Jungkook comenzaba a ser una molestia. A él no solía interesarle demasiado la vida de las personas que lo contrataban, por lo que preocuparse por si tenían o no hijos estaba fuera de sus límites. Incluso, de vez en cuando, si la persona era suficientemente atractiva, ni siquiera preguntaba si tenían pareja. Pero ver todos los días al hijo de Yoo, tolerar sus miradas poco disimiladas y los comentarios malintencionados en clase lo estaban haciendo perder la paciencia, y Jimin se consideraba una persona muy paciente. Si él tan solo pudiera ir y golpearlo hasta que el niño se quedara sin ganas de seguir juzgándolo, lo haría sin pensarlo. No creía que Yoo fuera a estar contento cuando lo descubriera, pero no sería él mismo si hiciera solo lo que hacía feliz a Yoo. Y la verdad sea dicha, en los últimos días lo que hacía feliz a Yoo, o lo que dejaba de hacerlo, lo traía sin cuidado. Después de todo él había engendrado al idiota. Era su responsabilidad. Sí, en definitiva lo que el mayor quisiera no era su problema y no lo haría pensar en una solución diferente. En cambio, tal vez lo haría la estatura y complexión de Jungkook. Pensar en golpear a Jungkook era satisfactorio, imaginarse haciéndolo le parecía hilarante. Quizá podía encontrar una solución más civilizada. Al menos por el decoro público.
No podía descifrar qué era, con precisión, lo que le molestaba tanto respecto al menor. Las miradas que le daba y los comentarios poco oportunos que recibía de su parte no eran nada nuevo, siempre había un par que creían ser lo suficientemente listos como para hacerlo sentir vergüenza de sí mismo. En general lo enfrentaba con agudeza o lo pasaba por alto, pero no podía dejar de pensar en cómo Jungkook cambió su actitud hacia él después de la fiesta. Antes había sido amable y participativo en clases. No había visto molesto cuando escuchaba los comentarios sucios de sus compañeros. Y ahora siempre parecía hastiado de sus tutorías, lo miraba con desdén y parecía estar de acuerdo con los comentarios que solían molestarle. Tal vez era sobre perder la devoción de la gente. Tenía que aceptar que esa era una de las cosas que le molestaban, pero había algo más. Negó para sí mismo. Era ridículo. ¿Algo más? Pensó con fastidio. Qué más podía ser. Para él una parte importante de dar clases era tener a sus alumnos de su parte. Eso era todo. Eso y tener a un idiota dando vueltas por la universidad diciendo mierda sobre él.
Miró a Yoo. Ojeaba la carta de vinos con parsimonia mientras tarareaba una canción por lo bajo. De vez en cuando hacía este tipo de cosas. Se aburría de la vida de soltero y lleva a Jimin a algún lugar aburrido y costoso, donde el rubio fingiría tomarse su tiempo para elegir el almuerzo y luego soportaría la charla casual solo la cantidad suficiente de tiempo antes de proponer un panorama diferente. Algo que hacía sin esfuerzo, porque, a fin de cuentas, era parte de su trabajo. Y porque después de conocer a Yoo por un par de años era fácil leerlo y saber que él tampoco quería estar ahí. Sin embargo, después de largas semanas de tener que soportar a Jungkook, solo quería ser un chico lindo que iría a un elegante restaurante y miraría por la ventana una contada cantidad de veces.
El hombre pasó sus ojos de la carta de vinos al rostro de Jimin, y Jimin sintió que se congelaba en el asiento. De pronto era como si fuera Jungkook quien lo miraba, con esos grandes y brillantes ojos cafés. Suspiró pesadamente y evitó hacer contacto visual con Yoo. Si tenía que ser honesto, y Jimin procuraba ser honesto consigo mismo al menos un par de veces a la semana, Yoo y Jungkook tenían un parecido aterrador. No era solo un parecido físico, sino que algo en ambas personalidades mantenía a Jimin alerta en igual medida. Había en ellas una mezcla justa entre crueldad y benevolencia que se reflejaba en cada uno de sus actos. Sin duda Jungkook había sido lo suficientemente cruel para atacarlo reiteradas veces con preguntas maliciosas delante de la clase, pero había sido benévolo al decidir no llamarlo una perra abiertamente. Para Jimin una situación de cincuenta-cincuenta, sin duda lo había tenido peor en el pasado.
Yoo observó a Jimin con atención y sonrió para sí mismo, divertido con la situación. Él no era tan audaz como para decir que comprendía a Jimin, pero había aprendido un par de cosas. Al menos sabía lo suficiente como distinguir los momentos en los que debía presionar, de aquellos en los que era mejor mantenerse alejado. Esa tarde no estaba demasiado seguro. Tal vez era su propio humor el que no lo dejaba pensar con claridad.
ESTÁS LEYENDO
SUGAR BABY | Kookmin [EN EDICIÓN]
Hayran KurguJimin es el chico de acompañamiento más solicitado de su empresa. ¿Qué pasará cuando se enamore del hijo de uno de sus clientes?