Capítulo 38

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Pequeña esperanza

Dante Nielsen

Aterrizo en territorio mexicano sin inconveniente alguno, tengo una junta con una pequeña mafia que se niega a doblegarse para Daniel, lo cual me beneficia, ya que necesito apoyo en todos lados, era más fácil cuando cierta persona se encargaba de los lazos o de la acción, formábamos un buen equipo y así crecimos más, sin dejar de lado la justicia que buscaba.

La muerte de Rosalía es reciente, su familia se mostró indiferente cuando apareció de nuevo en sus vidas y por ello se quedó conmigo a apoyarme, en realidad no hacía nada, la prótesis en su pierna le dificultaba pelear y más si ella no cooperaba para nada, su estadía a mi lado no me sirvió para nada, más que para estresarme.

No sacio mis ganas con nadie desde hace tiempo, si, eh tenido relaciones con varias chicas pero al tenerlas debajo de mí, la mirada inocente que ella me daba cada que me vestía delante de ella o las veces que me besaba, todo se venía a mi mente y me jugaba una mala pasada, con el alcohol en mi sistema solo podía pensar en sus gemidos.

La trampa que planee con el fin de volver a tenerla sin cagarla en el proceso se fue a la borda gracias a la DDS, no tengo idea del por qué sucedió todo eso, Dean es el general de esa organización, no deberían de haber atacado ahí sin él saberlo.

Bailar con ella esa canción con la que identifico nuestra relación fue genial, de adolescente odiaba a mi padre por obligarnos a aprender a bailar, pero gracias a eso pude hacerlo, pude volver a sentir sus labios contra los míos, no entiendo el por qué del que no me halla reconocido cuando me quité el antifaz delante de ella, al inicio eso era lo que quería, que no lograra reconocerme al vestirme como Daniel, pero al ver la confusión en sus ojos, parecía como si estuviera drogada, pero peleaba bien, lástima que nunca ha podido contra mí.

—Señor, estamos por llegar.

Las puertas de la propiedad del cartel de Sinaloa me recibe, es el más grande de este país y estoy por lograr que se una a mí obedeciendo mis órdenes.

Salen una gran cantidad de guardias que revisan cada una de las camionetas que me acompañan y respaldan, me trago el disgusto, ya que por los conflictos que tiene con Daniel es necesario.

—Bienvenido, Tiburón— me saluda el jefe de todo esto.

—Señor Lauro— nos saludamos de apretón de manos.

—Pase, sea bienvenido.

Nos adentramos hasta su sala de estar, donde se denota lo mexicano por todos lados, cuadros y estatuas de caballos y gallos, muebles de madera, manteles bordados.

—Déjeme presentarle a mi hija y a mi mujer— sonríe orgulloso presentando a unas chicas que parecen ser de la misma edad— Ella es Samanta, mi mayor orgullo.

La que supongo es su hija me saluda con un asentimiento de cabeza.

— Y esta es Rosa, mi mujer— su nombre me recuerda a aquella chica con la que me divertía y terminé matando.

La mujer es más atrevida rodeándome con un abrazo y un beso en la mejilla que no correspondo por la falta de respeto.

—Eh escuchado mucho de usted, es un honor que se nos una— casi río ante lo que dice, ellos son los que me van a servir, no yo a ellos.

—¿Qué le parece si le muestro mi pueblo por hoy y mañana organizamos todo?

—Tengo cosas que hacer.

—Solo será un día más.

Tengo una reunión importante con la chica que me hace de informante, es una de las tantas que rescatamos hace tiempo, está muy agradecida conmigo como si yo hubiera hecho todo. Actúa indiferente ante mi chica, según lo que me dice, la última vez andaba por donde viven, tuvo que contenerse tal cual se lo indiqué, trabaja para mí sin que nadie lo sepa, no trabaja por seguridad o dinero, ella sabe que nada le pasará por el respaldo de su tía, aún así me encargo de que su familia esté protegida, no confió en Daniel, por ello no despego el ojo de esa familia, porque ellos son un conecte.

Virgen De La Mafia 🔪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora