Habían pasado cerca de 10 días desde que Kim Taehyung había terminado el retrato, es decir, 10 días desde el primer y último encuentro que tuvo con el señor Jeon. En el transcurso de esos días, contactó al señor Kim para pedirle la dirección del pelinegro; y, tan pronto como la obtuvo, le escribió, haciéndole saber su dirección y los horarios en los que estaría disponible.
Había decidido dedicarse más a fondo en la danza, al final, gracias a ella conoció al pintor. El motivo por el cual no se dedicaba de lleno a ella, principalmente, se debía a los prejuicios del pueblo. "¿Cómo un joven tan apuesto se puede dedicar a algo tan afeminado?", había escuchado un día que dejaba el teatro donde solía practicar pasado el horario de cierre.
En su lugar, se dedicaba a los negocios, justo como su padre. Creía que de esa manera el odio de este hacia el rubio disminuiría, y lo hizo durante un tiempo hasta que tuvieron que coincidir en una negociación.Sin embargo, su sorpresa fue grande al recibir la respuesta del señor Jeon, donde mencionaba que también era libre de escoger el espacio a fin de que se sintiera en confianza y pudiera ser él mismo. Se sentía entre la espada y la pared. Con el señor Kim, todos los retratos que hizo de él se habían llevado a cabo en su estudio, con las indicaciones que el pintor le decía. Y ahora viene un joven pelinegro a pedir retratarlo, pero sin darle condiciones a ello, sino que pidiéndoselas.
Tardó en responderle cerca de dos días, pues pensaba a detalle sobre la respuesta que le daría. No quería que fuera en su hogar, pero tampoco sabía de un lugar donde pudiesen trabajar cómodamente; y proponer ir a casa del pelinegro no era una opción ya que se sentía nervioso de tan sólo pensarlo.
La noche número 8 decidió a qué lugar irían luego de pasar toda la tarde observando los árboles de su jardín mientras llovía. Recordó la pequeña cabaña a las afueras del pueblo, aquella que pertenecía a su madre y su abuela se encargaba de llevarlo cada cumpleaños. Creyó que el lugar sería perfecto, pues además de estar en total libertad con el pelinegro, aprovecharía en hacerle frente a sus malos recuerdos.
Fue entonces que le escribió al señor Jeon la carta donde le pedía que por favor se vieran en su hogar en dos días y que posteriormente él los llevaría a ese lugar.
Ahora, miraba el reloj en su muñeca. 9:13 am. No debía faltar mucho para que el pintor llegara a su domicilio, y lo confirmó cuando escuchó la campanilla en la planta inferior.
Bajó las escaleras con más prisa de la que hubiera deseado, en cuanto llegó a la puerta acomodó sus prendas y acomodó su cabello, asegurándose que todo estuviera en su lugar. Abrió la puerta y se encontró con aquel hombre, tan elegante como la primera vez que lo vio.- Señor Jeon, me da gusto verlo -. Saludó con una ligera reverencia.
- El placer es mío, joven Park. ¿Dónde está ese lugar del que me habló?
- A las afueras del pueblo, espero no le moleste.
- Para nada. Adelante, vamos -. Y, de manera inesperada, le tendió el brazo a Jimin para que lo tomara y caminaran juntos.El rubio dudó, pues no era demasiado común que dos hombres caminaran tomados del brazo, pero parecía no importarle al hombre que seguía esperando que le correspondiera, así que lo tomó y emprendieron su camino hacia la cabaña de la madre de Jimin.
Cerca de 40 minutos después, llegaron a tal lugar. Durante el camino conversaban de cosas realmente banales, a diferencia de la conversación que habían tenido cuando se conocieron, pero sin dejar de entretenerse con el otro.
- Hemos llegado -. Dijo el rubio, separándose del contrario para poder abrir la puerta principal, no sin antes decirle algo más al pelinegro: - Espero que esto no cambie su perspectiva de mí, señor Jeon.
Aquellas palabras resonaron en la cabeza del mencionado, que en ningún momento posterior a ello quitó sus ojos del rubio frente a él. Una vez que estuvieron dentro del recinto, se dio el tiempo de inspeccionar con sutileza el lugar y lo que captó su atención fue el pequeño altar que se encontraba en una esquina.
Se acercó más y, cuando pudo ver con claridad, se dio cuenta que se trataba de una mujer. Al prestarle atención a su rostro, no tardó en adivinar que era la madre del rubio.
- ¿Es tu madre? -. De nuevo había dejado a un lado los honoríficos, pues estando a solas con Jimin se sentía realmente cómodo.
- Sí... falleció al darme a luz, cada cumpleaños vengo a verla... no sé por qué me pareció correcto que trabajásemos aquí, aunque puede elegir algún otro si...- No, tranquilo, es perfecto -. Lo miró sobre su hombro y le sonrió.- Eres igual de hermoso que ella, me habría encantado conocerla.
- A mí también... -. Soltó un débil suspiro, el pelinegro notó que era un tema delicado que tocar, así que prefirió desviarlo a lo que realmente habían ido ahí.
- Bien, ¿te parece si comenzamos? -. Preguntó mirándolo fijamente.
- Me parece perfecto, señor Jeon.
- Jungkook.
- ¿Perdone?
- Ya habrás notado que sólo uso honoríficos cuando hay gente alrededor, siéntete en la libertad de hacer lo mismo y llamarme por mi nombre -. Le respondió mientras comenzaba a sacar sus materiales y acomodar el lienzo.- Mientras te acomodas, iré a cambiarme, no tardo mucho.
Sin más, desapareció escaleras arriba, dejando al rubio un tanto confundido, aún más que antes. Decidió dejarlo pasar por alto y relajarse en el sofá junto a él, justo frente a su madre, y le susurró:
- Madre... sé que no me conoces ni yo a ti, pero te extraño muchísimo, me haces tanta falta. Espero que donde sea que estés, me conozcas y me quieras como yo lo hago.
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El Retrato de tus ojos (Jikook)
General FictionPark Jimin es un bailarín inseguro, aislado de la mayoría del pueblo, hasta que le presentan al pintor Jeon Jungkook, quien influencía su vida de una forma que le hace sentir libre. - Parece que siempre consigue lo que quiere, joven Park -. Lo enfre...