29. Hogar

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"Yo tengo miedo. Tengo miedo de una cosa, de que en nuestra vida el miedo ocupe el lugar del amor". 

—Svetlana Alexievich: Voces de Chernóbil.

Se sintió en casa apenas abrió la puerta y se encontró con todos los colores y olores que le eran familiares. Volver a casa siempre lo hacía sentir en calma y acogido, sobre todo después de un día agotador. El departamento que compartía con Shinhye era el único lugar donde podía relajarse y ser honesto, el único lugar donde podía ser él mismo sin máscaras ni actuaciones, sin mentiras ni falsos sentimientos. Podía ser tan feliz y tan miserable como deseara y le estaba permitiendo a Jungkook entrar, compartirlo, habitar juntos ese lugar de reposo. Se volteó después de quitarse el abrigo y lo observó quitarse las zapatillas en un rápido movimiento. Sintió que su pecho se calentaba. Su hogar era su guarida, su resguardo del mundo, pero Jungkook encajaba ahí, en los espacios que le pertenecían, tenerlo en casa se sentía correcto, no lo había notado días atrás, pero lo hacía ahora. Se sentía correcto estar delante de él despojado de todo el aparataje que solía cargar delante de otros. Quizá por un momento podía permitirse ser simplemente un chico de veintitrés años, ansioso por acurrucarse en el sofá y ver películas de navidad. 

Jungkook se quitó la chaqueta mojada por la nieve y la colgó en el perchero junto a la puerta, luego lo miró expectante.

—Puedes tomar una ducha mientras te busco algo de ropa —indicó comenzando a caminar hacia su habitación. Jungkook caminó diligente y silenciosamente detrás de él—. Hay toallas en el baño... —agregó bajando la voz al darse cuenta de que Jungkook lo había seguido y estaba detrás de él. —¿Ocurre algo?

Aún en silencio se acercó al mayor y tocó suavemente su mejilla con la palma de la mano. En ella la piel de Jimin se sentía fría, pero suave. Paseó la vista por su rostro, sin perderse los rastros de sorpresa y aquello tan propio de Jimin que nunca lograba descifrar del todo. Se inclinó lentamente y besó la línea de su mandíbula, sus labios vagaron hasta llegar a su mejilla y presionó. Al apartarse solo vio el rostro sonrojado de Jimin.

—¿Puedo tener un té luego de ducharme? —preguntó mirándolo con la expresión más suave que Jimin había visto en mucho tiempo.

Asintió muy despacio con la cabeza y vio formarse una tímida sonrisa en los labios de Jungkook. Se fue borrando poco a poco cuando su vista se dirigió a su propia mano que aún sostenía el rostro del mayor. Jimin se estremeció cuando el castaño deslizó la mano hasta su cuello y con el pulgar presionó su pulso. Estando tan cerca podía oler su perfume, mezclado con el olor del invierno y la humedad, y por un momento, en ese espacio reducido, creyó escucharlo respirar pesadamente. Contempló como Jungkook tomaba una profunda respiración antes de apartar la mano de su cuello. Luego sonrió una vez más amablemente y salió de la habitación. La imagen era extraña y ajena, no tenía nada con lo que compararla; la mirada anhelante, las manos ansiosas por tocarlo y un par de ojos nerviosos que pedían perdón antes de desaparecer por el umbral de la puerta, unos ojos que podían consumirlo.

El sonido de la ducha llegó de lejos disipó la niebla y en su lugar dejó una sensación que lo abarcaba todo, como si de pronto la nevada hubiera cesado y hubiera llegado la primavera, y su habitación estuviera repleta de flores de cerezo.

Se obligó a moverse. Arrodillado delante del ropero examinó el buzo gris dos tallas más grande que había comprado por impulso, seducido por la imagen de lo entrañable y cómodo que se vería Jungkook usándolo. No había logrado renunciar a esa idea ni siquiera cuando se suponía que estaba molesto, porque incluso a través de todos los pensamientos negativos seguía pensando en la sonrisa nerviosa que Jungkook solía dirigirle durante los almuerzos que compartían detrás de la cancha de fútbol, así como podía sentir la tibieza de su pecho y sus manos sujetándolo por los hombros cada vez que se recargaba sobre el menor para reír con más fuerza y lo cálida que se habían sentido sus manos entrelazadas esa noche afuera del pub después de que acabara el semestre. Acarició la suave tela del buzo con la punta de los dedos, apreciado como se sentía al tacto, luego se la llevó al rostro y aspiró. Olía a nuevo. Esperaba que la próxima vez oliera a Jungkook.

SUGAR BABY | Kookmin [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora