14. Aspirinas

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El mayor dejó sobre el desayunador hotcakes bañados en miel, jugo de naranja, un plato con diversas frutas y, por supuesto, un par de aspirinas que Jimin llevó sin pensar a su boca para luego comenzar a masticarlas. En el rostro de Yoo se hizo presente una mueca que se encontraba entra la sorpresa y la burla.

–Deja de mirarme así. Soy joven, puedo maltratar mi hígado un poco cada cierto tiempo.
–Sí –respondió el castaño apoyando ambas manos en la pieza de mármol–, si un poco fuera todos los días de lunes a domingo.
–Oye, ¿qué insinúas? –El mayor rio gentilmente para luego depositar un corto beso en los acolchados labios.
–Digo que tienes resaca un miércoles.
–En mi defensa son las nueve de la mañana y ya estoy listo para mi primera clase del día, mientras tu hijo sigue dormido –respondió dedicándole una mirada desafiante. Yoo rio nuevamente.
–Creo que él estaba más ebrio que tú anoche –Jimin desvió la mirada medio segundo.
–Imposible. Nadie estaba más ebrio que yo. Ni siquiera yo.
–Bueno –dijo depositando un beso en su cabeza–, iré a ver si el otro sujeto sigue vivo. A menos que aún te moleste su existencia –agregó deteniéndose a mitad de camino, dirigiéndole una expresión un poco confusa.
–Aún me molesta –contestó masticando su comida–, pero estoy más preocupado de salvar algunas de mis neuronas.

Yoo negó con una media sonrisa plasmada en el rostro y se dirigió a la habitación del menor de ellos, esperando no encontrarlo ahogado en vómito. Desde la escalera le echó un último vistazo al rubio, quien masticaba y movía ligeramente la cabeza de un lado a otro, y tuvo que reconocer que, a pesar de poder contarlas con una sola mano, las mañana con Jimin solían ser mucho más agradables que el resto de ellas, más alegres y ligeras, más luminosas si tenía que ser más específico. No recordaba haberse sentido así un solo día ni siquiera en sus tiempos de casado, lo cual era aterrador, porque él no era lo suficientemente optimista para pensar que Jimin lo elegiría por sobre su ex, o por sobre cualquier otro chico de su edad. Pero intentarlo valía la pena.

Encontró a Jungkook despierto, sentado en su cama mirando la pared, en un extraño estupor bañándolo por completo.

–Tuve un sueño –comentó sin mirarlo–, digamos raro, en el que tu novio me traía a casa y yo casi lo besaba. –Yoo frunció el ceño con una amarga sensación asentándose en la parte trasera de su garganta. Jungkook volteó la cabeza mirándolo como si buscara una respuesta.
–Ya está listo el desayuno –respondió comenzando a sentirse molesto e incómodo.

Jungkook lo siguió, pero se detuvo abruptamente una vez que tuvo una visión más amplia de la cocina y pudo ver la misma imagen que su padre había tenido hace unos momentos atrás. El rubio sentado en el desayunador, comiendo tranquilamente, ojeando su teléfono. Tan cómodo como se podía estar. El castaño frunció el ceño desconcertado. ¿Qué demonios?

– Un sueño, ¿verdad? –preguntó su padre sin voltearse.

Una vez en la cocina el menor se quedó de pie mirando entre su padre y Jimin. El mayor de los tres se movía en la cocina preparado dos platos, mientras Jimin miraba su teléfono un tanto molesto y soltaba cada tanto pequeños bufidos, su padre volteaba a verlo sonriendo divertido cada una de las veces, casi olvidando que Jungkook también estaba ahí.

– ¿Qué? –preguntó Yoo finalmente, una vez que Jimin dejó su teléfono en la mesa haciendo un ruido sordo– ¿Ahora haces berrinches? –El rubio suspiró y apoyó la mejilla sobre el desayunador, notando en el proceso la presencia de Jungkook.
–Namjoon está regañándome por no avisarle que llegué a casa –explicó sin cambiar su postura y sin dejar de mirar al castaño–. ¿No vas a sentarte? –cuestionó provocando que ambos se sorprendieran.

SUGAR BABY | Kookmin [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora