Prólogo

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La destemplada voz de Albus logró despertar a su amigo y compañero de habitación. El rubio platinado se levantó, y en lo que sobaba su ojos bostezó saludándolo.

—Si no te levantas mi prima pronto estará enviando mensajes con cualquier hechizo para recordarte la fecha —advirtió el Potter que se hallaba en Slytherin.

Scorpius volvió a caer en la cama, era cierto, ese día cumplía años Rose Granger-Weasley y quedaron de celebrarlo en Hosgmeade.

Después de su aventura con Delphini Riddle se habían acercado convirtiéndose en buenos amigos, tanto que en los últimos meses, después de insistirle tanto, la pelirroja accedió a salir con él bajo lo que ella denominó «amigos con derechos», una relación abierta con bastantes altibajos, pero a la que Scorpius dijo que sí porque era el primer paso para poder convertirla en su esposa, como lo soñó desde que la vio con Albus en el tren que cada año los llevaba a Hogwarts.

Además, ese tipo de noviazgo no le disgustaba porque le otorgaba la libertad de disfrutar las vacaciones con otros que no fueran los hijos de la tía Daphne, sus abuelos que a pesar de todo lo vivido seguían creyendo que los sangre sucia no debían existir, o los molestos amigos de su padre.

Sonrió recordando la manera como Draco secundaba sus excusas para no obligarlo a permanecer en la casa cuando de reuniones familiares se trataba. Siempre le daba su espacio, apoyaba sus decisiones si las veía acertadas, guardaba un hermoso recuerdo de las enseñanzas de su madre Astoria, y en la medida de lo posible seguía protegiéndolo de las habladurías que aún persistían sobre su origen.

Scorpius comenzó a sentir sueño de nuevo, el cansancio ocasionado por la preparación de los TIMO se evidenciaba cada vez más en su cuerpo, eso sumado a que —como buen amigo y "novio"— debía acompañar a Albus y a Rose a las prácticas de Quidditch, las cuales le aburrían en demasía. Su cuerpo entró en ese letargo tan acogedor que el calor de las cobijas y la comodidad del colchón de la cama le propiciaban; poco a poco la voz de su amigo se hizo distante, le conversaba sobre como la chica Ravenclaw de séptimo año había aceptado su invitación. Un logro para Asp que sentía una fuerte inclinación por las mujeres con más edad que él. No lo comprendía, entonces se acordó del beso que Albus le dio a Hermione para poder distraerla cuando se hizo pasar por su tío Ron, tal vez esa era la razón de aquellos gustos.

—Rey Scorpius ¿debo sacarte de los brazos de Morfeo como a la Bella Durmiente?

El cálido aliento de alguien sobre sus labios le asustó abriendo los ojos de inmediato, su cara se calentó para, de un empujón, retirar a Albus de encima suyo. La carcajada del pelinegro le llenó de coraje, el corazón le latía como si acabara de correr un maratón, su cuerpo temblaba sin tener clara la razón, y otra parte de su anatomía se irguió como respuesta al estímulo recibido.

—¡Apúrate! En quince minutos nos vemos en el Gran Comedor para que aprovechemos los primeros carruajes, no quiero caminar —el rubio asintió con la cabeza, Potter lo observó y abrió la boca como para preguntar algo, pero al final repitió lo dicho—. Quince minutos y ya pasaron dos.

Al quedar solo, Scorpius se levantó para salir corriendo al baño, al menos sabía que la mayoría estarían desayunando y así no tendría que dar explicaciones o aguantar burlas por su estado. En la ducha abrió el agua fría para meterse sin importar mojar su pijama.

¿Qué carajos le había pasado?

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