Capítulo 2- Un festival extraño

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Una chica de cabellos negros caminaba por las calles de Japón transitadas por la gente, sus ojos cafés reflejaban cansancio debido a los exámenes que habían pasado, se mantenía con un paso tranquilo pues no tenía ningún motivo para correr al llegar temprano a su instituto. Varias cosas pasaban por su mente, no olvidaba a su amigo de la infancia, después de todo ese chico le mostro el mundo tomando su cálida mano para guiarla; constantemente observaba la palma de su mano con una sola pregunta en mente "¿En algún momento podre tomar su mano?... si es así ¿se sentirá tan cálida como la recuerdo?". Fue el surgir de su primer amistad que en algún momento llego a florecer en un amor infantil, pero, ella creía que aquello era solo un sentimiento pasajero de la infancia, cualquier camino a la felicidad conllevaba un gran sufrimiento... esa desgraciadamente era su ley de vida.

-Oi Kyandī chan- le habló una castaña de ojos azules muy entusiasmada desde la puerta, la pelinegra dirigió su mirada cansada a la chica que mantenía una sonrisa amena.

-Buenos días Maeko Fukui chan- respondió la pelinegra con un pequeño saludo.

-solo dime Maeko, tu no me permites decirte por tu nombre pero yo si- menciono con un puchero mientras ambas caminaban por los grandes pasillos de la institución, era cansado caminar por ellos al tener tantos pisos que incluso pensar en ellos te hacía flaquear las piernas.

El timbre resonó por los pasillos dando comienzo a otro tormentoso día de clases, debía admitir que odiaba su agenda repleta de clases de 12 a 12, su mirada era diferente a la de una chica de quince años normal, la felicidad se había esfumado en conjunto con sus sueños desde que acabo la mala racha de su padre, era la hija mayor y debía de administrar el dinero de su padre como la heredera, le aterraba cumplir la mayoría de edad por el simple hecho de dirigir una gran empresa no solo por la gran responsabilidad que esto conllevaba si no también por trabajar en algo que claramente no la haría feliz, su padre había sembrado una semilla con un sueño que ella no quería dejar crecer pero protestar resultaba inútil, solo con una una vez que protesto se llevo una gran lección.

Su familia había cambiado después de aquella perdida de dinero que no sólo se llevó cosas materiales si no que también la vida de su madre la señora Akiko, una mujer que en todo momento fue amorosa con ella y respetada por muchos; después de la muerte de su madre todo en su familia cambio, los golpes aparecieron como un nuevo lenguaje que su padre dominaba a la perfección, su voz empezó a perder esa valentía que antes poseía.

"Soy una muñeca que le tiran de los hilos..." pensaba la mayor de los Kyandi.

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Las clases habían llegado a su fin, Saki se encontraba caminando por aquellas calles repletas de personas, todo parecía tan normal a diferencia de una idea que cruzo por su tan cansada mente, amaba practicar algún deporte pero después de todo es una humana que se cansa, su cuerpo y en especial su mente exigían paz por al menos una tarde. Su amiga la miraba sorprendida al ver que ella la siguió hasta la calle.

-¿hoy no tenemos club de voleibol?- pregunto Maeko tomando por sorpresa a Saki la cual solamente asintió ante su pregunta -¿Acaso quieres convertirte en una rompe reglas? ¡que mala eres!- exclamo 

Alas rotasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora