12. ¿Me llevarías a casa?

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Jimin le acarició vagamente el cabello mientras recargaba el peso de su cuerpo contra él, con una lasciva sonrisa tirando de la comisura de sus labios. El contrario rio apartando la vista.

–Qué ebrio estás.
– ¡Mentira! –protestó el más bajo– ¿Por qué intentas difamarme de una forma tan poco digna?
–Porque has estado encima de mi toda la noche tocando mi cabello –respondió susurrándole en el oído después de reír. Jimin frunció el ceño adorablemente. –No me molesta, sin embargo.
–Me gusta negro.
– ¿Ah, sí?
–Sí –contestó antes de que la escena detrás del más alto lo distrajera.

Su ceño fruncido se profundizó al ver, iluminado vagamente por las luces de colores, al hijo de Jeon con una dolorosa expresión plasmada en su rostro, podía pensar que quizás era su cerebro molestándolo, después de todo, la mayoría de las cosas comenzaban a verse un poco borrosas y su mente empezaba a vaciarse, pero estaba casi seguro que las luces no debían reflejarse de esa forma en los ojos de alguien, de una forma tan melancólica y triste. Una pelinegra le frotaba el hombro, aparentemente intentando reconfortarlo.

Se distrajo nuevamente cuando sintió el cálido aliento del moreno en su oreja.
–Qué entrometido –susurró molestándolo.
–No puedes culparme, estoy ebrio –rebatió mirándolo fijamente, con los ojos brillantes.

Namjoon tragó siendo incapaz de huir del agujero negro en el que los ojos de Jimin se habían convertido. En general escapar del centro de gravedad del menor ya era lo suficientemente difícil, y tenerlo de esa forma, mirándolo tan hambriento, como si estuviera rogando por un beso, no le hacía ningún favor, no cuando él mismo había estado anhelando ese momento. Su ruptura había sido dolorosa, pero no se había llevado en ningún momento la atracción que existía entre ellos y eso era definitivamente un problema.

Entonces Jimin lo besó, probablemente harto de que el mayor sobreanalizara tanto algo que pasaría de todas formas. Y luego el silencio abrasador, la corriente eléctrica que lo estremecía hasta los cimientos y el calor que se extendía a través de todo su cuerpo como una avalancha. Los labios y la lengua de Jimin eran suaves y cálidos, y siempre sabían a una mezcla de menta y anís. El moreno lo tomó de la nuca necesitando profundizar el beso, necesitado de sentir a Jimin más cerca, hasta que el ruido roto que hizo el rubio le recordó que estaban en medio de una fiesta.

Cuando se apartó del más bajo, Jimin se veía perdido y bien besado. El mayor pasó su pulgar por los acolchados labios, con la respiración aún pesada y la vista borrosa. Todavía en medio del trance pudo notar como algunas personas los miraban y sonreían cómplices. Él casi había olvidado que ambos eran la comidilla constante, porque por alguna razón sus compañeros y ex compañeros de clases estaban más enterados de su relación que ellos mismos. El menor, dándose cuenta, dio una ojeada a la sala desbordada de música y olor a sudor, y volcó los ojos antes de jalar al moreno de la camiseta para que sus rostros se encontraran frente a frente.

– ¿Quieres besarme? –Namjoon lo observó intensamente con la boca cerrada. –Es una pregunta de sí o no.
–Sí –susurró. Jimin sonrió y se acercó más al rostro del contrario, tanto que sus respiraciones comenzaban a mezclarse.
– ¿Entonces porque estás ahí como idiota pensando en qué dirán los demás? –preguntó paseando su vista de los ojos del mayor, a sus labios y luego de vuelta a sus ojos.

El pelinegro lo jaló más cerca y comenzó a besarlo de nuevo, esta vez más intensamente, más duro, más honesto, dejando que todo lo demás, la música, las personas, las luces, se desvanecieran poco a poco y solo quedara Jimin, tal como había sido tantas otras veces y como quizá debía seguir siendo. Envuelto en su aroma y su calor era fácil olvidar los errores del pasado.

–Llévame a casa –pidió el rubio apenas apartándose del beso.
– ¿Qué hay de tu tía?
–En Busan visitando a la abuela –respondió dejando un beso en el cuello del más alto mientras éste deslizaba una mano debajo de su remera– ¿Por favor?
–Convincente –dijo antes de besarlo una vez más y entrelazar sus manos para que ambos salieran de la casa.

Namjoon, estando vagamente más sobrio, los guió a ambos hacia la puerta, teniendo que atravesar el mar de gente que seguía bailando y bebiendo. Una vez fuera se paró en la acera y sacó su celular del bolsillo para poder pedir un Uber que los llevara a ambos al departamento de Jimin. El menor lo abrazó por detrás y hundió su rostro en la espalda del moreno, para luego protestar cuando éste le dijo que el automóvil tardaría diez minutos.

– ¿Y si solo lo hacemos aquí? –Namjoon rio y se dio la vuelta para tomar entre sus manos el rostro de Jimin.
– ¿Y tú cuando te volviste exhibicionista? –cuestionó con una ceja alzada.
–Yo siempre he sido exhibicionista, solo no quería molestar tu comodidad.

Ambos iba a soltar una carcajada, pero esta fue interrumpida por un sollozo detrás de ellos. Jimin se volteó sobresaltado, para encontrarse con un Jungkook que lo miraba con los ojos aguados y el rostro enrojecido.

– Jimin, ¿me llevarías a casa? No quiero volver solo.

El corazón del rubio se agitó extrañamente en su pecho, la imagen tan triste de Jungkook y su voz rota no deberían haberle causado mayor conmoción, pero se encontró a sí mismo caminando hasta donde estaba el menor y tirándolo del brazo para poder abrazarlo apropiadamente mientras esté lloraba oculto en su cuello.

SUGAR BABY | Kookmin [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora