenía miedo.

Elise Du'pont se incorporó en su cama, minutos antes de tomar la desición más arriesgada de su vida. Aunque ¿cuantas veces no había expuesto ya su vida de esa forma? era como si estuviese condenada a vivir sin descanso y errante por el resto de sus días. Como los fantasmas de esos cuentos que tanto le aterraban de niña. No se lo pensó ni un minuto más,tomó el dinero suficiente para sobrevivir varios días sin llegar a llevarse nada más consigo. Comenzaría una nueva vida. Tenía que huir ahora o aquél hombre volvería y la mataría. De eso estaba segura.

Quién más que ella presentía que su trágico final ya estaba escrito,cuando entre la espesa niebla como protectora y los faroles de la calle como únicos testigos, se escabulló hasta llegar a la estación de tren.

En un giro desafortunado y como si el destino le jugara una broma,todo acabó para ella en cuanto tropezó cerca de la vía.

Sólo pudo cerrar los ojos y esperar su inevitable muerte.

Un sonido estridente. Una luz cegadora. La máquina imparable que se acercaba para embestirla.

No deseaba morir ahí.

Nadie la descubriría hasta la mañana siguiente. Su muerte, no había sido un suicidio.

(...)
Joern Lorenz había acogido a la niña y su abuela en su hogar. Comenzaba a tomarle más cariño,como si de un padre amoroso se tratase y es que le sorprendía la capacidad de retención impresionante, que la pequeña Charlotte demostraba para aprender durante las lecciones de piano que preparaba para ella.

 𝐏𝐔𝐏𝐏𝐄   𝑻𝒊𝒍𝒍 𝑳𝒊𝒏𝒅𝒆𝒎𝒂𝒏𝒏 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora