Capítulo 15. •Incógnitas•

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—No existe tal cosa como el verdadero Dios, nuestros dioses llevan muchos nombres, muchos rostros y cada uno escucha las plegarias que en desesperación le enviamos —mencionó la anciana de ojos blanquecinos. Caminó hasta el centro del estrado, haciéndose con el mandato de la reunión—. Hoy perdimos a grandes personas, nuestras mejores técnicos y guerreras, pero sé que los dioses las acogerán con los brazos abiertos en el momento del ascenso. —Elevó su mano abierta en el aire. Su cuerpo le daba la espalda a la improvisada luminaria que deslumbraba la ya caída noche.

De los labios de la mujer desprendió una suave melodía, cual canto fúnebre. El resto de la audiencia se fue sumando de a poco, combinando sus voces al unísono. Transcurrieron varios minutos, hasta que el silencio volvió a reinar. Solo se escuchó el sonido del viento danzando con el crepitar de las llamas de las antorchas. El anfiteatro quedó invadido por la tristeza.
—A la salida del sol realizaremos la ceremonia fúnebre. Nuestros seres fallecidos merecen una despedida digna. Pueden retirarse a su descanso, ha sido un día largo para todos.
La delegación de líderes permanecía sentada en completa afonía a las espaldas de la anciana. Suntuosos e intimidantes. Formidables sillas resaltaban sus figuras. Eva no se encontraba en las cercanías. El gentío quedó disuelto al instante tras la voz de mando. Solo los dirigentes permanecieron en el sitio.
Aguardé en mi lugar, haciendo caso omiso a las palabras de advertencia de mis guardianes que comenzaban a hartarse de mi inobediencia. Tenía la esperanza de verla, ese era mi objetivo después de todo.
—Traigan a la Prodigio —ordenó la anciana tomando su puesto entre los mandamases.

«¿Prodigio

Mi terquedad no tuvo más remedio que ceder ante la actitud cambiante de mis custodios. Ahora se mostraban hostiles, alejándome a tirones del sitio. Había topado el límite de su paciencia.
A duras penas logré divisar el camino que se ocultaba bajo mis pies; me condujeron en medio de la penumbra rumbo a la salida. Un peculiar aroma llegó a mi nariz, tan ligero que para un desconocido pasaría de desapercibido, sin embargo, representaba todo el motivo de mi obstinación. Era ella, Eva. Sentí su presencia transitar a mi lado en un mínimo instante.
Eva volteó mostrando un avivado mohín de asombro. Nuestras miradas se encontraron y pude sentir como ambos mundos colisionaron una vez más. Sus ojos brillaban. La hermosa sonrisa que caracterizaba su rostro volvió a iluminar, aquellos rasgos angelicales que no lograba arrancarme de la mente. Hizo el amago de acortar nuestras distancias; su mano buscó la mía, pero fue en vano, Alicia la detuvo.
—No tenemos tiempo, Eva —susurró Alicia imponiendo su autoridad, sus palabras llegaron a mis oídos como cuchillas atravesando el aire. Su cabello blanquecino ondeaba al viento.—. El resto de los cabecillas esperan impacientes, están aquí por ti y no queremos hacerlos aguardar mucho más.
Una mirada triste se desprendió del rostro de Eva, sin objeción continuó su camino.
—Dime que serás tú quien me buscará esta vez —dije al aire desesperado. Uno de los guardias me retuvo—. Viajé medio mundo por verte y no me iré de aquí sin ti.
—Esto es algo que te supera Cloud —pronunció Alicia sin frenar el avance—. Hay mucho en juego ahora, más de lo que conoces. Obedece las políticas del refugio y podrás verla después de la junta. 

Vi a Eva perderse en la distancia, junto a Alicia, optando por un frío y desesperanzador mutismo. Su forma de actuar se me tornó extraña, como si solo estuviese en presencia de un cascarón vacío donde antes habitó el alma más colorida que una vez pude conocer. «No, son solo impresiones mías. Algo tiene que suceder para que Eva actúe así, no es típico de ella». Al menos me quedaba el consuelo de saberla a salvo.
Las palabras de Maximus, quien por sorpresa se encontraba ausente de la junta, volvieron con claridad a mi mente. Eva se encontraba al resguardo de algún personaje de alta autoridad, quien por alguna razón mostraba interés en ella, garantizando a cambio su protección. Todo comenzaba a tomar sentido, sin embargo, las interrogantes no dejaban de zigzaguear.
—Otro intento como ese y serás inmovilizado —advirtió el guardia, quien aún me aprisionaba en su agarre—. Es hora de que seas transferido con el resto de los recién llegados.
—¿Qué quieren de ella? ¿De la chica? —cuestioné dudoso señalando en la dirección por donde acababan de desaparecer.
—Deberías hacer menos preguntas en tu situación —respondió mi captor rodando los ojos—, Esa chica representa nuestro futuro. Es la clave de nuestro triunfo.
Las dudas y preguntas burbujeaban en lo más despejado de mi conciencia, conocía a Alicia lo suficiente para saber que se movía en círculos extraños. Ella siempre apostaba a la mano ganadora y no daría un paso sin estar convencida de su victoria. Algo serio acontecía, venía en movimiento mucho antes de que adquiriera y tomara conciencia de la magnitud de los eventos.

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