Prólogo •Hora Cero•

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Ya perdí la cuenta del tiempo que ha transcurrido desde el acto terrorista que cambió nuestras vidas; por primera vez vi a la ciudad temblar más allá del pánico, desplomarse ante mi nariz sin imponer resistencia alguna, consumida por una inesperada explosión que devoró cuanto encontró a su paso. Ese día quedamos a la deriva, bajo un cielo abierto al dolor y a la desesperación. La antigua urbe pereció ante el caos. A raíz de ello el gobierno accionó, haciéndose partícipe y adueñándose hasta de la mínima oportunidad para imponer su control sobre cada individuo, sobre cada idea y pensamiento, moldeando las conductas ciudadanas, a la par que arreciaba sus políticas y medidas restrictivas. La palabra libertad perdió todo significado. Ahora somos vigilados incluso cuando dormimos.
A partir de entonces quedó estrictamente prohibida la venta y consumo de cualquier bebida estimulante, resultándome absurdo que solo en el mercado negro fuese posible la adquisición de una buena taza de café. La hora del sueño pasó a ser obligatoria y de preciso cumplimiento, es el único momento del día en el que nuestros recuerdos quedan al descubierto.

Debido a mutaciones en el ADN acumuladas durante años de evolución, cuando dormimos, se crean puentes neuronales que terminan interconectando nuestras mentes, brindando acceso ilimitado a los recuerdos individuales a una escala global; en resumen, yo podría estar soñando con una chica de cualquier región lejana, a la que ni siquiera he visto en la vida, y ella, al mismo tiempo, estaría soñando conmigo, basado en un proceso de selección aleatoria, conocido como Conexión Neuronal REM. Como todo, tiene sus desventajas. Nos volvemos un libro abierto, sin contar con la oportunidad de oponer resistencia a que nos lean o invadan nuestra privacidad e identidad.
Ser un buen ejemplo y mantener los pensamientos pulcros nos alejará de los problemas y posibles acusaciones, incluso esas ideas que nunca alcanzamos a pronunciar en voz alta llegan a ser juzgadas. Esto no culmina aquí; nuestras memorias terminan siendo almacenadas por el gobierno. Lo sé, vaya mierda de evolución, nuestros antepasados no contaban con la habilidad de conectar en sueños.

El punto de esta charla es comentarles que algunas entidades, nada invasivas, —entenderán mi sarcasmo—, controlan sin pudor nuestro momento de descanso, mientras escarban en nuestras mentes, para después usar la información adquirida a su favor. Seguro que ustedes dirán que no hay nada que esconder: «Quien nada debe nada teme», pero me gustaría que mis pensamientos quedaran ocultos en la privacidad de mi memoria.
Ya me conocéis, todos somos viejos “amigos” aquí. Saben que me llamo Cloud, aunque para ustedes, agentes, me he vuelto un fantasma.

Mi historia dista de las vivencias de cualquier chico de mi edad; aun así, soy lo suficientemente joven para vivir al límite y lo suficiente maduro para conocer el precio de las consecuencias de cada acción. Soy, solo un simple habitante que intenta escapar de las falsas acusaciones de las que se le inculpan. La Casa Regia siempre evitará que la verdad salga a la luz.
Les repito, una vez más: Por muy agotado que esté siempre despertaré antes de la fase de sueño REM, o de lo contrario estaría en serios problemas. ¿No es cierto? De nada sirve que les repita una y otra vez que soy inocente, nunca creerán en las palabras de un prófugo de la justicia.
Es tiempo de cortar comunicaciones, este trasto de radio ya comienza a sobrecalentarse y ustedes pronto estarán aquí en mi búsqueda. Siendo honesto, no quiero que mi destino se resuma en apreciar el interior de una cápsula de contención o que me aguarde un peor destino. Feliz descanso, agentes. Nos mantendremos en contacto.

InsomneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora