25. Quédate

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No había sabido amar. Si en el momento de lanzarse al vacío hubiera tenido la fuerza de creer firmemente en la realización de su deseo, hubiera volado hacia arriba a reunirse con su estrella.                                                                                                                                                 —Herman Hesse: Demian

El cuarto de Jimin gritaba su nombre. Las paredes blancas, las persianas a medio correr, los estantes repletos de libros. Ah, los libros. En la mesa de noche, en el escritorio, repartidos por el piso. El cuarto de Jimin gritaba su nombre. Jimin estaba en cada poster, cada recorte, cada nota y fotografía. Estaba en el orden y en el caos, en la organización y en el sinsentido. Cada color y aroma era Jimin, y Jungkook no podía sentirse más en casa, por fin el ruido constante de su mente se disipaba. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? Habían sido meses llenos de subidas y caídas, en la universidad y en su vida, y solo en ese momento, rodeado de Jimin, sintiéndose calmado y acogido, solo entonces pudo ver al mayor presente en cada momento. Jisoo tenía mucha razón, él era ridículo, pero esperaba poder solucionarlo. Si no estaba todo perdido, quizá él podría seguir disfrutando de la luz de Jimin.

Sobre la cabecera de la cama habían algunas fotografías instantáneas. En una de ella se retrataba a un Jimin más joven sosteniendo un ramo de rosas amarillas, con las mejillas sonrojadas y la sonrisa más adorable que Jungkook había visto. Junto a ella una en la que Jimin y Namjoon sonreían con fuegos artificiales brillando en el fondo. Jungkook no podía evitar preguntarse si ese día se habían prometido envejecer juntos y quién de los dos había roto primero la promesa. Tal vez Namjoon, pensó repentinamente triste. Aun más oculta, Jungkook observó la fotografía de una librería. Ahora que había comenzado a leer más gracias a Jimin, o a causa de él, su imaginación se había vuelto algo interesante y podía imaginar la historia detrás de esa fotografía. Imaginaba a Jimin recorriendo estantes atiborrados de libros, mirándolos con anhelo mientras con sus dedos les tocaba delicadamente el lomo. Lo veía encontrando el libro que tan dolo dos días más tarde lo traería de vuelta a esa librería, esta vez cargando en su corazón una certeza; a eso quería dedicarle su juventud y el resto de su vida. A él le hubiera gustado tener algo parecido, alguna revelación que el señalara el camino, una certeza que el comprimiera el pecho y lo impulsara a ser más y mejor. Pero la verdad decidió dedicarse a las humanidades porque no era bueno en nada más y, pese a ello, ya no tenía espacio en ninguna parte para sentir celos o envidia de Jimin. Ya no desde el prejuicio, no como en un principio, cunado esos sentimientos se mezclaban con otros más oscuros y amargos. Ahora quería cerca de Jimin, ver el mundo como él lo veía, vivir como lo hacía Jimin, respirar y reír como él lo hacía. Quería vivir en su mundo, así que esperaba que el rubio no lo odiara demasiado, esperaba que no fuera demasiado tarde.

A través de las persianas entraba la luz de la calla y el débil rumor del ambiente festivo. Se permitió recostarse en la cama y observar el techo envuelto en el olor de Jimin. Era tan frustrante. El mayor solo debía estar a unos cuartos de distancia, pero él seguía sintiéndose completamente lejos, sumergido debajo del agua a kilómetros de distancia, añorando los días en que Jimin fue suyo sin que llegara a saberlo. Esa sonrisa burlona y descarada, los ojos avellana repletos de orgullo y hostilidad, pero suaves y amables cada vez que sus miradas se encontraban. La expresión de alguien a quien ya nada lo sorprende, pero está sorprendido. Ni siquiera se había detenido a pensarlo, nunca lo había hecho. Con Jisoo siempre creyó saberlo y pensó, erróneamente, que si algún día llegaba a superarla y encontrar a alguien más, estar enamorado se sentiría de la misma manera; como fuegos artificiales estallando en su pecho, como una corriente eléctrica recorriéndole todo el cuerpo, como la tercera taza de café del día. Pero después de dejar de odiarlo injustamente, Jimin se sentía como llegar a casa después de un mal día, como flotar de espalda en el mar, con el solo apenas rosándole la piel. Y últimamente se sentía como la revelación que nunca tuvo. Era tan frustrante. No lo había sabido. Debería haberlo hecho. 

SUGAR BABY | Kookmin [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora