23. Pastel

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Jimin tenía ojeras. El chico de oro, con una presentación impecable, llevaba las raíces crecidas y zapatillas deportivas. Park Jimin tenía las uñas mordidas y las cutículas en carne viva. Jungkook tragó en seco cuando el mayor les llevó el pedido a la mesa y se alejó deseándoles provecho en un tono demasiado agradable. De pronto, mirando las bebidas y los pasteles en la mesa sintió ganas de vomitas, el malestar asentándose rápidamente en su estómago, como si ya hubiera comido demasiado. Volteó a ver a Jimin en la barra, pero solo estaba el tipo de pelo gris mirando su teléfono. Volvió a tragar, esta vez con mayor dificultad. No había visto a Jimin en los últimos días. En realidad, no había visto a nadie la última semana, hasta que Jisoo llegó a casa de su madre y lo sacó a patadas de su cama. Se había sentido decaído, culpable y estúpido, y ver a Jimin en la cafetería no había ayudado en lo absoluto.

—Lo siento —dijo la pelinegra después de dar un sorbo a su café. El resto de los chicos la miraron confundidos y Jungkook creyó oír a Eunwoo bufar.

—¿Por qué te estas disculpando? —preguntó Eunwoo molesto—. Él nos ha ignorado toda la semana y ahora que por fin logras sacarlo de su casa, ¿te disculpas?

—No estoy hablando contigo. Ni siquiera te invité. Quería que viniera Taehyung, pero por alguna razón ya no le caemos bien. Supongo que es tu culpa.

Un silencio incomodo se asentó entre ellos mientras Eunwoo se ponía de pie y se marchaba, insultado a Jisoo. Félix, el otro chico que los acompañaba, se levantó disculpándose y fue detrás de pelinegro. Jungkook observó a la chica sin un ápice de sorpresa en el rostro, Jisoo simplemente se encogió de hombros.

—No tienes que disculparte —murmuró después de un rato—. No podrías saberlo.

Jisoo le dedicó una débil sonrisa.

—Podemos irnos. —Jungkook negó sorbiendo su té negro. —Está bien.

Solo después de un rato, y unas cuantas probadas a su pastel de moras, Jungkook notó que sonaba una canción de navidad muy despacio, ambientando el lugar. Del techo colgaban guirnaldas verdad, con pequeños adornos rojos y dorados. Incluso las servilletas tenían dibujados pequeños bastones de dulce. Miro por la ventana y notó que los distintos locales también estaban decorados para las festividades. Jungkook volvió la vista a la servilleta y la acarició, contemplándola. La última vez que había visto a Jimin todavía ni siquiera caía la primera nevada, y ahora la navidad estaba a la vuelta de la esquina.

—¿Estás bien? —preguntó Jisoo muy suavemente.

Él lo estaba. Su padre parecía molesto cada vez que le hablaba, su madre casi no estaba en casa, hablar con Jisoo había dejado de ser reconfortante, Taehyung lo había bloqueado de todas las redes sociales y definitivamente no creía que volvería a hablar con Eunwoo por un tiempo. Pero estaba bien, porque era su culpa. O porque creía que merecía sentirse mal después de herir a Jimin. Él había sido demasiado tonto para notarlo en el momento.

Antes de poder contestar, Jimin apareció nuevamente, ahora luciendo un poco más como él. Pantalones negros ajustados y una chaqueta peluda color beige que parecía demasiado grande para él. El gerente lo miro moverse y se apartó cada tanto para darle espacio mientras Jimin sacaba trozos de pastel del mostrador. Jungkook intentó no voltearse a mirar, pero el rubio se veía cálido en su abrigo, con las mejillas sonrojadas y el pelo revuelto.

—¿No quedan de mora? —preguntó de pronto Jimin. Jungkook casi se atragantó con el trozo de pastel que tenía en la boca, y mientras bebía un poco de té para evitar toser escuchó como Jisoo se reía bajito.

—Vendiste el último —acotó el peligris. Jimin se quedó en silencio observando la bandeja vacía. La lengua de Jungkook de pronto se sentía adormecida—¿Para qué quieres tantos de todas formas? Solo eres tú y tu tía.

—¿Qué te importa? —respondió irritado, decidiendo que de todas formas le gustaban más las tartas de frutilla. —Mis padres vienen de Busan.

—Ouh.

—No eres gracioso.

—No intento serlo. Tus padres suenan como un dolor en el culo cada vez que hablas de ellos. Y Nam dice que...

—Seokjin. —La mirada que Jimin le dedicó al mayor perfectamente podría haberlo partido en dos—. Cállate. No es tu asunto. Y deja de utilizarme como tema de conversación para acercarte a Namjoon, eres demasiado viejo para él y no eres su tipo.

Desde la garganta de Seokjin brotó un vergonzoso sonido antes de preguntar, completamente indignado. La escena hizo que Jungkook perdiera un poco del peso que llevaba encima, ¿Jimin era más arisco que carismático?

—¿Cuál es su tipo entonces?

Jimin sonrió mientras envolvía los trozos de pastel y los ponía en una bolsa de papel.

—Como seis centímetros más bajo que él, un par de años menor, con buen sentido la moda, que le guste el teatro, la literatura clásica y la naturaleza. Un poco deportista, listo, de preferencia rubio...

La risa femenina que resonó en el local vacío le recordó a Jimin que debería callarse. Tomó sus cosas y pasó por el lado de su jefe, diciéndole que descontara todo lo que llevaba de su paga.

—¿Puedes venir mañana? —preguntó Seokjin viéndolo marcharse.

—Vete al infierno, llevo diez días trabajando de ocho a ocho. Espero no ver tu horrible cara hasta el lunes —respondió el pelinegro antes de salir de la cafetería.

Jungkook siguió atentamente cada movimiento de Jimin. A penas la puerta se cerró detrás del rubio sintió como Jisoo lo pateaba debajo de la mesa. Al mirarla la chica tenía el ceño fruncido, con la cabeza le hizo una señal hacia donde Jimin se había ido. Contuvo la respiración un par de segundos antes de negra rápidamente con la cabeza. Jisoo volvió a patearle la canilla ante su negativa.

—¡Basta! Estás demente.

—Probablemente sea tu última oportunidad de hablarle. ¿Estás bien sabiendo eso y no haciendo nada?

Dudó solo un par de segundos más antes de suspirar pesadamente y salir rápido de la cafetería. Afuera el aire gélido del invierno le golpeó la cara y sintió como todo su cuerpo volvía a enfriarse. No había mucha gente en la calle a esa hora, así que fue fácil distinguir el abultado abrigo de Jimin entre las personas que iban y venían por la acera. Corrió para alcanzarlo, sintiendo como el corazón le batía rápidamente en el pecho, como comenzaba a sentir las piernas débiles y como se hacía presente ese cosquilleo en el estómago que tanto le había costado comprender.

Lo vio entrar a una tienda de conveniencia. Las manos le sudaban. Seguramente Jimin no quería verlo, tal vez no querría hacerlo en un largo tiempo. Pero se quedó y observó como el mayor se movía dentro de la tiendo y como pagaba la compra. Cuando el rubio finalmente salió Jungkook lo esperaba muy tenso junto a la entrada. Por un momento pensó que Jimin no lo vería y tendría que volver a seguirlo, pero el mayor se quedó de pie junto a la puerta sin cerrar. Mirándolo.

—Hola —dijo el castaño casi en un susurro, con la garganta apretada y una sensación pesada en el pecho. 

SUGAR BABY | Kookmin [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora