27. El hijo de Yoo

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"Se había acostumbrado a volar hasta el punto de no poder respirar otro aire que no fuera el de las alturas, de modo que cuando bajaba a tierra sentía un constante ahogo cada vez más insoportable"

                                                                                                       —Haruki Murakami: Primera persona del singular.

Las fiestas de navidad de Jeon Yoo eran, probablemente, el panorama con el que cualquier universitario soñaría; comida deliciosa, buena música, alcohol en todas partes y hombres y mujeres que deseaban gastar mucho dinero en los chicos presentes. Sin embargo, Jimin estaba en el balcón fumando su sexto cigarrillo , escuchando la música y el bullicio amortiguado mientras veía cómo se acumulaba la nieve en la acera. No quise rechazarte. Tal vez debería haberse quedado en casa, preparar chocolate caliente, invitar a Taehyung y ver películas viejas con Shinhye. Su tía haría comentarios subidos de tono, Taehyung reiría, se le calentarían las mejillas y balbucearía un par de segundos antes de soltar un comentario igual de descarado. Él y Shinhye se llevaría bien, pensó. Nunca me había gustado un chico. Y, siendo honesto, él tampoco tenía demasiadas ganas de estar ahí. Últimamente no tenía ganas de estar en ningún lugar y especialmente no le apetecía ser el espectáculo central de la fiesta de Yoo. El dinero siempre había estado bien, la atención que le daban era embriagadora, pero nunca dejaba de sentirse como un trofeo. Cómo era posible que a sus 23 años hubiera arruinado la única relación real que había tenido por estar demasiado asustado para amar y demasiado deseoso de demostrar que era más. Fue demasiado repentino, no me di cuenta sino hasta días después. Pero Nam siempre lo había sabido e intentó que dejara de intentar tanto, porque no era necesario. No lo había entendido entonces y ahora solo le quedaba la atención superficial, tal vez ni siquiera eso; últimamente Yoo solía parecer molesto y decepcionado. Eso sí lo lograba entender, porque también se sentía molesto y decepcionado consigo mismo cada vez que veía al mayor, aquel rostro que se parecía tanto al de... El día anterior, Taehyung estando ebrio no pudo evitar preguntar: —¿Por qué tenías que hacerlo tan complicado? Podrías haber sido como la madrastra de Juego de Gemelas. Mucho más simple, mucho dinero, mucho sexo. Al diablo los hijos. Está bien, me iré. Solo... por favor, no me odies.
Apagó lo que le quedaba de cigarrillo y volvió a mirar la calle, rebosante de espíritu navideño. Quería ir a casa. Entró al departamento y dejó que la música y la mezcla de olores y luces lo consumieran. Podría arrepentirse luego, por el momento podía purgar las penas con algunos shots de vodka. Dentro, rodeado de gente, no pudo evitar sentir la pesada mirada de los invitados sobre su cuerpo, era una sensación que disminuía cuando Yoo estaba cerca, pero ahora no lo veía en ningún lugar. Una sensación molesta se instaló en su estómago. Había algo demasiado descarado en la forma en que los amigos y conocidos de Yoo lo miraban, y no pudo evitar sentirse ansioso mientras recorría los pocos metros que lo separaban de la mesa de licores. Tomó el pequeño vaso de vodka, deseoso de que algo lo ayudara a recobrar el equilibrio, pero se detuvo antes de poder acercarlo a su boca. Cerca del desayunador, uno de los socios de Yoo acariciaba la delicada cintura de un castaño, Jimin se tensó al reconocerlo. Bebió el contenido del diminuto vaso de golpe, la noche iba a ponerse interesante.
Llegó por detrás y abrazó a Jungkook por la cintura, apoyó la barbilla sobre su hombro, sintiendo cómo el menor se sobresaltaba en su sitio, poniéndose tenso y poco a poco se relajaba en su agarre. Sehun, el idiota, lo observó con los ojos brillantes y llenos de curiosidad.
—Hola, Sehun —dijo con una sonrisa encantadora, sin apartarse del castaño. —¿Encontraste algo de tu agrado?
El pelinegro sonrió.
—Sabes que me gustan los rostros adorables.
Fue el turno de Jimin de sonreír. Jungkook permaneció en silencio con la mirada baja.
—Ah, su rostro. —La ironía brotaba de cada palabra. —Sí, es lindo —reconoció alejándose solo un par de centímetros para apreciarlo. —Pero, ¿no te parece familiar?
—¿Cómo podría? Nunca lo he visto.
—¿No? Mh, yo pensaba en un rostro un poco mayor, uno que ves a diario, ¿verdad, Jeon? —preguntó, dirigiéndose al menor.
     El rostro de Sehun cayó, de pronto reconociendo los rasgos familiares tan marcados.
     —¿No conocías al hijo de Yoo? —inquirió con fingida sorpresa.
     —No —respondió con voz estrangulada. Jimin intentó no reír.
     —Ah, ya veo. Bueno, ahora que lo conoces creo que podemos irnos.
     Antes de que el pelinegro pudiera responder, Jimin se apartó del cuerpo de Jungkook, lo tomó de la mano y lo arrastró entre el gentío para poder llevarlo escaleras arriba. Lo soltó solo una vez que estuvieron en us habitación con la puerta cerrada. La música amortiguada y lejana. Le dirigió una mirada molesta. Jungkook parecía sorprendido y Jimin pensó erróneamente que se debía a la escena junto al desayunador
     —Si te dicen 'quédate en la habitación', te quedas en la habitación. Te aseguro que no quieres terminar sentado en las piernas de alguno de esos imbéciles. Mucho menos en las de Sehun.
     —Solo quería agua —respondió lacónicamente.
     —Es un sádico, Jungkook. Literalmente un sádico.
     El menos palideció.
     —Lo siento.
     Jimin se desplomó sobre la cama del castaño y suspiró. Jungkook permaneció de pie en medio de la habitación mientras el mayor observaba el techo con las manos descansándole sobre el vientre. Casi podía escuchar a Jungkook pensar.
     —Si vas a decir algo, solo hazlo. Hueles a ansiedad. —Se enderezó Justina tiempo para verlo dudar una última vez.
     —Escuché que papá estaba con otro tipo. ¿Haesoo?
     —Ah —dijo sin más, volviendo a dejarse caer en el colchón. Tenía sentido, pero se sentía molesto y humillado.
    —¿Ah? —preguntó el menor sentándose muy lentamente en el borde de la cama. Jimin se encogió de hombros sin mirarlo.
     —No me sorprende, eso es todo. Explica porque sus invitados me miraban como si estuvieran hambrientos.
     Jungkook frunció en ceño, confundido.
     —¿Él no te dijo nada?
     Jimin lo miró levantando apenas una ceja, inquisitivo. Bien, esa era una de las cosas que no comprendía del todo. Volvió a observar el techo, sin saber muy bien qué decir. ¿Se suponía que Jungkook estuviera preocupado por él en una circunstancia así? ¿No debía estar alegre o ser cruel y sarcástico? Porque tenía la certeza de que en su lugar se sentiría bastante satisfecho. Era más simple en un inicio, cuando solo esperaba mierda de Jungkook. En ese entonces pensar así del menor era normal, ahora se sentía con si estuviera constantemente subestimándolo.
     —Maduraste mucho estos meses, ¿no es así? —preguntó de pronto con una suave e indulgente sonrisa en su rostro. Jungkook se sonrojó. Extrañaba esas sonrisas que lo hacían sentir como si fuera importante para Jimin, como si el mayor fuera a frotarle la espalda y decirle que había hecho un buen trabajo.
     —Supongo —contestó en un murmullo. Jimin aún sonreía, solo que ahora lo hacía con los ojos.
     —Fuiste un idiota cuando nos conocimos, ¿lo sabes?
     —Lo siento.
     Jimin soltó una sonrisa nasal. El castaño lo miró sorprendido y algo nostálgico. Pronto se volvieron conscientes de lo cómodos y tranquilos que se sentían en compañía del otro, sin siquiera necesitar decir algo en lo absoluto, solo estando juntos sin hacer nada. Ninguno de los dos recordaba la última vez que se sintieron cómodos en sus propios cuerpos, porque la vida de Jimin nunca había sido tranquila y satisfactoria, y porque Jungkook había pasado demasiado tiempo sintiéndose amargado y molesto con el mundo. Pero ese pequeño espacio, era ruptura en el tiempo donde se encontraban ambos, era exactamente lo que habían estado buscando sin siquiera saberlo.
     —Pero ahora quiero hacerlo mejor —acotó Jimin rememorado las palabras que el menor le había dicho hace poco. Los de Jungkook parecieron aguarse.
     —Quiero hacerlo mejor —repitió con la garganta ardiendo.
     —Lo sé.
    Se quedaron en silencio solo unos segundos antes de que Jimin acotara: —No soy un chico fácil, tienes que saberlo.
Lo dijo seriamente, pero solo un instantes después rio. Jungkook no era tan audaz para pensar que el mayor estaba nervioso. Pero lo estaba. ¿Cómo no iba a estarlo? Hace mucho tiempo que no se permitía amar alguien más y enamorarse de Jungkook perfectamente podía considerarse un salto de fe. Pero estaba bien. En ese momento no importaba demasiado y esperaba seguir siendo igual de optimista en la mañana sin las influencias del vodka.
     —Debería irme.
     —¿Puedo acompañarte? —Jimin rio.
     —¿Qué más harás? ¿Proveer para mí? —cuestionó poniéndose de pie. Jungkook lo imitó igual de sonrojado que antes.
     —No estoy seguro. Planeo licenciarme en Historia, ya sabes...
     Jimin reino nuevamente y Jungkook sonrió complacido. La risa de Jimin era un sonido agradable.
     Al salir de la habitación abandonaron el silencio y la tranquilidad, y notaron lo realmente alta que sonaba la música y la gran cantidad de gente que llenaba el departamento. Jungkook se pegó a Jimin intentando no perderlo entre la cantidad absurda de personas que atiborraban el lugar. Lo siguió sujetándose de la parte trasera de su chaqueta hasta que llegaron a la sala de estar.
     Yoo se veía alegre en el sofá junto a un par de amigos y con el chico nuevo, Haesoo, sentado sobre sus piernas. Sin embargo al ver a Jimin, se puse de pie rápidamente, casi de un salto, apartando al muchacho sin demasiado cuidado. El rubio sonrió. La mayoría del tiempo los hombres eran realmente simples. Entonces se acercó lo suficiente para tenerlo de frente y sin pensarlo demasiado lo abofeteó. Un golpe duro y preciso que le hizo cosquillas en la mano, intentó con todas sus fuerzas no retractarse por la culpa que empezaba a crecerle en el pecho. Los acompañantes del mayor parecieron sorprendidos y Jungkook lo tomó de la chaqueta, intentando detenerlo. Pero se mantuvo firme y se acercó aun más rostro del mayor.
     —Disculpe, señor Jeon —comenzó hablando en voz alta. Él, a pesar de todo, había querido humillarlo, trayéndolo a la fiesta sabiendo perfectamente lo que estaba haciendo. Los años en que Jimin se dejaba pisotear estaban muy lejos como para que Yoo pensara siquiera en tomar ventaja de las consideraciones que el rubio había tenido con él. —Solo quería recordarle que los servicios no son transferibles mi consentimiento. Además, apreciaría haber sido informado de antemano del termino de nuestros contrato, de tal forma que no me hubiera visto en la obligación de asistir a una patética fiesta repleta de imbéciles de mierda. Pero descuide, tiene suerte, porque yo también me harté de usted.



¡Hola! Sé anuncié este capítulo con mucha anticipación, pero no quería publicarlo sin avanzar el capítulo siguiente, mil perdones. Agradezco muchísimo que sigan esperando actualizaciones de esta historia, y les prometo trabajar para la historia de Jimin y Jungkook tenga el desarrollo que merece. Mi plan de ahora en delante es aprovechar el mes y medio que me queda de vacaciones y avanzar tanto como sea posible.
     Adicionalmente doy por inaugurada la sección que, pobremente, llamaré "Jueves de recomendaciones". Me gustaría compartir con ustedes mis lecturas, porque son esas historias las que nutren y dan forma a mi escritura, las que me motivan diariamente a escribir y escribir cada vez mejor.
     Esta semana la recomendación es Almendra, de Won-Pyung Sohn. Narra la historia de un chico de dieciséis años que nación con las amígdalas cerebrales más pequeñas de lo normal, lo que le impide experimentar emociones y, por ende, reconocerlas en los demás. Sin embargo, su madre y su abuela se esfuerzan diariamente para enseñarle a reconocer las emociones y poder adaptarse a la vida cotidiana, aunque a él no le importa demasiado adaptarse. Su rutina se rompe tras la muerte de su abuela y la entrada en coma de su madre provocada por un violento ataque. Desde aquí  conocerá a distintas personas que lo ayudarían a crecer, entender y desarrollar sus emociones. Para mí Almendra es un canto a la diferencia y a la aceptación, y la presentación de la importancia de la familia, la amistad y la educación emocional.
     Si algune de ustedes está interesade, puede escribirme y les compartiré el e-book.
     Espero que estén teniendo una buena semana y que disfruten el capítulo.

SUGAR BABY | Kookmin [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora