01. Tostadas

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La mañana del lunes llegó demasiado pronto. Olía a café instantáneo y tostadas quemadas, y eso lo hizo feliz. Supo que su mamá había olvidado comprar el café que le gustaba la semana pasada y que tuvo que ir a la tienda esa misma mañana porque no le gustaba empezar el día sin cafeína. Supo también que la mujer había olvidado el pan en el tostador, que pondría más para que Jungkook no supiera que lo había quemado, y que sería él quien tendría que evitar que volviera a quemarse. Los lunes no eran su día favorito de la semana, pero siempre era un buen día si Injoo estaba alrededor. Últimamente ya no la veía lo suficiente y odiaba lo vacía y silenciosa que estaba la casa todo el tiempo. Pero se alegraba por ella, admiraba su ímpetu y su independencia, y amaba la mujer en que se había convertido después de los duros años que pasaron luego del divorcio. La amaba porque jamás había perdido la esperanza en él, porque a pesar de todos los malos ratos que la hizo pasar siempre creyó que se convertiría en un gran hombre. Esperaba estar cumpliendo con sus expectativas.

Se incorporó en la cama, diciéndose a sí mismo que si no bajaba pronto la casa apestaría a pan quemado todo el día, pero no pudo moverse. Desde la pared lo observaban un par de ojos con una mezcla de furia y dolor. Su madre había dicho que se parecían a los del ángel caído de Cabanel. Jungkook le dijo que tenía razón, incluso cuando sabía que no era cierto. En el fondo a ella no le importaba demasiado a qué o a quién se parecían esos ojos, para ella el dibujo era valioso porque Jungkook había vuelto a dibujar después de años de no ser capaz de tomar un lápiz. Para el castaño era distinto. Sí. Esbozar algo después de pasar tanto tiempo sin siquiera sentir el deseo de hacerlo era una gran cosa, lo sabía, pero no podía dejar de pensar en el dueño de esos ojos. En las mejillas que lo acompañaban, los cabellos dorados que caían sobre ellos, la sonrisa que les hacía juego. Frunció el ceño de pronto. Él solía fijarse mucho en los detalles cuando estaba aprendiendo a dibujar rostros, había hecho un montón de bocetos con la cara de Jisoo y el de su madre, dibujó extraños en el parque y actrices que parecían un gran desafío al momento de pasar sus rasgos al papel. Sin embargo, una vez que abandonó ese pasatiempo el aspecto de las personas dejó de importarle. O al menos eso creía hasta que vio a Jimin. Jimin. Rebuscó todo el fin de semana en Instagram hasta dar con el nombre del chico al que le pertenecían los ojos del ángel caído.

Cuando finalmente bajó a la cocina, su mamá había medio salvado las tostadas y puesto sobre la mesa un vaso de jugo para él. La vio entrar por la puerta principal revisando los recibos del mes. Ya no tenía esa expresión de preocupación que ensombrecía su rostro cuando las facturas llegaban después de la separación. Ahora ella podía hacerse cargo, y él estaba seguro de que lo hacía mejor de lo que su padre lo había hecho durante años de matrimonio. Aunque jamás de lo mencionaba a Injoo, no le gustaba que hablara mal de su padre. Pero sabía que tenía razón, y sabía que en el fondo ella pensaba lo mismo, a pesar de que nunca lo dijera en voz alta.

A Yoo le encantaba decir que su madre era una homofóbica y que lo había echado de casa solo porque se enteró de que a él también le gustaban los hombres. Solo que olvidaba mencionar que Injoo fingió por años no saber que Yoo la engañaba, porque quería que Jungkook creciera junto a su padre. Yoo tampoco mencionaba que en realidad lo había echado de casa porque la última vez lo encontró cogiendo en su propia cama. En las sábanas que ella compró con su primer sueldo, en la habitación que decoró con emoción de recién casada, en la casa que se propuso llenar de amor. Jungkook no odiaba a su padre, pero tampoco podía decir que el hombre le despertaba buenos sentimientos. Cada vez que lo veía recordaba el rostro rojo e inflamado de su madre de tanto llorar. Recordaba cómo la trató durante el divorció. Y en sus peores días no podía evitar pensar en las veces que tuvo que rogarle a su madre que saliera de la cama, las veces que tuvo que ayudarla a bañarse, las veces que tuvo que hacer las compras él solo porque el refrigerador estaba vacío, las noches en que temía dormirse y que al día siguiente Injoo no fuera más que un recuerdo.

SUGAR BABY | Kookmin [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora