Capítulo 27: Preguntas sin respuestas

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Capitulo dedicado a Alexis_322 tu apoyo incondicional siempre me saca una sonrisa...

Dio vueltas en su cama sin conciliar el sueño, bufando unas tantas veces, quejándose con Morfeo, casi las cinco de la mañana y sin poder pegar un ojo

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Dio vueltas en su cama sin conciliar el sueño, bufando unas tantas veces, quejándose con Morfeo, casi las cinco de la mañana y sin poder pegar un ojo.

Quizás estaba durmiendo. Después de todo, hace tiempo estaba en los brazos del hijo de Hipnos, porque inconscientemente, con su corazón bombeando sangre a más no poder, sólo pudo catalogar a la niña que vagaba por su mente como un pedazo de cielo; el Dios de los sueños le había enviado un ángel en compensación por su insomnio. Y el ángel, le miró en su ensoñación, con esos luceros repletos de una extraña oscuridad, cubiertos de diminutas lágrimas que brillaban de tal forma, que sólo se podrían comparar a una laguna, iluminada por los astros de la noche.

Todavía podía encontrarla en los pasillos de su mente, donde los recuerdos no se agazapaban a pesar del paso de los años, porque uno no elige de quien el corazón lata con frenesí, porque no existe las casualidades ni los encuentros accidentales entre almas enamoradas que claman volverse a encontrar.

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—Mamá, déjame ayudarte—

Esa mujer con mechones blanquecinos lo miró de reojo antes de tomar la tabla de picar, dirigiéndose a la olla para agregar los vegetales troceados.

—Ya acabé, cielo. Mejor sígueme, debemos hablar— Dejo los utensilios de cocina, puso la comida a fuego lento para luego limpiarse  las manos en el delantal para así tomar las de su muchacho y encaminarlo hacia el sofá, como en la primera vez de su llegada a su nuevo hogar.

—Hable con mis superiores y en unos días trabajaras junto a mi, estarás a prueba como auxiliar de enfermería. Aún a pasos pequeños, metas cumplidas— Mencionó, derritiéndose como un cubito de hielo bajo el sol al ver la expresión de su único hijo.

—¡Daré lo mejor de mi!—

—Se que lo harás, mi bebé—

—¡Mamá, no soy un niño!— Refunfuñó cruzándose de brazos sobre los cojines.

—Tu eres mi niño, tengas ochenta años o tengas tres— Sus arrugadas fracciones, marcadas por el pasar de los años, se dulcificaban aún más con su sonrisa afectuosa.

Una mujer repleta de amor, carisma y bondad, junto con un hombre de mirada dura pero de corazón blando, sapiencia¹ y actitudes rectas, acogieron un niño pequeño de ojos color miel, brindándole una cama cálida donde descansar, un techo donde resguardarse de la tempestad y unos brazos con los cuales contar cuando la vida pusiera mano dura. Tiempo, cariño, comprensión y valores, hicieron de aquel niño... un muchacho del cual sentirse orgullosos.

—¿Serás mi mentora?— Preguntó con curiosidad.

—Solo en algunas ocasiones, también estarás a cargo de otro compañero—

El Microcosmos De Una Alma Maltratada (Pausada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora