Capítulo 16. •Interrogatorio•

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Aguardé, con la mirada perdida en el hilillo de agua que desprendía del grifo. El ritmo del tiempo parecía ralentizarse en la aterradora quietud que se respiraba dentro de las cuatro paredes donde me encontrada cautivo. La oscuridad perduraba. Me apliqué un poco más del líquido en la cara y en los antebrazos, previamente húmedos, repitiendo el ciclo en medio de mi despiste y ensimismamiento. Me había desecho de gran parte del polvo del camino.
Mi estómago lanzaba advertencias directas, había sobrepasado el tiempo de inanición, apoderándose de mí un apetito voraz. Cerré la llave del grifo y auxiliándome del tacto retrocedí unos pasos hasta toparme con la pared paralela. Apoyé la espalda en el frío muro y me dejé caer, quedando sentado con las rodillas a la altura del pecho.

El inesperado resonar metálico, a la entrada de la habitación, era una clara advertencia de que alguien hurgaba en la cerradura de la puerta. No alcanzaba a ver más allá de mis narices, sin embargo, el sonido me devolvió al estado de alarma. Intentaban entrar. Con un torpe brinco me puse en pie.
Volvió a reinar un apacible e inquietante silencio, aunque no por mucho tiempo. Sentí la puerta abrirse de golpe, permitiendo el traspaso de la luz de las antorchas y linternas que iluminaron el entorno. El ambiente quedó decorado por un conjunto de contrastantes sombras, que le brindaban a la habitación un aire siniestro. Una multitud enfurecida inundó el espacio, de improvisto. Entre los presentes identifiqué a la chica pelirroja de la ranura en la frente, mas no era el único rostro conocido.
Dando un paso al frente y sin dudar, Alicia se abalanzó imponente sobre mí, sosteniéndome con firmeza del antebrazo mientras me enfrentaba con la mirada.
Sus ojos achispados me inspeccionaron en silencio, casi podía jurar que intentaba comunicarse a través de la mirada. Desconocía sus intenciones o el porqué de la irrupción, que simulaba a una cruel cacería de brujas. Pisaba en terreno poco firme y cualquier palabra que saliera de mi boca sería evaluada.
—Estuviste reciente en la base de los Corredores —mencionó Alicia entre dudas—, ¿tuviste contacto con Roderick?
Divagué por un segundo, aturdido, aunque la respuesta salió de forma automática de mis labios. Todo se tornaba confuso.
—Sí —respondí—. Conocí al Doctor Roderick, uno de los Antiguos del consejo de los Corredores. Me resulta raro no verlos aquí.
Pude notar como después de mi respuesta su rostro se endureció.
—¿Roderick, te comentó sobre los experimentos neuronales? ¿Mencionó algo? —continuó el interrogatorio— Él sabía que tu objetivo era encontrar a Eva.
El Lirio Blanco acarició con su dedo pulgar el contorno de la herida en mi antebrazo, dibujando con ternura un circulo imaginario alrededor. Hincó el dedo con fuerzas por severos segundos; un marcado ardor me recorrió la piel. Dejé escapar un quejido.
Alicia meditó en silencio. Algo me decía que Roderick ocupaba un buen espacio en sus pensamientos, quizás él doctor representaba una amenaza para sus planes.
—No —respondí con desespero—. Nunca me contó nada, no le encuentro el sentido a tus interrogantes. Si los Corredores conocían de mi llegada y mi búsqueda fue porque tú les pusiste al corriente —comenzaba a sobresaltarme—. Solo tuve contacto con Roderick cuando accedió a mi mente como parte del protocolo del bloqueo de conexiones neuronales, era necesario para mi seguridad y la del refugio.
—¡No existe tal bloqueo para conexiones neuronales, Cloud! —espetó Alicia ofendida por mi ignorancia— Es solo un viejo truco que ha usado siempre para mantener a los Corredores bajo control, sin secretos ante los ojos de los Antiguos.
Las palabras recién pronunciadas rebotaban, golpeándome con violencia los tímpanos. Mis parpados comenzaban sentirse pesados a la par que el descontrolado ritmo de mi respiración denotaba los síntomas de mi abatimiento.
—Él ya sospechaba de ella, temía que fuese un Prodigio de la nueva generación, pero no había forma de probarlo, hasta que apareciste tú y le permitiste el acceso hacia tu mente. ¡Le propiciaste a Roderick una imagen clara de la chica! —Alicia hundió su dedo con fuerzas.
—¡Los Prodigios no existen, Alicia! ¡Es solo una historia inventada por ancianos seniles!

Alicia me desafió con la mirada dejando tambaleantes mis creencias.

—Roderick accedió a tus secretos, a tus vivencias, como una forma indirecta de llegar a Eva —intervino la joven de cabellos rojos mientras se acercaba a Alicia, saliendo de las sombras de una multitud con miradas juzgantes—. A pesar de ser un renegado, él también tiene un pasado repleto de misterios, algunos de dominio público. Era uno de los principales investigadores de la Casa Regia. 

Al atar los cabos sueltos sentía como cada pieza encajaba en su lugar. El bloqueo mental era una farsa. Quedaba en evidencia, una vez más, que en este mundillo vil siempre se accionaba bajo las mismas reglas.
¡Más interrogantes, más preguntas! Surgían para sacudir mi realidad ya tambaleante. Roderick era una alimaña inteligente, todos los Antiguos del grupo de los Corredores compartían los mismos principios, todos en busca del dominio de la información, de la primicia; la gemela, siendo menos sutil ya me lo había demostrado. Aun con las sospechas recién instaladas, Roderick me parecía inofensivo, no era la clase de criatura que ataca desde las sombras.
¿El ataque al refugio de los Corredores? ¿El asedio de los drones celadores? No, la respuesta, a mi parecer, seguía siendo la misma. El Doctor se encontraba en el momento del asalto, su nieta, la pequeña Tayna Gray, también. Todos los Antiguos se hallaban en la instalación, alguien los quería eliminar de la historia. Faltaban eslabones.
La llamada a la radio policial de Mc. Allistar solicitando refuerzos armados para la contención de la huida los peligrosos fugitivos, era un claro ejemplo de ello.

—Yo… —dejé a medio terminar la frase.

La oscuridad se cernió sobre mí de la nada creándome una inmensa sensación de extrañeza. Mis piernas flaquearon. No logré sostener por mucho tiempo el peso de mi cuerpo. Caí desplomado al suelo mientras la visión quedaba encerrada en un marco oscuro que absorbía rápidamente la luz. Perdía el conocimiento.
La multitud se aglomeró con prisas a mi alrededor, alarmados por el reciente giro de los acontecimientos. El repiquetear de sus pasos irrumpía en la silenciosa habitación, como animales en estampida. Vociferaban, mas no lograba entender las palabras.
—Son los Rastreadores, son ellos, intentan acceder a su mente —Dijo la joven de cabellos rojos.
Haciendo un gran esfuerzo divisé a la anciana de ojos pálidos acercarse despacio, de manos de su lazarillo. Se arrodilló, hasta lograr palpar mi rostro con sus manos.
—En efecto, siento la presencia de los Rastreadores, sin embargo, en mis años de vida nunca les había visto intentar acceder a los recuerdo si el huésped aún se encontraba despierto. Deben de estar desesperados —confirmó la longeva mujer—. ¡Rápido! Llévenlo al pabellón médico.

Fue lo último que escuché. En cuestión de segundos perdí el conocimiento, quedando a la deriva de mi mente.

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