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Gojo, tiro el celular y lentes al asiento de copiloto, encendió el auto. Habían tenido una reunión de profesor un sábado, un maldito sábado y por la noche, era de lo peor. Arranco, saliendo del estacionamiento, el semáforo rojo lo obligo a parar, suspirando con cansancio. ¿Es que acaso tendré la mala suerte de los semáforos en rojo?. Su celular vibro, ni siquiera quería ver de quien se trataba, apretó un botón en el volante, aceptando así la llamada. Por lo menos quedo conectado al bluetooth.

<<-Satoru...->> miro el celular, en el asiento, por unos segundos. Era Yuji, pero algo no andaba bien. Podía escuchar los hipidos, quejidos dolorosos. Estaciono el auto a un costado y tomo el celular.

<<-¿Yuji? ¿Estas bien? ¿Sucedió algo?->> Esta llorando. Apretó el celular entre sus manos. <<-Yuji->>

<<-Necesito... mi abuelo, esta muerto.->> un quejido bajo se escucho. <<-Esta muerto... el, todo... todo fue mi culpa->> el pecho se le contrajo, no quería desesperarse pero nunca había pasado por este tipo de situación, tal vez cuando llamo ese día a Toji, el se sintió de esa misma forma. 

<<-Estoy seguro que nada es tu culpa, Yuji, nada de esto es tu culpa->> se sentía completamente estúpido, el mismo quería llorar. <<-¿Estas en tu casa?->> conecto el celular altavoz del auto y comenzó a manejar, sorbió su nariz. El chico había dejado de hablar pero podía escucharlo, su respiración, su llanto. <<-Yuji...->>

<<-Estoy en casa->> la llamado se corto, apretó con fuerza el volante, subiendo la velocidad, era imprudente pero necesitaba llegar rapido. Marco como pudo en su teléfono el numero de una ambulancia.  

En cuanto vio la casa de los Itadori, bajo sin siquiera sacar la llave. La puerta no tenia seguro y paso directamente, el corazón le latía con rapidez, paso por la cocina y no paró hasta llegar a la sala. Lo siguiente que vio le rompió el corazón, frente a el, apoyado en el pie del sofá, abrazando el cuerpo de su abuelo, Yuji lloraba entre quejidos desordenados. Se agacho a su lado, tocando su hombro. 

-Yuji... Yuji, estoy aquí.- el chico balbuceaba cosas que no entendía. Ni siquiera lo miraba, poso una de sus manos en la contraria. -Yuji.- finalmente lo miro, con esos ojos avellanas rojos e hinchados, lagrimas gruesas cayendo con violencia. 

-No, no..- lo alejo del cuerpo, tomándolo con fuerza entre sus brazos. 

 La sirenas no tardaron en hacerse escuchar, las luces rojas y azules fluorescentes. Un hombre junto a una mujer con uniforme celeste se acercaron a ellos, revisando a su abuelo. Yuji sostenía con fuerza la mano de su abuelo y cuando lo hicieron soltarlo, sintió como si una parte de el le fuera arrancada, justo como había sucedido años atrás. Su respiración se hizo lenta, mirando todo en cámara lenta, lo tomaron del brazo para ponerlo de pie pero el no tenia fuerza, no quería tenerlas. El mundo se oscureció a su alrededor, por un momento creyó ver a su abuelo junto a sus padres. 

Ryomen, estaba realmente cómodo entre los brazos del pelinegro. Quería quedarse así para siempre, pero debía volver a casa, su abuelo lo estaría esperando con el discurso habitual de porque no aviso que volvería tarde. El sonido de llamada de su teléfono, lo termino por despertar, se apoyo en su brazo, mirando con desconcierto el numero desconocido. 

<<-¿Hola?->>  su voz sonaba ronca, aclaro la garganta. Escuchaba muchas voces y ese pitido conocido. 

<<-Ryomen->> esa voz pertenecía al profesor albino, termino por sentarse en la cama, haciendo que Megumi despertara. <<- Soy Satoru Gojo, profesor de tu hermano. Escucha, necesito que vengas al hospital metropolitano, tu abuelo...->> no era necesario terminar de escuchar la noticia, no pudo suprimir sus lagrimas. Finalizo la llamada, arrodillándose en el piso, sus manos tomando con fuerza su cabello. Quería volver en el tiempo y quedarse en los brazos de Megumi, donde su abuelo seguramente estuviera durmiendo y su estúpido hermano preparando la cena. 

OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora