Capítulo 06. •El Consejo de los Antiguos•

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Las diminutas lámparas de gas hacían su mayor esfuerzo para alumbrar el Salón Principal. Toda tecnología había quedado inutilizada. Los escombros tras la batalla yacían apilados en el suelo, mostrando el entorno derruido y en penumbras. El ambiente distaba mucho de ser calmo y apacible, el pesimismo continuaba plasmado en cada uno de los rostros de los presentes. Incluso los brazos robóticos de Londres sufrieron las consecuencias del apagón tecnológico recién provocado, necesitó un reajuste de urgencia para recuperar la funcionalidad en sus extremidades.
Nos encontrábamos distribuidos a lo largo de la habitación, apilados en absoluto silencio. Desde mi sitio podía apreciar el cielo grisáceo que se mostraba a través de una enorme fisura en el techo.
En el otro extremo del salón, adueñándose del punto focal y de toda la atención, los Antiguos, como todos les llamaban, regían la improvisada junta de emergencia. Hasta ese momento no era consciente de la multitud de Corredores que habitaba en este sitio, incluyendo tanto a niños como a mujeres de todas las etnias y edades.

Tragué en seco, evocando lo recién ocurrido. «Suerte, tuvimos suerte». Estuvimos a un paso de perder la vida en la reciente emboscada. En aquel momento, Londres tuvo la brillante idea de atraer la atención de los drones celadores hacía él, para un modificado no eran rival. Lo cierto es que nunca imaginé la magnitud destructiva del ataque.
En ese entonces corrimos, atravesando los largos pasillos y diversas salas y de a poco nos fuimos agrupando con el resto del personal que hallamos a nuestro paso. Los drones militares parecían duplicarse, jamás había visto tantos en un solo sitio.
Debilitada por los múltiples impactos, la estructura del Ala Norte terminó colapsando, dejando a nuestra disposición una ruta bloqueada por un montón de escombros. En cuestión de segundos quedamos acorralados como presas listas para ser devoradas.
No conseguía recordar con claridad lo sucedido en aquel momento. Una repentina onda, que no tuve la oportunidad de advertir, me arrojó unos pocos metros por el aire. Tras ello todo cesó, justo en el momento en el que el Doctor Roderick y el resto de los Antiguos, a quienes desconocía, atravesaron el umbral.
Los celadores que sobrevolaban a nuestro alrededor cayeron en picada y con ellos toda tecnología fue silenciada. Había presenciado un hecho similar antes, aunque en mayor magnitud, justo el día en que el trágico suceso terrorista dejó a la ciudad en ruinas.

El súbito murmullo me trajo de vuelta al presente, ubicándome en tiempo y espacio. Los Antiguos discutían entre ellos y el tono de sus voces se volvía más notable a medida en que la conversación ganaba en clamor, asumo que de forma involuntaria.
A mi llegada tuve el privilegio de conocer al Doctor Roderick, uno de los cinco regentes, aunque debo admitir que el resto de ellos me resultaba más autoritario y a la vez llamativo.
Roderick era por mucho el más “común”, con su aire de académico y porte clásico, no podía decir lo mismo de las dos damas que se encontraban a su lado; las gemelas que captaban toda la atención, con sus figuras refinadas y tez pálida, dándoles un aspecto de muñecas de porcelana o de hadas de los viejos cuentos de fantasía, quizás producto de múltiples modificaciones físicas. Apenas pude distinguir la apariencia del encapuchado que les precedía, aunque me resultaba conocido, su altura y complexión física eran notables. Por último, Maximus, su pelo entrecano contrastaba casi a la perfección con su piel oscura vestida con el traje tradicional de su región madre, no sobresalía por su altura o físico y no parecía contar con modificaciones en su cuerpo, aun así, imponía su presencia sobre el resto, un verdadero líder. 

—¡No existe la posibilidad! —mencionó Roderick alzando un tanto la voz, sus palabras esta vez resonaron con mayor claridad— ¡Es cierto que el bloqueo mental no es infalible, pero no hay oportunidad de que hayan accedido a los recuerdos de ninguno de nosotros mientras dormíamos! ¡He mantenido un riguroso control neuronal de todos!
—Entonces es justo lo que temíamos —Intervino el encapuchado, esta vez en un tono más bajo, intentando mantener sus palabras ocultas del resto de los Corredores, a pesar de su esfuerzo llegaron con suma claridad a mis oídos—. Hay un traidor entre nosotros.
Los Antiguos guardaron silencio por un instante, incorporándose de frente al salón.
Se limitaron a observarse los unos a los otros, la duda y la incertidumbre se reflejaba de forma clara en sus miradas.

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