17. Un error más

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—¿Sabes? No me parecería tan hilarante si no te hubieras acostado con su padre —acotó Lisa llevándose la botella de agua a los labios. Jimin la observó apaciblemente, sin siquiera ser capaz de sentir vergüenza. Él como que se merecía ser el hazmerreír de sus amigos últimamente.

Había pasado la últimas tres semanas intentando convencerse de que no le gustaba Jungkook, pero después de todo el tiempo que pasó ayudando al chico a preparar sus exámenes de fin de semestre difícilmente podía decir que lo que sentía era solo algo de curiosidad. En su defensa, si algo podía decirse, toparse con el lado menos arisco del menor, el lado agradable e incluso un poco infantil, había terminado de crúzale los cables en la cabeza. Jungkook había pasado, en cuestión de meses, de ser el idiota inservible de primero a ser esa pesadez ansiosa en la boca de su estómago y, eventualmente, la sensación cálida que venía después del escalofrío que recorría su espalda cada vez que el castaño lo rozaba por accidente.

Yoo lo había notado una tarde sin que él pudiera negarlo siquiera. Jungkook y Jisoo estaban en la sala de estar viendo películas, Jimin estudiaba en el desayunador y no podía evitar voltear la mirada cada tanto. Su semblante debe haberse parecido bastante al de un perro empapado por la lluvia, porque el mayor se detuvo apenas delante de él y dijo con una paciencia bien practicada "de todos los hombres que pudiste elegir, elegiste al que ni siquiera voltea a verte". Hizo un gran esfuerzo para que sus mejillas no se volvieran rojas y calientes, pero una vez que el castaño desapareció entre la penumbra del pasillo no hizo más que tomar sus cosas y marcharse a casa. Yoo no había vuelto a llamar sino un par de días más tarde. Jungkook no estaba en el departamento.

—Yoo debe odiarme —dijo tiempo después. Lisa movió la cabeza meditativamente.

—No. No puedo imaginarlo. Probablemente odie más a su propio hijo que a ti.

—Eso no lo hace mejor.

La pelirroja estaba a punto de responder, pero se detuvo una vez que su vista se enfocó en la puerta del salón. Jimin, al ver su expresión, volteó rápidamente. En el marco de la puerta estaba de pie Jungkook, con una sonrisa radiante y la ropa desordenada. En izquierda traía una bolsa de la cafetería, y en la derecha algunos papeles. Las piernas de Jimin se movieron antes de que él lo pensara, y casi pudo escuchar la risa de Lisa a sus espaldas.

—Hey —dijo sonriendo una vez que llegó al lado del menor. Jungkook amplió su sonrisa y le entregó la bolsa. Jimin la tomó, sintiéndola tibia a la mano.

—Son croissants de chocolate —comentó como si fuera toda la explicación que el rubio necesitaba. Y sin embargo ahí estaba Jimin, con el estómago revuelto. Así que Jungkook sí prestaba atención a algunas cosas.

— ¿Por qué me estás regalado comida?

—Porque —comenzó a decir y luego alzó los papeles que traía en la mano, tratando de ordenarlos para que Jimin pudiera verlos. En las esquinas se formaba una secuencia se ocho a diez, ordenada de mayor a menor — no tendré que repetir ninguna materia el semestre que viene gracias a ti.

Si Jimin hubiera estado menos nervioso y sus pensamientos hubieran fluido como normalmente lo hacían, tal vez hubiera sabido que hacer o decir sin parecer demasiado raro. En cambio la única acción que sus brazos y manos pudieran coordinar fue empujar levemente la cabeza del menor mientras le desordenaba el cabello, para luego agregar un escueto "felicidades". Cuando la vergonzosa escena terminó Jungkook seguía sonriendo, tal feliz como lo estaría un cachorro tras ser premiado por su amo. Jimin deseó no haber tenido esa imagen.

—Ven a celebrar con unos compañeros —pidió el castaño mientras metía sus cosas a la mochila. Jimin hizo una mueca un tanto incómoda y Jungkook rió—. Prometo que no será tan aburrido.

—Sí. No estoy tan seguro de que tú y yo concordemos en nuestras deficientes de diversión.

El rostro del castaño comenzó a volverse de un tono rojizo y Jimin no podía decirse entre reír o retractarse. Así que simplemente aceptó no demasiado seguro.

—Entonces te envío la dirección.

Jungkook se alejó luego de despedirse con una ridícula reverencia.

Lisa se apoyó en la pared junto a él, mientras Jimin veía al menor alejarse hasta desaparecer en el largo pasillo de la faculta. Estaba siendo tan tonto. No habían bastado todos los malos ratos que tuvo por obsesionarse con todos los chicos incorrectos. No, él iba y, una vez más, tomaba todas las malas decisiones, todas las que acabarían haciéndole daño.

—Me parece que aún estás a tiempo de tomar distancia.

Jimin rio sin ganas. Había estado a tiempo hace un mes atrás, quizás incluso la semana pasada. Pero Jungkook había volteado a mirarlo, había tomado cinco insignificantes minutos de su vida y había ido a buscarlo para darle las gracias. Él no había esperado encontrárselo de casualidad para decir un insípido gracias. Le compró comida, lo buscó y luego lo había invitado a salir. Probablemente estaba siendo el adolescente estúpido que tanto se esforzaba por dejar atrás, pero no podía evitar sentirse emocionado cada vez que el castaño le prestaba la más mínima atención.

Lisa suspiró con gracia.

—O supongo que no. Sé honesto, ¿cuántos años tienes? Maldito idiota hormonal. Te haría bien empezar a pensar con la cabeza.

Jimin sonrió casi burlándose de sí mismo.

—Un error más no va a matarme.

SUGAR BABY | Kookmin [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora