Capítulo 05. •Irrupción•

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—Alicia, ¿me escuchas?
Rezaba para que esta vez la transmisión no fuese interceptada. La vieja radio comenzaba a sobrecalentarse como de costumbre.
Había despertado de vuelta en el lúgubre cuarto de enfermería, bañado en sudor y con la cabeza a punto de estallar. El techo raso absorbió mi mirada por un buen rato, terminé perdiéndome en la visión de los patrones creados por la intrusión de la humedad. Me extrañó no ver a Londres y a Tayna Gray en el momento en el que abrí los ojos, solo estaba el anciano senil de la camilla contigua, sentado con gesto pensativo.
—Cloud ¿Estás bien? —preguntó Alicia, en su voz se notaba cierto aire de sorpresa. Temía resultar inoportuno.
Aun podía sentir el ardor en mis pulmones tras la invasiva experiencia del bloqueo mental impuesto por el Doctor Roderick. En algún punto del proceso terminé inconsciente, no lograba recordar mucho de lo sucedido después de adentrarme en aquel tanque, solo me quedaba esa sensación fantasma que remanece al despertar de un sueño que no alcanzamos a recordar.
—Sí, estoy bien. —Me limité a confirmar— ¿Es un mal momento?
—Cloud, no tengo mucho tiempo, ando en medio de algunos asuntos —Alicia sonaba un poco más relajada—, pero te debo una respuesta.
—Tus amistades… —Hice una pausa, manteniendo controlado el volumen de mi voz, no quería ser escuchado por oídos sensibles— Nunca me dijiste que eran los Corredores. ¡Joder, Alicia! ¡Es una de las organizaciones de criminales más buscada por el Gobierno! —reclamé.
—Sí, son los Corredores, no te lo mencioné porque sabía cómo reaccionarías, pero no es casualidad que estés ahí. Estás justo donde debes —no lograba hallar el sentido a sus palabras por mucho que le daba vueltas al asunto en mi mente—. Verás, querías respuestas sobre el paradero de Eva. Hace unos días acogieron a una chica que encaja con su descripción. Busca a Maximus, es uno de los regentes, él tiene las respuestas que necesitas.
—¿Eva estuvo aquí? —tartamudeé entre nervios al escuchar la noticia—. ¡Alicia!
La chica hizo una breve pausa, optando por el silencio. Siempre cargué con la dudosa sensación de que Alicia sabía más de lo que decía, como si ella apelase a la costumbre de calcular cuidadosamente el peso y consecuencia de cada palabra. Fue quien me enseñó a desaparecer ante la mirada de la sociedad. «La mente fría y calculadora. Que nadie llegue a descifrar lo que transita por tu mente», ese era uno de sus lemas. 

—Confía en mí, toda esta situación por la que estás atravesando acabará pronto —Alicia sonaba pensativa—. Eva y tu son solo peones de un juego mayor ocasionado por las torpezas de la Casa Regia. Ustedes vieron a la Dama de Hierro asesinar a aquel periodista al terminar de confesarle sus crímenes. No podían salir impunes, no cuando conocían que ella fue la causante del acto de “terrorismo” que destruyó la antigua ciudad.
Guardé silencio.
—Sabrás de mí pronto. Cloud, mantente despierto —mencionó Alicia con prisas poniendo fin a la conversación sin dejarme tiempo para despedirme—. Encuentra a Maximus, él sabe todo lo que acontece.
Por primera vez después de un largo tiempo tenía una pista más cercana a la realidad, «Eva estuvo aquí», y no podía dejar pasar aquello por alto. Me sentía eufórico como si una ola de energía se hubiese apoderado de mi cuerpo.

—Reconozco esa mirada que ilumina tu rostro —irrumpió el anciano. Mantenía sus ojos posados en mi—, la mirada de la esperanza. Es bueno que tu alma se mantenga fresca pues se vienen tiempos oscuros, lo puedo sentir como avispas revoloteando en mis huesos.
—Sabes interpretar muy bien las miradas —respondí de forma cordial en el intento de eludir la conversación.
—Sé mucho más que interpretar las miradas —dijo—. Aunque esté desgastado por los años puedo sentir cada conexión neuronal en el continente, muchas veces es como un pequeño hormigueo en mi cabeza. Algunas de estas conexiones han comenzado a sobresalir del resto, los Prodigios de esta generación ya están listos y eso significa malas noticias.
—¿Prodigios?
—Cada generación ha contado con un pequeño grupo de personas llamadas así, sus aptitudes van más allá del entendimiento. Son seres excepcionales que poseen el verdadero don de la mente. Por desgracia siempre terminan en las garras de la Casa Regia, convirtiéndose, bajo la justificación del sacrificio por la ciencia, en el próximo eslabón de nuestra evolución. Siguiendo estas reglas es como han logrado a lo largo de generaciones modificar el ADN de todos al nacer. En parte, nuestras conexiones neuronales son implantadas, así acceden a nuestros sueños. Imagina si la Casa Regia pudiese leer tus pensamientos en cualquier momento del día, sin necesidad de dormir para llegar a ello.

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